Contador estruja el Giro
El madrileño, un cohete, se exhibe en la crono para alejar a Aru en dos minutos y medio en la general, volcada tras la contrarreloj, donde mikel Landa cede y asoma Andrey Amador
Bilbao - Los ojos abiertos, la mirada fija, anaranjada por la gafas que sirven para dar más luz en los días grises, los incisivos afilados, la mandíbula de tiburón, los codos enroscados en el manillar, las piernas voluptuosas, acompasadas, perfectamente orquestadas, acoplado a su montura pata negra, agazapado en ocasiones, danzarín y pizpireto en otras; Contador es un estallido de rock&roll que abre la carretera como un Moisés que aparta el océano. Un rayo que no cesa, que electrocuta Treviso y Valdobbiadene a la velocidad de la luz. Es puro swing el madrileño, un cohete bajo la lluvia que tintinea en su casco, decorado con la pistola imaginaria, su mano que apunta sin titubeos ni distracciones al corazón del Giro, plegado en su mesilla de noche desde ayer gracias a una contrarreloj fastuosa que rememoraba su actuación de 2009 en Annecy, cuando derrotó en el Tour a Cancellara. También contra el reloj, agarró por las solapas la maglia rosa, el smoking que pretende lucir en la pasarela de Milán. “Para mí ha sido una gran sorpresa”, concedía Contador después de arrancarle la zamarra de un tirón a Fabio Aru, rosa palo contra el reloj, donde el italiano, refractario a la manecillas y a las posturas que recomienda el túnel del viento, se dejó 2:47 respecto al madrileño, una luminaria fosforito, un neón que cegó al resto de favoritos, desprendidos Rigoberto Urán -“no fue un buen día para mí. Esperaba mucho de este día”, reconocía el colombiano-, Richie Porte, desenchufado de la carrera, o Mikel Landa, peleado con una modalidad que le arruga la moral.
Nada que ver con Contador, que estuvo perfecto desde el prólogo hasta el epílogo para ser tercero en la etapa. Tenía grabada la crono en el disco duro el madrileño. “Vine a inspeccionar el recorrido después de la Vuelta a Catalunya con Ivan Basso. La hicimos en bici y luego en coche. Yo quería verlo de nuevo ayer (por el viernes), pero a causa de la caída, no pude. Esta mañana (por ayer) he hecho un poco de rodillo para ver cómo estaba mi rodilla y después fui a ver la etapa en coche. Quería recordar cómo era y grabar un vídeo con comentarios. Tras el reconocimiento, antes de vestirme para calentar, vi el vídeo, porque era importante para mí saber cómo era. Entonces calenté y salí a competir”.
contador dobla a landa Visualizado el horizonte, el susurro de los comentarios recordándole cada palmo, las piernas interpretaron el libreto. Se exhibió Contador en una crono maratoniana que conquistó Vasil Kiryienka (Sky), -el segundo puesto fue para Luis León Sánchez (Astana)-, y que desencajó a Mikel Landa, que cae del tercer puesto (ese lugar lo ocupa ahora Andrey Amador, que firmó una crono sensacional) de la general al séptimo, doblado por Alberto Contador a mitad de recorrido. No necesitó el madrileño el rebufo para arrancarle el dorsal al alavés. Conectó el KERS y se despegó de Landa en un pestañeo. “He podido coger a Landa antes de la mitad del recorrido y eso me ha ayudado para hacer una buena contrarreloj”, describía el líder del Tinkoff.
Ese pequeño episodio servía de maqueta a escala de la faraónica obra que estaba construyendo Contador desde que despegó de la rampa de lanzamiento. Se impulsó en Treviso y entró en órbita. Sputnik hacia Valdobbiadene. Aru, que cerraba la crono, líder, le sostuvo la mirada en la primera decena de kilómetros. El italiano perdía 11 segundos. Sucedía que aquello era el calentamiento, el momento de afinar la musculatura. Una vez alcanzada la temperatura exacta, no tardó el madrileño en subirse a la apisonadora. Sólido en la llanada, su ritmo, enfurecido, frenético, subió varios decibelios en el trío de cotas que ornamentaban el recorrido. Danzaba Contador bajo la lluvia, Gene Kelly a pedales en un trazado peligroso en las curvas, el asfalto cristalino. Un espejo.
En él se reflejaron los retratos deformados de la crono. Porte, maillot de campeón de Australia contrarreloj, con el gesto ausente, el desarrollo enorme y el caminar cansino. Rigoberto Urán, enrollado en la bandera colombiana, especialista en esta clase de duelos, el mejor en la crono del pasado año en el Giro, incapaz de lograr su mejor versión. Ambos eran una mueca, impuntuales ante el reloj, a un viaje lunar de su mejor versión. Fabio Aru, más suelto en las subidas, se aproximó a su techo, pero eso no le alcanzó ante una depredador de la magnitud de Contador. A mitad de recorrido, el sardo acumulaba un retraso de más de un minuto, casi tres en meta. La crono le mordió las piernas a Aru, tiesas al final. Para entonces, a Contador, alado, le mudaba la piel: el amarillo fosforito era rosa. Su ritmo era redoble de tambor. Atacó cada metro como si fuera el último, como si no hubiera mañana, aunque Alberto Contador, líder granítico, no le pierde el rastro a la etapa de hoy. “Fabio no tuvo un buen día, pero podría tener un gran día en Madonna di Campiglio”, cerró, vestido de rosa, con el Giro estrujado.