Síguenos en redes sociales:

La pena rosa de Marino

Intxausti es el primer vizcaino que lidera el Giro, el sueño incumplido de Lejarreta y que solo tres vascos han abrazado: Galdos, Indurain y Olano

La pena rosa de Marino

Bilbao

Dos días antes de que comenzara el Giro en Nápoles murió en su casa de Amorebieta Marcos Gerediaga, que fue muchas cosas buenas en la vida, algunas de ellas en el ciclismo como fundador de la Sociedad Ciclista Amorebieta de la que seguía siendo presidente con 87 años. A Gerediaga, que lástima, le hubiese gustado estar ayer frente al televisor. Se le hubiese hinchado de gozo su enorme corazón rojo al ver vestido de rosa a Beñat Intxausti. Fue uno de sus hijos. Como Zarrabeitia, los Silloniz y otros. También los Lejarreta. A todos les enseñó a ser ciclistas. A empezar a serlo. Marino suele recordar que le iba a buscar a casa los días de carrera cuando la bicicleta era un juego de niños. Y que le adiestró cuando aún tenía todo que aprender. Marcos debió ser un buen profesor. Y un buen alumno Marino, cuya leyenda es mucho más grande que un palmarés descomunal que recoge un montón de victorias, una Vuelta y etapas en las tres grandes. También un vacío. Hay un hueco rosa en su vitrina. Nunca fue líder del Giro. Es su mayor pena.

Hace un par de mayos Marino visitó a Paco Galdos, la primera maglia rosa vasca de la historia -9 días en 1975, el año que no pudo con Bertoglio en el Stelvio-, en su pizzería de Gasteiz que se llama, cómo no, Dolomiti. Entre trozo y trozo de pizza, un bocado de alcachofas con jamón, una deliciosa merluza y un tiramisú que al probarlo recordó a Marino su vida italiana, la época en la que vivió en un hotel en San Marino y corrió en el Alfa Lum, Galdos fue proyectando sus días rosas en el Giro. Hablaba de una vivencia maravillosa, de que volaba con aquella maglia y de que se sentía una persona flotante. Marino escuchaba al alavés con esa calma tan suya hasta que la conversación desembocó en una pregunta: "Marino, ¿tú también fuiste líder del Giro, verdad?". El vizcaino no pudo esconder su pena. Dijo que no con una lástima insondable, que había estado varias veces muy cerca, pero que, joe, no. "Es mi gran pena", dijo recordando que acarició la túnica sagrada de los italianos a principios de los 90, sobre todo en aquel Giro de Chioccioli, el del 91, en el que llegó a ir segundo a 8 segundos de Coppino hasta que se desplomó en los Dolomitas.

Ayer, Marino, que corrió siete Giros, ganó dos etapas y siempre estuvo entre los diez primeros aunque nunca en el podio, acabó de ver la etapa antes de salir a segar la hierba de la campa de su caserío para deleitarse con la silueta rosa, fina y preciosa, de Intxausti. "Era mi sueño y no lo conseguí. Pero no siento envidia, sino felicidad. ¡Es de puta madre! ¡Un vizcaino de rosa! Ahora lo tiene que disfrutar pero tomárselo con tranquilidad. El Giro es largo y por eso no puede volverse loco olvidando cuáles eran sus objetivos hace unos días. Los tiene que mantener", reflexionó Marino, que reconoce las cualidades físicas de Intxausti, "le sobran contra el crono y en montaña", pero pone el acento en su confianza, la seguridad en sí mismo, que es la llave de contacto que pone en marcha los grandes motores ciclistas. ¿Lo tiene Intxausti?

17 años después "Al ponerse de líder, al menos, ha dado ese paso adelante que todos llevábamos tiempo esperando y, seguramente, él también", responde Abraham Olano, la última maglia rosa vasca que también, como Marino ,estuvo plantado ayer frente al televisor para ver a Intxausti en el podio. Luego, suspiró. "Ya era hora de que alguien me relevase". Han pasado 17 años desde que fue líder del Giro. Vistió el rosa sobre su maillot arcoíris de campeón del mundo una tarde de mayo de 1996 y lo lució al día siguiente en una dantesca etapa camino de Aprica. Tonkov logró soltarle en el Mortirolo. Allí despertó de su sueño rosa.

"Pero es algo que no olvido y que es señal de que no me ha ido mal en el ciclismo", prosigue Olano con la humildad de siempre. "Vestir de rosa, como de amarillo en el Tour o la Vuelta, es algo con lo que sueñan todos los niños que empiezan a andar en bicicleta. En el pelotón se solía decir en broma que parecía mentira que nos partiésemos la cara entre nosotros por vestir un maillot rosita. Pero es un sueño, una gozada. Sé lo que debe estar sintiendo Beñat. Estará a gusto, pero no debe sentir la presión. Ahora son los otros los que están por detrás. Intxausti ha alcanzado el sueño rosa pero puede seguir soñando con más cosas". ¿El podio? "Creo que puede pensar en ello porque es completo: bueno contra el crono y bueno en montaña". ¿Ganar el Giro? "Bueno, alto, a ver". Calma.

Indurain, dos giros Esos dos sueños, podio y victoria final, duermen a una altitud mucho mayor que el de vestir la maglia rosa. Olano fue, precisamente, el último vasco en subir, junto a Unai Osa, al podio. Fueron segundo y tercero en 2001. Lo de ganar el Giro es otra historia. Solo lo ha hecho el gigante: Indurain. Ganó el de 1992 tras su primer triunfo en el Tour y repitió un año después. En 1994 Berzin le apartó del tercer triunfo consecutivo en aquella edición de la maravillosa etapa de Aprica con Pantani desatado en el Mortirolo, la escalada alucinante del navarro y la pájara en el Balico de Santa Cristina que le alejó de otra victoria histórica en el Giro. Eso le queda lejísimos a Intxausti, que, de momento y es mucho, durmió ayer envuelto en la sábana rosa y santa que hoy defenderá en la crono larga de Saltara. Seguro que a Marcos Gerediaga le hubiese gustado verlo.