Aru resucita en cervinia
El italiano triunfa en solitario y sobrepasa a Landa, marcado por Alberto contador, que acaricia el giro
bilbao - Desde Cervinia se ve Milán. La mirada de Alberto Contador atravesó la cordillera de los imponentes Alpes, donde el Giro da sus últimas puntadas, y se imaginó de rosa en la capital lombarda. Pensando en el futuro inmediato, en una carrera empaquetada a falta del matasellos que la envíe a la vitrina, el madrileño sopesó el presente en el desagüe de la etapa. Se imponía la inteligencia táctica. Ajedrez. La partida, compleja en su presentación, la resolvió Contador con el manual de la lógica. Le alcanzó con una apertura que sabía resultaría exitosa. “Tienes que hacer una táctica. Tanto Aru como Landa me iban a atacar constantemente. Aru estaba más distanciado en la general, yo sabía que no había peligro, y que para mí era una buena opción”. Aferrado a ese mantra, consciente de que son las piernas de Mikel Landa las más poderosas del binomio del Astana, Contador dio carrete a Fabio Aru en Cervinia, donde regresó de las tinieblas, de las penurias, de su doliente mueca. Estalló en meta, puro éxtasis, el alma palpitándole sobre la bicicleta Fabio Aru que sobrepasó a Landa en la general.
Con la decisión de otorgarle la condicional a Aru, Contador, sereno el líder en toda la ascensión, también pretendía un desarreglo en las relaciones internas en el camerino del Astana, donde Aru y Landa, sus luminarias, pujan por el podio. Esa es la interpretación de Landa, que no se movió ni un centímetro cuando Aru levitó. “Yo creo que él intenta crear el caos dentro del equipo y una guerra entre Fabio y yo”. Landa, obediente, se plegó a la pirámide celeste del Astana. Se encajonó Landa a la vera de Contador, que completó la subida en carroza, entre mullido cojines. Landa y Contador alcanzaron la cumbre en la misma cordada, a 1:13 de Fabio Aru, que recuperó el segundo puesto en detrimento del alavés. Más madera al debate. O no. Landa extinguió el incendio. “Pero no lo va a conseguir (desestabilizarnos), somos compañeros y vamos a pelear por la última etapa. Los puestos de la general? Nos dan igual”, exclamó a la Cope en meta.
Al liberar a Aru de los grilletes, Contador anuló también a Landa. Le sentenció. Leal, el alavés arqueó la ceja y dejó que el río siguiera su curso. No quiere ruido Mikel, consciente de que su equipo ha apostado con descaro por el italiano a pesar de que se ha elevado varios cuerpos por encima de Fabio Aru, retratado en su perfil menos agraciado en todas las días picudos, salvo ayer, cuando el líder dejó que Aru, más reconocible, mudara su sufrimiento por gozo en Cervinia. El lifting le sentó fenomenal al italiano, que rejuveneció de inmediato. Aru era una explosión de felicidad. Su festejo, fuera de las órbitas los ojos emocionados, el puño atravesando el aire de los bucólicos óleos que pintan las montañas verdes, la garganta bramando el triunfo, le devolvieron el orgullo de campeón. La vida. Lo necesitaba el sardo, sumido en las dudas, sombreado en un Giro donde el sol acaricia la espalda de Mikel Landa, estupendo nuevamente, solvente, e ilumina al monarca Contador, que maneja los hilos de la carrera con la destreza de los maestros que bailan marionetas.
Contador controla a landa Los hilos trató de cortarlos el Astana, con el cuchillo entre los dientes, endureciendo el aterrizaje en Cervinia, donde cedió el arrojo de Visconti (Movistar) tras protagonizar una etapa maravillosa. Tiralongo, Luis León Sánchez, Kangert acaloraban el ritmo y derritieron la esperanza del valiente Visconti. No así la de Contador, refugiado en la experiencia de Basso, su compañero de habitación, el que le rescató con su rueda trasera en Aprica, -ambos tenían el mismo desarrollo instalado- y Michael Rogers. A diferencia de las días anteriores, en los que Contador había perdido a sus camaradas, el madrileño dispuso de voces amigas hasta que Cervinia seleccionó el grupo. Ley natural. Contador, sabio, paciente, las piernas lubricadas, aguardó tamborileando los dedos, tarareando. Sólido su pedaleo, se adueñó de la sombra de Landa. El alavés se desfogó. Lanzó su ímpetu. Se lo pide el cuerpo. Contador, conocedor de la calidad del alavés, de su fortaleza, no le concedió ni una migaja. Encendió el soplete y se soldó. El ataque de Landa desprendió a Aru, que cedió varios metros. Entendió Landa que no podría despegarse del velcro de Contador. Tampoco de Hesjedal, que respondió con solvencia. El canadiense, de menos a más, elevó los vatios y aleteó con la intención de anidar en la cumbre de Cervinia, donde los tejas de las cimas son de nieve. Aru, revoloteándole las mariposas en el estómago, eléctrico, se recompuso y se enroló en la aventura Hesjedal. Contador se frotó las manos. El ataque de Aru era la zapata que frenaba la bicicleta de Mikel Landa. El mayor de los lastres. Un plomo. Mientras Landa hacía la estatua junto a Contador, que actuaba de secante, se agrupaban Urán, Koning y Kruijswijk.
Aru, desatado, alimentado por un subidón de adrenalina, feliz por reconocerse en el espejo, no tardó en llegar al esfuerzo de Hesjedal y su pose torcida, el cuerpo revirado, agónico. El italiano elevó la marcha. Metió el turbo y se despidió del canadiense a la francesa. Era un rayo Fabio Aru, la rabia en los pedales. Desencadenado, nadie pudo seguir su propulsión. No dejó rastro. Borró su pasado reciente, su curriculum, donde había más tachones que bonita caligrafía, torcidos los renglones en las etapas que miden a los más fuertes. En Cervinia, disparado, poseído, se enderezó Aru al que no pudo alcanzar Hesjedal, una isla entre dos continentes. Por detrás, no hubo esgrima entre Landa y Contador, que concluyó el día a pierna suelta, hamacado. “Para mí el resultado de hoy (por ayer) es perfecto. El objetivo que me planteé hace cinco meses era conseguir la maglia rosa y cada vez estoy más cerca”, confesaba Contador después de despojarse del acido láctico haciendo rodillo. Sobre la bicicleta, pensando en Milán, guiñó el ojo y sonrió Contador ante la resurrección de Fabio Aru.