La Planche des belles filles - “El Tour no es solo andar bien subiendo, sino también estar atento, evitar las caídas, los problemas, no perder la concentración”, dijo Nibali tras ganar en La Planche des Belles Filles, recuperar el amarillo que lució Tony Gallopin orgulloso el día de la fiesta nacional francesa, y quedarse, sin Froome ni Contador a su lado, prácticamente solo. En ambas cosas, subiendo y protegiéndose del mordisco del Tour, El Tiburón ha sido el mejor. No se ha caído ni una vez, es de los pocos, mientras asistía a lo que se ha dado en llamar el maleficio de París, el derribo de los ganadores del Tour que salieron de Inglaterra hace una semana y no han alcanzado la primera jornada de descanso.
Andy Schleck (Tour de 2010) se golpeó la rodilla en Londres y se bajó al día siguiente; Froome, dorsal 1, monarca del Tour, besó el suelo el día antes del pavés, se lastimó la muñeca y así, tembloroso, muerto de miedo, sin confianza y predestinado, volvió a caerse dos veces antes de pisar el primer adoquín y, hundido y desanimado, abandonó. La caída y la retirada de Contador, que había anunciado una guerra a muerte para derribar a Nibali, recuperar el amarillo, el mando del Tour y, con ello, el trono del que se bajó en 2010, despeja al italiano el camino hacia París, donde ya ha estado (tercero en 2012 tras Wiggins y Froome), y donde quiere volver a estar, pero de otra manera.
Y de otra manera espera estar Purito, tercero también el año pasado, aplastado por Nibali en el último kilómetro de La Planche des Belles Filles después de pasarse todo el día escapado para puntuar en todos los puertos y liderar la montaña, que es un consuelo siempre que ese camino le lleve de nuevo al podio de París.
Hacia allí miran Porte y Valverde. Nibali los citó ayer como rivales en la lucha por el Tour. ¿Por respeto? “Son buenos corredores y yo tengo que saber administrar mi ventaja”, dijo el italiano, a quien muchos ven en una situación similar a la de hace un año en el Giro, donde, superior y sin rivales (sacó más de ocho minutos a Urán, segundo) hizo y deshizo a su gusto. Ayer, lo mismo. Persiguió a Kwiatkowski por el corazón de los Vosgos, los bosques negros, la lluvia, el frío, la niebla, atacó a tres de meta y cuando lo hizo, Valverde fue el primero en reaccionar, en coger su rueda y, tras mirar atrás para comprobar la respuesta del resto, el murciano se abrió y dejó marchar, inalcanzable, al italiano. Valverde, que aspira a su primer podio en el Tour, un deseo anunciado e inaplazable, se quedó con los suyos, los que luchan por lo mismo. Con Porte, que tiró más que nadie tras Nibali, con Thibaut Pinot, que tuvo un punto más para soltar a todos al final, ser segundo y rascarle cinco segundos al murciano, con Peraud, Bardet y Van Garderen. En la general están así, apelotonados. Porte, a 2:23 de Nibali, le saca 24 segundos a Valverde; 38, a Bardet; 1:24, a Pinot; 1:35, a Van Garderen; 1:36, a Peraud, y 1:37 a Rui Costa, que ayer volvió a sufrir y se dejó más de un minuto.
Valverde, tras el percance y la caída del pavés que logró salvar, anuncia que ahora todo va bien, que las piernas responden pese a la lluvia, que las fuerzas no le abandonan y que así, aunque París aún se esconda tras los Alpes y, sobre todo, los Pirineos, ve el podio más cerca. “Ya vemos que Nibali está un puntito por encima. Cuando ha atacado no me he cebado porque no podía con ese ritmo”, dijo. Prefirió dejar que el italiano se marchara solo. Así se ha quedado, sin Froome ni Contador. Solo en el Tour.