urkiola
YO he llegado a estar un año entero sin tocar a mi mujer". Habla Jesús Loroño mientras sirve un txikito en la barra del restaurante que regenta en Bilbao. Es domingo 14 de mayo de 1978 y DEIA, con motivo del cierre en Donostia de la Vuelta a España, dedica un delicioso y desmitificador reportaje al oficio de ciclista. "Ni a peseta la pedalada", titula Beatriz Iraburu.
Han pasado 33 años y la de ciclista sigue siendo una profesión perra, pero la Vuelta no ha vuelto a programar una etapa en la CAV. Aquel domingo, la cosa acabó como el rosario de la aurora. Eran los años de hierro: Leizaola y Tarradellas se entrevistaban en secreto en Baiona, Felipe González se declaraba "partidario de negociar con ETA" y las portadas de los periódicos destinaban espacios que hoy resultarían escandalosos, por insuficientes, por secundarios, a los atentados, casi diarios, de la banda armada.
Hablar de lo que ocurrió aquel día y los anteriores, de la profesión de ciclista y del regreso de la carrera a Euskadi era el encabezado de la invitación que DEIA trasladó la pasada semana a Andrés Gandarias (Ibarruri, 1943), Javier Elorriaga (Abadiño, 1947) y José Luis Mayoz (Aginaga, 1954), tres de los contados ciclistas vascos que tomaron parte en aquella Vuelta de 1978. La cita es en la cima del alto de Urkiola, en el bar Bizkarra, que custodia su última rampa, en torno a una mesa con vino, café, chorizo, queso y nostalgia.
Andrés Gandarias: ETA había puesto en el 68 o 69 [fue el 9 de mayo de 1968] una bomba en Urbasa. Iba Uribezubia escapado, y Gabika y yo tras él. ¡Brrrruuuuuuum! Miramos hacia arriba y la carretera estaba levantada. Uribezubia ya había pasado. Gabika me mandó parar. Llegó el paquete y paró, pero Uribezubia seguía. Querían pararle y él que no, que tenía ganada la etapa. Al final, le bajaron de la bici, nos metieron en autobuses y todos a Pamplona.
Javier Elorriaga: Ese fue un incidente serio, pero posteriormente apenas hubo nada. Ni siquiera en 1978. El problema es que cuatro gatos te pueden liar una buena. Mira lo que pasa en los frontones con Titín, las pitadas que le caen. No son mayoría, pero parece todo el frontón.
A. G.: Y en parte es lógico. Titín se podía haber dedicado a hacer cacahuetes y no política. Lo mismo se puede decir de ese corredor vasco que, ahora que no gana dinero, se manifiesta contra la Vuelta a España. Cuando le vea le voy a decir: "Pocos cojones tuviste cuando, con Euskaltel, corriste la Vuelta. Podías haber dicho entonces que solo corrías las carreras de casa, ¿no?".
J. E.: Aquel día, en 1978, veníamos de Amorebieta hacia Durango y Iurreta para subir Areitio. Nada más pasar el surtidor, junto a la empresa Zaga, había unas apeas en una obra. Alguien las echó a la carretera, pero allí no quedó ni Dios. Se acercó la Guardia Civil y no pasó nada: quedábamos ciclistas, organizadores, policía... y las apeas.
José Luis Mayoz: No era nada, cuatro maderas de árbol atravesadas.
A. G.: Nos metieron en coches y autobuses y fuimos hasta Zarautz por la autopista. Bergareche [organizador] me acusaba de boicotearle la Vuelta a España. "Que yo no pinto nada", le repetía. Y él me decía que los viejos teníamos que dar ejemplo. Pero yo me había enterado de que junto al hostal San Blas había botellas escondidas para echarlas a nuestro paso, y que bajando Areitio había preparadas unas hormigoneras con no sé cuántas toneladas de cemento.
J. E.: Pero la decisión de suspender la etapa la tomó la organización. En Zarautz se volvió a dar la salida y se llegó normalmente a Anoeta. Ganó Perurena. Y por la tarde, en la contrarreloj, a algunos les echaron piedras, arena a los ojos…
A. G.: El primero en parar fui yo. Detrás de mí venía un francés. Una señora se acercó a mí y me dijo: "No se preocupe, Andrés. Ez da ezer pasauko [No va a pasar nada]. Pero la carrera se ha acabado". Y me viene el francés: "Gandarias, qu'est-ce qui se passe?". "No es grave", le digo. "¿No grave?". Estaba acojonado.
J. L. M.: Los problemas fueron para los últimos de la general, que salían antes. Los que salimos al final disputamos la crono con normalidad. Eulalio García, de hecho, pasó del cuarto al tercer puesto, pero al anularse la etapa se quedó sin podio.
A. G.: Yo me alegro de que la Vuelta vuelva a Euskadi, porque mi hijo pequeño, Unai, va a Francia y a Italia a ver los Pirineos y los Alpes, y como a otros muchos le cuesta dinero. Y ahora que nos viene aquí una gran vuelta, aunque sea la española… ¿Acaso cuando viene el Real Madrid todos esos no van a San Mamés? ¿Y no van luego de vacaciones a Benidorm y a Marbella?
¿Cómo era la vida de un ciclista a finales de 1970?
A. G.: Mucho más dura que hoy. ¡Buuuuffff! No teníamos ni médico. Medicina, cero. Andábamos de oídas. ¿Entrenamientos como ahora, que el director te dice cuánto tienes que hacer? ¡Ja! Cuántas veces he ido yo a casa de Javi (Elorriaga), le he inflado las ruedas, siendo yo mayor, y le he dicho: "Javi, tienes que entrenar así, así y así". Íbamos a nuestro aire. Yo he corrido en grandes equipos, pero nunca he preparado una crono por equipos. ¡Qué cojones!
J. E.: Yo corrí en 1973 una contrarreloj en Calpe con tubular de repuesto y ruedas viejas.
A. G.: ¡Un tubular debajo del sillín!
J. E.: Y Perurena le decía a Barrutia: "Antón, ponle ruedas nuevas que te va a ganar la contrarreloj". Veníamos de la Lieja-Bastogne-Lieja, yo había andado un montón. "¡Qué va a ganar! Este tiene que trabajar". ¡Cinco segundos me sacó Merckx!
J. L. M.: De médicos no teníamos ni idea aquí, porque en el extranjero sí que había cosas.
A. G.: Ni teníamos un calendario de carreras como los de ahora: esto, esto y esto. Corríamos lo que mandaban.
J. E.: Empezábamos en Andalucía, en febrero, y acabábamos en octubre, en el Giro de Lombardía.
A. G.: Y si no andabas, te venía Langarika y te decía: "Claro, Gandarias: chica y coche". En la París-Niza me salió una tendinitis, y me decía: "Mucho coche y mucha cama". Y luego, la Vuelta al País Vasco: "Si no andas, no corres la Vuelta a España". Nos amenazaba en lugar de preocuparse y llevarnos al médico.
J. L. M.: Ahora la carrera va atada. Antes lo mismo había batalla de salida y se rompía todo en el kilómetro 10. Ahora eso es impensable.
J. E.: Las diferencias te las daba una moto con pizarra, pero nunca te enterabas bien.
A. G.: Cuéntales, Javi: Orense-Ponferrada, la etapa más bonita que has ganado, y has ganado 44. 27 corredores fuera de control. Os dije: "Comed bien que hoy va a ser criminal".
J. E.: Era mi último año, 1980, contigo de director en el Flavia. Hacía un frío de la leche y los belgas estaban calentando para atacar de salida. Se salía para arriba, empezaron a dar leña… y todo roto. Me quedé con un italiano, un francés, Úbeda y otro. Les ataqué a 80 kilómetros de meta. Yo te preguntaba: "¿A cuánto tiempo vienen?". Y tú: "¡Sigue, sigue! ¿Cómo cojones te van a coger si vas a 60 por hora?". Fíjate qué información teníamos. Saqué cuatro minutos al segundo, y eso que se me cayó encima la pancarta de montaña.
J. E.: Entre el pinganillo y la televisión en el coche del director, el ciclista es hoy un mandado.
A. G.: Nuestro pinganillo era Ocaña: si se le cruzaban los cables y había un puerto de salida, a hostia limpia hasta meta. Pero es que los cojones de Ocaña, ¿quién los tiene ahora?
J. L. M.: Era mi ídolo Ocaña. Cuando estaba bien, ni Merckx. Se metiera lo que se metiera.
J. E.: Merckx era más que Ocaña. Ocaña estaba muy bien de vez en cuando, y al final solo en el Tour, pero Merckx estuvo bien diez años.
¿Cuánto ganaba un ciclista? ¿Daba para vivir de forma desahogada?
A. G.: Elorriaga corrió en buenos equipos y siempre cotizó bien; Mayoz corrió en equipos grandes y ganaba bastante menos; y yo empecé cobrando poco y me jubilé cobrando poco.
J. L. M.: Lo más que gané fue 40.000 pesetas al mes.
A. G.: Cuéntales cuando tiraste la bicicleta en la Clásica San Sebastián.
J. L. M.: Como guipuzcoano, me hacía ilusión ganar la montaña, y coroné los dos primeros puertos. Pero un compañero, Ismael Lejarreta, estaba endureciendo la carrera para su hermano, Marino, y subiendo Elgeta la endureció tanto que me impidió puntuar. Me enfadé tanto que tiré la bicicleta al barranco, me metí al coche y me fui a casa.
A. G.: Cuenta, Javi, la que nos organizó el padre de José Luis, Cándido, cuando fuiste segundo en el maillot verde detrás de Thurau [1976].
J. E.: Tras la Vuelta fuimos al restaurante de Cándido en Lasarte, el Dana-Ona. Vinieron los belgas, estaríamos 40 o 50. Había champán…
J. L. M.: ¡Y angulas para todos!
J. E.: Ahora las angulas se sirven en una cazuelita. ¡Pues el padre de este las sacaba en cubos de hierro hasta los topes, como si fuese sopa!
Vamos, que buenas chuflas también se hacían entonces.
J. E.: No te creas. ¿Qué tomaríamos aquel día: un par de txikitos y un poco de champán? Estábamos pensando ya en la siguiente carrera, porque a nada que hicieras una canallada, te jodías la forma para un mes.
A. G.: O eso era lo que pensábamos. Eso era lo que nos habían inculcado.
J. L. M.: Hasta hacer el amor nos tenían prohibido. Nos habían mentalizado de que era malo.
A. G.: Te comían la cabeza Langarika y los demás.
J. E.: ¿Sexo? Tres o cuatro meses antes de la Vuelta o del Tour, nada de nada. Prohibido.
¿Y las bicicletas?
J. E.: Entonces corríamos con cuadro Alan de aluminio, el primero, y grupo Campagnolo Record. La bici pesaba unos 9 kilos, frente a los 7,2 kilos, 8 kilos de las de ahora. Y usábamos unos tubulares, los Clement Criterium Seta Extra Campionissimo, que valían 6.000 pesetas. Fíjate si había que pagar. Si querías ganar un campeonato de España o una carrera importante, en lugar de esperar a que te los comprara el equipo, te los tenías que comprar tú.
A. G.: Y los ponías debajo de la cama, con polvos talco, a secarlos.
¿Qué recuerdan a nivel deportivo de aquella Vuelta a España de 1978?
J. L. M.: Tras ayudar a varios compañeros acabé 18º, pero pude haber hecho entre los diez primeros. Me fui con la conciencia tranquila porque hice quinto al sprint en Anoeta. Y en la etapa de Artxanda coroné El Vivero, pero en la bajada al parque de atracciones me cogieron.
J. E.: Yo gané la etapa de Barcelona. Era buen contrarrelojista y esprinter. Subíamos Montjuïc, bajar y meta. Llegamos unos 30.
A. G.: Yo fui líder virtual en Catalunya, y si tengo un segundo director normal… Ataqué de salida y subiendo el anteúltimo puerto tenía ocho minutos. Mi director ya estaba brindando con champán en el coche. Faltando kilómetro y medio de la última subida me cogen ocho o nueve tíos. ¡Ay Dios! Lo que hablábamos de las referencias. Me tiré toda la noche llorando.
J. E.: Y en Amurrio, Hinault.
A. G.: Yo con Hinault había pactado que iba a atacar antes de Orduña. Había planeado toda la etapa: yo, cabeza poca, pero era perro viejo. Y me escapo. Pero resulta que ataca Alberto Fernández. Era de mi equipo, ciclista con gran porvenir, que hizo segundo en una Vuelta a España antes de matarse con su mujer en un accidente. Los del equipo trataron de pararle, diciéndole que la etapa estaba arreglada, pero él ni caso. De pronto, en el repecho de Aiurdin, camino de Amurrio, me coge Hinault y me dice: "Allez! Allez!". ¡A 60 por hora y en plato grande! Nunca me han dolido tanto las piernas. Hinault me echó en cara que, habiendo pactado la víspera, Alberto Fernández hubiese atacado. Estaba cabreado, y cuando Hinault se cabreaba… Me dejó y llegó solo.
J. E.: Si Hinault arrancaba, agur.
A. G.: Hinault, Merckx, Ocaña... Son otra historia. Cuando un campeón se cabrea, olvídate.
Llevamos una hora hablando de ciclismo, y no hemos pronunciado la palabra 'dopaje'. Buena señal.
J. E.: Ahora hay muchísimas más trampas que entonces, que solo tenías A o B. Solo se perseguía la anfetamina, no había más, y hacía más dolor de cabeza que mejora en el rendimiento. Si no te entrenabas bien y te cuidabas, no tenías nada que hacer. Nuestras ayudas eran el Cola Astier [una variante francesa de cola: Bahamontes decía que su secreto para los kilómetros finales era dos cafés, media copa de coñac, Cola Astier y Agua del Carmen], un azúcar granulado y nada más.
A. G.: Y quince gotas de coramina.
J. E.: Y todo el que se arriesgaba con anfetaminas, caía.
A. G.: Positivo al canto. Y no como ahora, tres meses o un año a vueltas con los positivos… A los diez o veinte días, sanción.
J. E.: Yo he meado más de cien veces en pelotas delante de los médicos.
J. L. M.: Nosotros éramos nuestros médicos. Te puedes imaginar lo que tomábamos, prácticamente nada. No éramos doctores, sino ciclistas. Los corredores están ahora bien asesorados. Ahora parece que el ciclismo se ha limpiado prácticamente al cien por cien.
Para el cierre, vuelta a los clásicos, vuelta a Jesús Loroño, vuelta al 14 de mayo de 1978. "Que si me he dopado alguna vez? ¿Y quién no lo hace? El estudiante toma centraminas para no dormirse, el conductor toma café para mantenerse despierto, el representantes toma cubalibre para estar animado y vender más".