A los niños hay que escucharles, tienen mucho que enseñarnos", dice Neil Stephens, el australiano de Oiartzun, rodeado de dos de sus tres niños, Shayne y Lorea, a los que intenta domar en uno de los salones de hotel Holiday Inn Express de Derio, un ejercicio supremo de paciencia, lo que le hace concluir que "es más fácil dirigir un equipo que a los niños". De eso habla, de los niños y su equipo, el nuevo GreenEdge que tiene a todos asombrados en el arranque de la temporada. ¿Qué tienen que ver los niños y el GreenEdge? La respuesta es una pregunta.
En la salida de la primera etapa de Güeñes, los chicos del GreenEdge calientan sobre los rodillos, una imagen tan poco habitual como el ejercicio extra de Wiggins sobre el mismo aparato después de cada etapa de la pasada París-Niza. "¿Por qué lo hacéis?", le vino a preguntar un viejo amigo ciclista a Stephens. "¿Y por qué no?", le respondió el australiano.
"A veces les digo a mis hijos que hagan alguna cosa, cualquiera, y siempre me preguntan ¿por qué?". Ese por qué de los niños lo aplica el GreenEdge al ciclismo para cuestionarse tradiciones centenarias, detectar las equivocadas y cambiarlas por métodos que mejoren los resultados de sus corredores. "Es nuestro deber cuestionar todo lo que hacemos". Preguntas tan lógicas como ¿qué debe comer el ciclista? ¿Cuánto debe dormir? ¿Cómo debe entrenar? ¿Cómo debe preparar una carrera?
El GreenEdge busca respuestas en Varese, donde está la sede del equipo. Allí tienen un centro de alto rendimiento gestionado mediante un acuerdo con el Gobierno australiano que aporta los médicos, los fisiólogos y el personal de los laboratorios. Se debate y estudia todo lo establecido para comprobar que, efectivamente, tiene sentido. Cosas como las gomas que se meten en los tubulares, la anchura de las ruedas… El GreenEdge se lo pregunta todo. ¿Por qué esta dieta y no esta otra? Buscan lo mejor. La perfección. Hace tiempo que el ciclista mejora puliendo los detalles. Gota a gota. "Alonso no corre con gasoil", compara Stephens; "pues nuestros chicos son como Ferraris y se tienen que alimentar con lo mejor, entrenar de la mejor manera y tener el mejor material. Son muchas cosas. Todo cuenta".
La palabra vanguardia le asusta a Stephens porque le suena a rupturista y desconsiderada con la historia, así que prefiere quitar esa etiqueta a su equipo. "No podemos inventar la rueda porque ya está inventada. No venimos a inventar nada ni a sentar cátedra. Solo analizamos facetas del mundo del ciclismo para preguntarnos por qué hacemos las cosas que hacemos. Si está bien, seguimos copiando lo que hace la gente. Si no, buscamos mejorarla".
De las novedades que introducen apenas quiere mencionar nada concreto. Lo del rodillo antes de correr, la dieta, el material… El resto es secreto de estado. Pero el sistema funciona. Si en diciembre le hubiesen preguntado a Stephens cuántas carreras esperaba llevar ganadas en abril, habría respondido que dos como mucho. Lleva nueve. Algunas tan lujosas como la Milán-San Remo de Gerrans o la Volta de Albasini. Es el segundo equipo del World Tour, mientras que Gerrans lidera la clasificación individual. Y, sin embargo, de la victoria que más orgulloso se siente Stephens es de la crono por equipos de la Tirreno-Adriático. "Es la que verdaderamente refleja el trabajo que hemos hecho".
Mestizaje satisfactorio GreenEdge, ligado estrechamente a su federación, es un equipo australiano, como Stephens, pese a que hace años que vive en Oiartzun, sus hijos van a ikastola y hablan euskera, y acepta con agrado el apodo del australiano de Oiartzun. Suele decir que se puede sacar a un hombre de su país, pero no al país del hombre. De todas maneras, huye del chauvinismo. "El equipo es australiano pero tiene un toque europeo". "La cuestión no es ser australiano o dejar de serlo. Las ideas no tienen patria. Se trata de pensar fuera del círculo tradicional ciclista. Salir de esa burbuja, tomar perspectiva y ser capaz de valorar la tradición. Si hay que seguirla, que no sea solo porque siempre ha sido así".
Como Stephens, el GreenEdge nació en Australia pero tiene mucho de vasco. "Algunos le llaman la selección de Euskadi". Se refiere al cuerpo técnico. Tienen dos conductores de autobús, dos mecánicos, un fisio y un masajista de Euskal Herria. Ciclistas, todavía, ninguno. "Hay un par de ellos que estaría encantado que viniesen, pero es pronto de momento". No se mira el pasaporte para entrar en el GreenEdge. Pero se pregunta. En inglés. "Es un requisito fundamental. Hacemos como los vascos con el euskera. Se puede hablar en el idioma que sea, pero en cuanto hay uno en el grupo que no lo entiende, es obligatorio el inglés. La gente australiana tiene que sentirse en casa. No quiero que vivan la sensación de aislamiento que viví yo en mi época en Festina".
El equipo francés fue su último destino profesional. Corrió también en la Once y dirigió luego al Liberty Seguros y al Caisse d'Epargne. De Manolo Saiz y Eusebio Unzue dice que rescató muchas cosas buenas que trata de implantar en el equipo. "El otro día, sin ir más lejos pensaba en cómo actuarían ellos en la Volta cuando iba de líder con Albasini. Pero hay mucha gente que no está metida en el ciclismo que me ha enseñado mucho". De los niños aprendió a preguntar por qué.