beasain. "La mar sí que era dura". El frío en la trainera, la humedad inyectada en los huesos, las manos rojas y desnudas esposadas al remo, congeladas, el Cantábrico y su furia gélida salpicando la cara.
Lo recuerda Omar Fraile (Santurtzi, 1990), que antes de ser ciclista bogaba en la Sotera, ahora que vuelve a tener metido en el cuerpo el frío de un día de invierno en primavera. Le tiritan las palabras que salen de los labios morados. Está helado. Alberto cubre su largo cuerpo delgado con una chaqueta, pero sigue temblando. "Aún así", dice, "en días como hoy de lluvia, frío y hasta nieve, se disfruta". El calor se lo dan varias palmadas de reconocimiento en la espalda, un abrazo, algún beso sincero en la mejilla y las felicitaciones. Le dicen que es el amo, que se lo ha merecido y que ha hecho un etapón. "Bravo Omar, muy bravo". Y le piden el botellín como a las estrellas. Así, el chico olvida casi que ha entrado grogui a Beasain, con los ojos desorbitados, que se ha intentado bajar de la bicicleta, que se ha tambaleado y que Igor Romero ha tenido que volverle a montar para empujarle hasta la carpa donde se ha cambiado. Seco y agasajado. Es su victoria. La otra, la de la etapa, fue para Richie Porte tras atacar a tres kilómetros de meta y arañar cuatro segundos al resto de favoritos. La cosa, de todas maneras, sigue igual. Manda Henao con seis segundos sobre Nairo Quintana y su jefe Porte y diez sobre Contador y Spilak. Ninguno de ellos se movió ayer. Estaban congelados.
La lluvia de la mañana en la salida de Eibar era nieve en Azkarate, el primero de los diez puertos de una etapa pensada por el diablo para que ardiera la Vuelta y que acabó anestesiada por el frío. Eso y la dictadura del Sky. La ley de los vatios. Contra eso, solo sirve el instinto, el valor de un corazón sublevado. Uno como el de Omar Fraile, inspirado ayer. "Tenía buenas piernas".
El vizcaino atacó a 55 kilómetros de meta con Amets Txurruka, que hoy subirá al podio de la Vuelta como ganador de la montaña y las metas volantes tras una semana antológica, y como enseguida se vio que llevaba una marcha más, le dejaron que volara libre. En tres meses, Fraile ha encandilado a sus directores del Caja Rural. "Llegará a ser muy bueno", vaticinan.
Le señalan cosas como la de ayer. Se fue solo, remontó el minuto de diferencia que le llevaba el grupo de Rui Costa, Herrada, Dani Moreno, Talansky y Fulgsang y una vez recuperado el aliento les soltó en la segunda subida al muro de Olaberria, una camino de cabras estrecho y duro, con rampas del 20%, que catapultó al vizcaino a una aventura alucinante. "Sabía que era una locura, pero había que probar". Así se escriben las historias más bonitas.
Quedaban cuarenta kilómetros, seguía diluviando y tiritaba el mercurio. Y Omar, solo. "Aún así, he disfrutado". Remaba contra la marea en el llano, sufría, cabeceaba y resoplaba. Como en aquellos días en la trainera. "Pero durante cuatro horas". Un calvario. Cuesta arriba no sufría tanto. Era como si le empujara una ola. "Cada vez que llegaba un repecho me sentía aliviado. Me llevaba la afición hacia arriba con sus gritos y a mí se me ponía la piel de gallina". Por detrás venían los zorros a devorarle.
El momento de euskaltel Al trote venía Kiriyenka impasible, frío como el día, arrastrando al grupo que adelgazaba en cada repecho. Nadie meneaba una pestaña, pero Euskaltel-Euskadi mascullaba su estrategia. Su única oportunidad era Samuel; el lugar, Olaberria, el muro y su rápido descenso hasta la meta de Beasain.
Por eso puso a tirar a Gorka Izagirre camino del último repecho. Omar remaba ya con los riñones. "No me quedaban fuerzas". Pero sí esperanza. Es lo último que se pierde. "Pensaba que si lograba coronar el repecho tendría alguna posibilidad". A eso se agarraba para trepar por los porcentajes de Olaberria. A un sueño. "Iba en una nube". Y pedaleaba sobre la ola. "La gente, la gente? ¡Qué grande!". La cima estaba a cinco kilómetros de Beasain. Hasta ese puerto enfiló la proa Omar, pero se quedó a 300 metros o así. Cuando giró el cuello vio la silueta pequeña y azul de Sergio Henao. Siguió remando. "Pensaba en aguantarles y en volver a intentarlo en el llano a ver si sonaba la flauta".
Le pasaron silbando. Henao, Porte, Spilak, Weening... Y un Samuel imperial que aprovechó las rampas más duras para lanzar un ataque demoledor que esparció el grupo en mil pedazos en la subida, hizo sufrir a Contador, tieso y frío como un palo, y se lanzó sin red cuesta abajo. Solo sobrevivió el líder azul, Henao, que se agarró a la rueda del ovetense y allí se mantuvo quieto. Así, Samuel se quedó sin cuerda.
porte, el elegido En el Sky, los corredores reciben en su casa el plan para cada carrera. Es un documento de objetivos en el que se específica quién es el líder. O, lo que es lo mismo, con quién se va a ganar. En el de la Vuelta al País Vasco ponía Richie Porte. El elegido. Como en la París-Niza. Cazado Samuel, al australiano le valió dar un relevo en el grupo de favoritos a tres kilómetros para quedarse solo y plantarse en meta. Cuatro segundos más tarde llegó Samuel, cuyo equipo, Euskaltel-Euskadi, sigue sin salir del invierno. Su palmarés permanece congelado.
"Hemos salvado el día", reaccionó Contador, que no se ha movido en toda la semana. "A ver si recupero y entro en calor para disputar la crono. Las diferencias son pequeñas pero es cierto que Porte ha hecho unas últimas cronos impresionantes", zanjó el madrileño, que entró en el grupo que lideró Samuel por delante de Henao, Quintana, Weening, Gadret y Spilak.
A 41 segundos apareció Omar. Venía solo, calado, congelado y encogido. Le cambiaron bajo la misma carpa que a Porte, se le acercó, le felicitó, "congratulations", y este le devolvió una mueca casi de disculpa por ganar su etapa.