zumarraga - En La Antigua, un muro que le rasca la tripa al cielo, una pared celestial en su crudeza, bella en su salvajismo, despiadada en su dureza, un obelisco al ciclismo de supervivencia, un acantilado de pasiones, el pueblo en procesión en un carretera estrecha, la cuneta repleta, convocó a los príncipes de la Vuelta al País Vasco, a un puñado de ciclistas que pretenden su trono, su venerado escaño. La Antigua, sabia, juiciosa, retó a los pretendientes para que la sedujeran, a que se la ganaran. Femme fatale, la desafiante cumbre, sacudió a la mayoría de un manotazo. Julieta buscando a su Romeo, amor a primera vista. Quedó prendada de Henao (Sky), líder de la carrera, el hombre que lanzó un ataque demoledor; Joaquim Rodríguez (Katusha), vencedor de la etapa y el primero en seguir el rastro de Henao, y Nairo Quintana (Movistar), el patrón de la prueba, que se cosió a ese mismo pasaje. Para el resto no hubo Convención de Ginebra. Kwiatkowski (Etixx), Majka (Tinkoff), Samuel Sánchez (BMC) y Scarponi (Astana), se dejaron siete segundos en meta, una puñado de tiempo que les complica el asalto al trono. El escenario es peor para Mollema (Trek) o Tejay Van Garderen (BMC) con diez segundos de retraso respecto al tridente y casi imposible para Pinot (FDJ), a 18 segundos y Peraud (Ag2R), descatalogado a casi un minuto del tridente, clavados sus cronos. De Michael Matthews, el líder que fue, no hubo noticias.
La Antigua alteró el biorritmo de la carrera en la primera pasada, donde afloraron los nervios por la colación. En su segunda aparición cercó la Vuelta al País Vasco a un triángulo compuesto por los dos colombianos y el catalán. El puerto se anunció con un atasco monumental porque sus paredes, esas que retan a la gravedad, atestadas de gente, no soportaron el empuje de la afición y el padecimiento de los corredores. Demasiadas emociones en un espacio tan reducido. El hilo de asfalto de La Antigua no es un bidegorri. A más de uno se le anclaron las piernas entre la muchedumbre que agarró con la tenaza del entusiasmo la cuesta. La solución: pie a tierra en medio de la humareda de algún embrague quemado que no pudo con el feroz desnivel. Quién quisiera la Vuelta al País Vasco tendría que domar ese tobogán, un caballo salvaje. El efecto de la mordida de La Antigua, donde los mejores mostraron sus credenciales, resultó inmediato. Cualquiera que dudara, que torciera el gesto, que los pulmones le negaran, quedaría eliminado de la ecuación en segunda convocatoria. Solo el explosivo Purito Rodríguez, el energético Henao y el exuberante Quintana le sostuvieron la mirada al coloso. El resto de príncipes tuvo que agachar la mirada en una jornada extraordinaria.
Con el perfil huesudo de La Antigua gobernando el skyline de la etapa en medio del camino, la carrera, aserrada su altimetría (ocho subidas puntuables), espabiló. Fue un chute de adrenalina directo al corazón. No hubo tregua en los últimos kilómetros. Katusha, con el as de Purito Rodríguez, -un dinamitero que hace cuatro años ganaba en la misma etapa propulsado por esos muelles que le convierten en el maravilloso hombre bala-, se sumó a la partida que propuso el Movistar. Entre los dos engulleron los restos de la escapada, el arrojo de Omar Fraile, Hugh Carthy (Caja Rural), Lieuwe Westra (Astana) y Armée Sander (Lotto), que se subieron a un reto himalayesco desde el banderazo de salida. Westra, el más obstinado, fue el último en dimitir, obligado por el casting de figuras que superó por primera vez La Antigua. Capituló el holandés en el portal de la segunda pasada por el alto. El inicio de un bello capítulo de ciclismo, un espectáculo extraordinario.
gran voltaje Para llegar a ese Nirvana tocaba abrir las puertas del infierno, un desfiladero al abismo, a la cámara de las torturas. Kiriyenka (Sky), un peón de Henao, agitó el caldo de cultivo que había alimentado con anterioridad el Movistar, cuyo ritmo, un rock&roll con los decibelios desatados, dejó la nevera de más de uno temblando. En La Antigua, lustroso el paraje, bucólico, la iglesia gobernando una postal paradisíaca, entraron los ciclistas con el toque de corneta. Intxausti, después del trabajo de aceleración y desgaste de los hermanos Izagirre, de la ebullición de David López (Sky), subió la revoluciones del grupeto, que había pasado de ser una urbanización, a apenas un bloque de escasos vecinos. A medida que Intxausti masticaba la mandíbula, se imantaba el asfalto, encolado a las ruedas por esas rampas desplomadas, que deslomaron a los ciclistas: retorcidos, cheposos, desencajados, estrangulando el manillar, por un esfuerzo al límite donde el corazón retumba como un doble bombo de batería y la boca sabe a ácido láctico.
henao desata el pánico Pesaban las bicicletas, el carbono hecho hierro en La Antigua. La supervivencia se cosió a los dorsales por el imperdible del aliento. A Henao, que tuvo un vuelo corto en El Vivero, le quedaba oxígeno en el tanque y fuerza en las piernas. Aleteó con energía y aquello, puro funambulismo, saltó por los aires. Henao desató el pánico con un latigazo. Tocaba salvarse. Agarrarse a una brizna de fuerza. Los muros del alto exigían tipos ligeros, con gracia en las piernas y aliento largo. El ataque del colombiano, decidido, con los vatios calientes, no entendía de amagos. Henao, que pasó un 2014 oscuro, lanzó un directo en la distancia corta que se llevó a todos a la lona, salvo a Purito Rodríguez y Nairo Quintana, dos colibríes de bello plumaje y enorme resistencia que se alistaron a la cordada de Henao. A la espalda, un trozo de aire. Kwiatkowski, Majka, Samuel Sánchez, Scarponi, a apenas una brazada, les miraban pero no les alcanzaba el motor ante semejante desafío. A por Henao saltó Purito en una de sus cuestas preferidas. Ganó en 2010 en el mismo escaparate. Quintana, que es un gigante es su escaso armazón, y “esta pletórico”, según sus compañeros, se tachonó a Purito con ese estilo tan suyo, sentado, que le da un aire de paseante de domingo incluso en jornadas cargadas con plomo, sudor gordo y máximo esfuerzo.
Lo sabían los favoritos, retratados con crudeza por el fotomatón de La Antigua, que dejó pálido a más de uno, más lejos que cerca de la txapela que se repartirá tras la contrarreloj e Aia. La carrera estaba a dos tintas. Blanco para Henao, Purito y Quintana, livianos, jerárquicos y aliviados y negra, tal vez gris marengo, para el resto con retraso en la cumbre. Diez segundos separaban a unos y a otros. Zumarraga aguardaba. La Antigua vomitó hacia abajo a Purito, Henao y Quintana, alineados en un descenso velocísimo, de apenas dos kilómetros: una inmersión antes de volver a respirar. Kwiatkowski, Majka, Samuel Sánchez y Scarponi batían los pedales en apnea para minimizar la pérdida.
Mientras por detrás al grupo de Kwiatkowski se le llevaban los demonios en una persecución desesperada, Purito, experimentado, el más rápido de lo tres, maniobró con inteligencia. Manejó los hilos de la victoria en una curva que llevaba a la recta de llegada. Abrió la trazada el catalán para que Henao, que estaba pegado a él, se comiera el aire y el señuelo. Nairo Quintana, con el pensamiento a medio plazo, como un ahorrador que pretende la seguridad del plazo fijo, se desentendió de la lucha. Joaquim Rodríguez dejó que Henao abriera la lata y le superó en Zumarraga, donde Henao alcanzó el liderato de la Vuelta al País Vasco, que recibió con una genuflexión a los tres reyes que se disputan el trono. El Santuario de Arrate es el primer escenario en el que deberán aclarar quién será el rey de reyes.