EL paso de la Vuelta por tierras guipuzcoanas levantó gran expectación entre los aficionados al mundo txirrindulari, que se agolparon en las cunetas a lo largo de los siete kilómetros y medio que separan Eibar del santuario de Arrate, donde se situaba la línea de meta de la tercera etapa. La mayoría se ubicó bajo la pancarta de los últimos tres kilómetros para el final. Jóvenes y no tan jóvenes. Hombres y mujeres. Niños y niñas. Euskaldunes, sevillanos, madrileños, franceses, belgas, alemanes y hasta colombianos. Familiares, amigos, o simples aficionados. Nadie se quiso perder el bonito espectáculo que horas más tarde ofrecería el pelotón.
Desde primera hora de la mañana la gente comenzó a peregrinar montaña arriba con sus coches, caravanas, motos y, por supuesto, bicicletas. Hubo quien aprovechó la prueba ciclista para dar unas pedaladas de más en su entrenamiento diario y acercarse a la localidad eibarresa desde sitios como Hondarribia o Tolosa. Animados ellos, pero todo sea por disfrutar con el ciclismo.
Los primeros en llegar no lo hicieron ayer, sino anteayer. Fueron los integrantes de la peña de Mikel Landa, que se instalaron a las siete de la tarde del domingo a poco más de dos kilómetros para la llegada. Después de pintar el nombre de su amigo en el asfalto por buena parte del recorrido, la cuadrilla del gasteiztarra trasnochó allí mismo a la espera del momento de animar al suyo. Un tiempo muerto que aprovecharon para descansar, hablar y beber algunas cervezas.
Sobre las diez de la mañana de ayer llegaron los más madrugadores. Después de realizar todo el trabajo en el caserío, una familia de Mendaro vestida con camisetas naranjas almorzaba tranquilamente alrededor de una mesa: Tortillas de patata, chorizo, anchoas, y varias botellas de agua y Coca-colas para aliviar la sed provocada por el sofocante calor. Y no pudieron llevar más por miedo a que la Ertzaintza les prohibiese el paso y tuvieran que subir andando con todos los trastos. Eso sí, que no faltara la televisión. Los mendaroarras siempre se ponen en el mismo sitio. "Llevamos varios años en esta curva. Nuestro Zafira lo conoce todo el mundo, y espérate a que encendamos la tele", relatan.
Algo más tarde, hacia el mediodía, llegaron desde San Pedro varios integrantes de Astarloza Taldea, con la intención de animar a Mikel, aunque no veían con malos ojos una hipotética victoria de su compañero Igor Antón. Y para matar el tiempo qué mejor que la bota de vino -alguno que otro lo convirtió en kalimotxo- y un buen bocadillo mientras comentaban el mal inicio liguero de los equipos vascos de fútbol.
Desde Legorreta fueron Ane, Mikel, Xabi, Sandra, Aratz, Juanjo, Mertxe y Ayara con la intención de apoyar a los corredores del Euskaltel Euskadi. "Venimos a animar a todos los vascos, pero en especial a Igor Antón y Mikel Landa. La pena es que no estén los hermanos Izagirre", comentan los más jóvenes, que animaban a cada aficionado que se exprimía al máximo por llegar a la cima, entre ellos la festiva marcha ciclista organizada por Esait, que reivindicaba el carácter nacional de Euskal Herria.
Los más tranquilos pasaron las horas de espera en el bar Ixua, que se llenó hasta la bandera de personas que pretendían almorzar, comer o simplemente tomar algo. Dentro de del mismo, compartían mesa y mantel varios integrantes, realistas por cierto, de Amets Txurruka Lagunartie, que apenas tuvieron que recorrer unos pocos kilómetros desde Etxebarria para animarle.
Todos y cada uno de ellos comenzaron a reagruparse sobre las cuatro y media de la tarde. En unas cunetas abarrotadas, la gente esperaba ansiosa, pegada a los pequeños televisores y transistores que tenían algunos. Contador, Valverde, Purito y Froome pasaron los primeros hacia las cinco de la tarde, perseguidos por un Igor Antón que se llevó una gran ovación. Más atrás pasaron el resto de corredores. Ninguno se quedó sin aplauso. Finalmente ningún vasco pudo ganar en casa, pero fue lo de menos en una nueva fiesta de los amantes del ciclismo. Los corredores lo agradecieron.