bilbao. La temporada despereza estos días en Australia y Argentina, en el verano austral donde liberan sus músculos enjaulados los esprinters en el Tour Down Under -las caídas del líder Goss, Cavendish, Greipel, Meyer o Julian Dean en los tres últimos kilómetros enredaron ayer un sprint en el que surgió del caos Ben Swift, del Sky, para llevarse el triunfo; McEwen lidera la carrera- y los escaladores en San Luis, en la cuesta del Mirador del Potrero que entroniza a José Serpa, con Eros Capecchi, aquella joya atascada de Matxín que ahora corre en el Liquigas, y Xabi Tondo portentosos, con Iker Camaño notable, 16º y mejor vasco. Y en lugar de eso, lo que tampoco sorprende, el foco ilumina a Lance Armstrong, que a cinco etapas del fin de su historia, de su retirada definitiva, pierde la paciencia y, con ello las formas, con un periodista: "Amigo, ¿eres estúpido? ¿Qué parte de "no voy a hacer declaraciones" no entiendes?".

Sacó al tejano de sus casillas la insistencia por extirpar su reacción ante la última gran revelación de la revista Sports Illustrated sobre las supuestas prácticas de dopaje durante su carrera deportiva. "No voy a hacer declaraciones", respondió Armstrong una vez. "No tengo nada que decir", luego. "Vuelvo a repetir que no existe nada", finalmente, antes de reventar. "Son nuevas noticias de viejos conocidos, de fuentes sin crédito", reaccionó escueto su portavoz, Mark Fabiani.

Ferrari, HemAssist, Epo... Las nuevas acusaciones contra Armstrong, que se suman a las que Floyd Landis, su viejo amigo menonita, vertió el pasado mes de mayo y que provocaron la apertura de una investigación federal que lleva a cabo el implacable Jeff Novitzky que destapó el caso Balco, le relacionan con el doctor Michele Ferrari -acusado en Italia de haber suministrado sustancias dopantes a deportistas, aunque luego fue absuelto- en 2009, el año de su regreso, cuando el tejano había asegurado que su colaboración había terminado en 2004.

También revela la publicación deportiva americana, que ha investigado documentos e interrogado a testigos en Europa, EE.UU. y Nueva Zelanda y que asegura que si se demuestra la culpabilidad de Armstrong "será el más triste engaño de la historia del deporte", que desde finales de los noventa el tejano tuvo acceso a un fármaco experimental desarrollado por Baxter Healthcare Corp. llamado HemAssist, un sustituto de la sangre, un transportador de oxígeno preparado a partir de hemoglobina humana modificada con efectos similares a la EPO y que se comenzó a utilizar en su sustitución a principios de siglo.

Recoge la publicación testimonios de Landis. En uno de ellos, recuerda un viaje en jet privado a St. Moritz en el que la policía de aduanas revisó el equipaje de Armstrong y encontró jeringuillas y medicamentos con etiquetas en español, pero que no ocurrió nada porque el tejano convenció a los agentes de que se trataba de vitaminas y material para su aplicación. Armstrong, ha negado que tal incidente hubiera ocurrido.

Como también ha negado, "no existe nada", que antes incluso de que el cáncer de testículos le apartara del ciclismo, entre 1993 y 1996, tres controles antidopaje dieran valores anormales de epistestosterona-testosterona: una proporción de 9 a 1 el primero, 7,6 a 1 el segundo y 6,5 a 1 el tercero, cuando el límite permitido entonces era 6 a 1. Don Catlin validó esos resultados, al menos dos, como naturales. Y desmiente la acusación de Stephen Swart, neozelandés que corrió en el Motorola en 1995, que señala a Armstrong como "el instigador" del consumo de EPO en el conjunto americano y que un día de descanso del Tour de aquel año -el de la muerte de Casartelli y el triunfo en Limoges- el tejano llegó a marcar "un 54 o 56% de hematocrito".