Las cámaras se esforzaban por captar el plano. Un pequeño papel polícromo, del tamaño de medio folio, en el centro de un paspartú. Lo sostenían la diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, e Iñaki Urricelqui, del que hablaremos enseguida.

Los objetivos querían encuadrar bien el papelito y la gran vidriera que quedaba a las espaldas de las personalidades. La vidriera que ilumina la señorial escalera principal del Palacio Foral y las estancias públicas de la planta noble.

Resulta que se trata de la misma escena. La del modesto papel trabajado con lápiz y acuarela. Y la de la magnífica vidriera. Bizkaia, representada como una mujer en la flor de la vida, recibe en la Casa de Juntas de Gernika, ante el Roble, a distintos personajes que encarnan a la navegación, la agricultura, la minería, la industria, las ciencias y las artes.

La humilde acuarela la firmó nada menos que el bilbaino Anselmo Guinea, uno de los más importantes artistas plásticos vascos de la segunda mitad del siglo XIX, lo que no es poco decir. Y el papelito contiene uno de los bocetos de vidriera, que fue construida por la casa Antonio Rigalt y Compañía. Se trataba de uno de los principales talleres de vidrieros que surgieron en Cataluña a finales del siglo XIX y principios del XX y cuyas obras están repartidas por todo el mundo. Como marca la época, tiraban a modernistas.

Y ahí es donde entra en juego el doctor en Filosofía y Letras navarro, Iñaki Urricelqui. Suponemos que a la búsqueda de materiales para algún nuevo libro, lleva escritos más de media docenas de ensayos sobre distintas temáticas, o por mero interés laboral, ya que es técnico de museos del Gobierno de Navarra, tropezó en un anticuario o librería de viejo de Barcelona con un papel que no dudo en comprar. Ayer escenificó su donación al Museo de Bellas Artes de Bilbao.

“Es un placer para un ciudadano amante del arte realizar esta entrega”, aseguró quien se describió como “propietario accidental” de una acuarela que “pertenece a la ciudadanía de Bizkaia”. Afirmó el donante que se congratulaba especialmente de que el pequeño Guinea terminé formando parte de los fondos del Museo porque guardaba un gran recuerdo de las prácticas que realizó en la pinacoteca bilbaina en 1999.

Elixabete Etxanobe, presidenta de la Junta de Patronato del Museo, manifestó su “profundo agradecimiento” por haber dado con el boceto “de una las obras más admiradas de este Palacio”.

Miguel Zugaza, director del Bellas Artes, subrayó el trabajo de la diputada foral de cultura, Leixuri Arrizabalaga, quien, a la búsqueda de originales relacionados con e1 125 aniversario del Palacio Foral, encontró el modo para que cuajara el proceso de donación. Valoró también Zugaza la generosidad de Urricelqui.

Tras el acto institucional, el técnico del Departamento de Archivo y Documentación del Museo, Mikel Lertxundi, pronunció, a salón lleno, una conferencia sobre el programa ornamental del Palacio.

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Se sentaban en primera fila Guillermo Zuaznabar, conservador jefe del Museo de Bellas Artes, y Leire Jauregibeitia, gerente de la entidad.

Acudieron el diseñador gráfico José Luis Fernández, con su hermana María Eugenia y el ingeniero José Antonio del Caz, así como Cristina González Barrios, el profesor de diseño de IED Kunsthal José Luis Revuelta, Karmelo Tamayo –de VBO Bilbao–, Ignacio Suárez Zuloaga –de la Fundación Zuloaga– , Susana Astigarraga, Juan Carlos Zabalo, María Iruarrizaga, Cristina Mendía, Ana Merino, Elena Sánchez Alonso, Loiola Martínez con Mertxe y Kontxi Arrillaga, Begoña Goikolea, María Carmen de Santiago, Marta Jauregui, Eusebio Corcuera, Estefanía Tardío, Jon Ander Tomás, Cristina Larrinoa o Ricardo Villarreal. “No hay donaciones grandes o pequeñas”, recalcó un agradecido Miguel Zugaza.