bilbao. La dimensión de un ciclista se mide verdaderamente cuando se expresa en los entornos extraños a la condición física que describe su código genético. O sea: Alberto Contador, un tirillas de músculo largo y estirado y andamiaje liviano que vuela en Verbier, sobre los Alpes, en cualquier cuesta, sometiendo a Fabian Cancellara, una bestia, un amasijo de músculos, en la crono de Annecy, llana, en torno a su lago, del pasado Tour de Francia. O, más cerca, Igor Antón, un grimpeur con ascendente, pues todas sus victorias profesionales, la primera en Calar Alto, las ha celebrado bajo pancartas de meta colgadas en altitud, que ayer, un día después de que en la cima de El Morredero volviera a sentirse un ciclista pleno después de una pesarosa travesía, de que dejara perplejo al propio Contador al salir propulsado a kilómetro y medio de meta, de que vistiese un maillot de líder casi dos años después de aquel de la Vuelta a Suiza, se sorprendía a sí mismo en una crono corta, 15 kilómetros, y dura, que resultó ser la mejor de toda su vida. Tremenda, aunque no suficiente para subsistir al asedio del jefe del Astana, sublime, líder y con la Vuelta a Castilla León, la tercera de su carrera, más que nadie antes, en el bolsillo a falta de la última etapa de hoy.
Fue tercero Antón, a 54 segundos del inalcanzable madrileño pero a sólo 21 de Brajkovic, acabará segundo la ronda castellano-leonesa -si todo discurre con normalidad hoy- como en la Euskal Bizikleta de 2008 y, sobre todo, envía a la afición un mensaje inequívoco que confirma que su recuperación es absoluta, que su talento no se quedará diluido en la duda, que ha sufrido, ha convivido con el desasosiego pero que ha sabido sobreponerse para rearmarse. Y en esa reconstrucción, pausada, nunca acelerada ni presurosa, cabe la posibilidad de que el galdakoztarra se haya convertido en un ciclista diferente, menos impulsivo, más equilibrado, cerebral.
"Eso", decía tras ganar en El Morredero, "no lo sé. No lo pienso. Sé que soy Igor Antón, no sé si distinto al de antes o al de después, aunque sí más experimentado". Lo demostró en la subida leonesa, donde se expresó frío donde antes hubiera sido acalorado, loco, joven, y contundente en lugar de discutible. "Me quedo muy satisfecho", acertó a sintetizar el ciclista de Euskaltel-Euskadi, que seguirá explotando su forma en este mes de abril, en el Tour de Romandía y no en las clásicas de las Ardenas hacia donde dirige ahora sus pasos Contador, que correrá el miércoles la Flecha Valona y el domingo la Lieja-Bastogne-Lieja después de lograr la quinta victoria de la temporada, la primera contra el reloj.
"Tenía muchas ganas de hacerlo bien y de intentar conseguir la victoria. Este año todavía no había ganado una contrarreloj y era el principal objetivo. Estamos trabajando en mejorar la bici de crono y hemos logrado un resultado muy bueno, porque ha habido diferencias", concedía el bicampeón del Tour, quien apuntalaba su confianza, si es que alguna vez se vio resentida, tras la crisis de la subida a l"Ospedale del pasado Criterium Internacional y la derrota ante Antón en El Morredero, y advertía, de paso, a sus rivales del Tour -con algunos como Andy Schleck se cruzará ahora en las Ardenas- que él, el mejor escalador del mundo, sigue progresando en un entorno diferente al que le describe su genética, sobre la cabra negra que cubre de sudor para ser un ciclista inabordable.