EL ensayo de los integrantes del grupo folclórico Lumumba, de Dodoma, antes Dar -es- Salaam, capital de Tanzania, sacó chispas al suelo y a la megafonía. El señor Masafa, coordinador del grupo, corrigió la ecualización del sonido hasta quedar satisfecho. Mariamu Shaa, Ahmad Dadi, Salha Hussein, Annete Aprilette Staney, Tabia Said, Anna Marzak, Aziza Hamisi , Twayb Kondo y el resto de los integrantes del conjunto aún no se habían ataviado con los trajes típicos. La voz de Annete sonaba a gloria convertida en canto.
Wilffedo Solís, del ballet folclórico Manuel Acosta, de Bolivia, se ajustaba la camisa azul bajo un amplio sombrero de paja. “La mayoría venimos de la zona de La Paz, pero hay componentes originarios de Cochabamba o Tarija; acá vamos a interpretar danzas típicas de la zona oriental del país, y también un baile de guerra de indígenas del Amazonas”, detalló. Para esa danza se calzaron Álvaro Salas y Gabriel Rodas unos vistosos tocados de plumas y unos ropajes de colores vivos. También formaban parte del conjunto Héctor Jauregui, Rodrigo Salazar, Carlos Choqué o la cantante Ámber.
Iba a comenzar la última actuación de la XXXVII edición del festival Folklore Bizian, que empezó hace una semana en Galdakao y ha estado presente en Sopela, Usansolo y Areatza. Concluía ayer en las pistas cubiertas de Arrigorriaga.
Julen Sagarminaga, de la organización del festival, explicó que “traemos siempre dos grupos de diferentes lugares del mundo, les buscamos alojamiento, les acompañamos y estamos para lo que necesiten durante el festival”.
En muchos casos, los conjuntos que participan en Folklore Bizian continúan después de gira por Europa, lo que sucede con los bolivianos de Manuel Acosta, que pasarán por Francia y Suiza antes de regresar a Portugalete y seguir su periplo.
Folklore Bizian intenta que las actuaciones de cada edición constituyan expresiones de comunidades muy diversas para enriquecer así al público que asiste a las actuaciones y dar fuelle a la interculturalidad. “Además, este año, el grupo boliviano es más de danza y el tanzano más de música y teatro”, abundó Julen Sagarminaga.
La tercera pata de la mesa del buen folklore de ayer en Arrigorriaga la formaba el Andra Mari de Galdakao, entidad impulsora del festival, que se presentó con 16 bailarinas y bailarines y cuatro intérpretes de instrumentos tradicionales. Sumarían a un tema navarro algo propio de la comarca: la Jota y Porrusalda de Arratia. Sería cosa de Javier Zubero, Olatz Sagastigordia, Eihartze Pulido, Amaia Carregal o Gorka Uriarte.
Para las siete y media, hora de inicio de la kalejira previa a las actuaciones, se había acercado numeroso público. Maribel López, Isabel Fernández, Juan Antonio Castro, Jesús Martín, por ejemplo, aseguraron que, salvo raras excepciones, asisten al festival. “Nos gusta mucho desde el principio, cuando se hacía en la plaza”, afirmó Isabel. Jesús evocó el primer año, en el que participó un grupo italiano que lanzaba objetos al aire.
Entre quienes se acercaron se contaban también Pilar Rodríguez , Santos Pérez, Miren Bilbao, Javier García, Santos Barra, Javier Urreta, Carlos Zarraga, Aintzane Ipiña, Nieves Alonso, Julián Gómez, Arturo Lastra y Aitor Rodríguez.
Antes de que arrancara el espectáculo ya había dispuestas dos mesitas en el acceso con sendos mercadillos de artesanía andina y africana. Por un lado zanfoñas, quenas y hasta un par de charangos. Y por el otro, telas y bisutería. Hubo quien trató de regatear con el joven tanzano al cargo de uno de los puestos, con poco éxito ante la ausencia de un idioma común.
Sonaron los bongos, el txistu y las quenas y comenzó la kalejira. Tres continentes dieron una vuelta por Arrigorriaga antes de bailar.