Ellos y ellas aman la vida en verso y entre melodías, quizás como antídoto contra la prosa seca, los ruidos o el silencio forzado. Ellos y ellas son los integrantes de la organización Noches Poéticas-Espacio Davinci que ayer, en la clausura de la temporada, se despidieron como Dios manda. ¡Nos vemos en los bares!, gritaron. La poesía, que tantas veces se ha catalogado como flor de pitiminí en la botánica de la vida por la gente pooc sensible, tiene otra forma golfa y salvaje de leerse, de sentirse o de vivirse. Julián Borao, Julio González Alonso, Ainize Basalo (el cartel del encuentro, suyo, era pura virguería...) y Andoni Mendia, los cuatro jinetes de Noches Poéticas, e Ibon Elguezabal y Sandra de Fernando, patriarcas del Espacio Davinci, defienden esta teoría y, vista su capacidad de convocatoria, lo hacen con acierto. Les siguen con fervor.

Fue una tarde-noche explosiva, divertida y emotiva, que arrancó al compás del ritmo que marcó el pianista Mikel de Vicente. La gente se saludaba como si perteneciesen a un club privado, a un clan secreto. Muchos de ellos se conocían de otros días, de otras veces. La velada tuvo, con el protagonismo clásico de la lectura de poemas, un acto hasta la fecha inverosímil: la concesión de los premios del I Concurso del Poema promovido por Noches Poéticas y patrocinado por el Espacio Davinci, con el apoyo de Varma y Gin Macaronesian, una bebida apropiada para la cita. No en vano se elabora con agua volcánica de Canarias, con el enebro del bosque de Laurisilva y la sal atlántica de las costas de la Macaronesia. ¿No les decía?, puro verso.

“¿Alguna vez has visto la luz de alguna tarde y has pensado Ay, esta luz de hoy, esta luz, es la misma luz que otra tarde?”. Así comienza el poema Lección de metafísica budista de Isidro Vicente Molina, quien ganó el primer premio del certamen. Se llevó una cesta de licores valorada en 200 euros y un lote de libros de la colección NP. La cesta valorada en 100 euros y otro puñadito de libros reservados para el segundo premio fue para Manuel Molina Reina por su obra Renta per cápita, y los 50 euros y otro premio libresco fueron para Jaime Yakaman por su obra Poema de tres minutos. Recogieron su premios con indisimulado orgullo. A lo largo de la tarde se homenajeó, a su vez, al músico cubano Alex Méndez, durante un largo tiempo afincado en Dinamarca. Ayer su son flotó por la calle Arbolantxa, procedente del propio Espacio Davinci.

¿Quién dijo que la poesía es literatura de té y pastas, de media tarde llovida? Miremos a la concurrencia a la cita de broche de esta temporada, hasta el próximo septiembre. Todo eran sonrisas y diversión. Antonio Molina contaba, sotto voce, que tiene una obra de teatro vinculada con Orduña bien mirada por las editoriales y lo hacía con emoción. En su mesa estaban sentados Jesús Trincado y Edurne Lasurtegi y en la mesa vecina Alberto Infante, escritor, poeta y médico. Llegó Isidro acompañado por Ibai Velada y se fotografiaron ambos con Garazi Ibaceta y Nerea Pedraz. Pura juventud. Allí mismo se encontraban José Manuel Ezquerra, Manuel Vicente Cajón, escaparatista creativo, decorador, escenógrafo, poeta y rapsoda; Alberto Arzua, bajo de Los Santos, grupo de los años ochenta que formó junto al vocalista José Ignacio Dermit Campos, y la guitarra de José Antonio López Iturriaga, Julia Lasagabaster, Rosa Rubio, Santi Agirre, Mikel Uriarte, Manuela Tamayo, Josean Etxebarria, Maite Alonso, Miguel Ángel Martínez, Isabel Mendizabal, quien se encontró con el encuentro cuando iba a tomarse una cerveza, Ainhoa Zarate, Maite Lorenzo, agitadora cultural de largo recorrido, Marta Ugartechea, Andoni Molina, Izaskun Etxebarria, Santi Muguruza y una legión de gente que disfrutó de una despedida que sonó como los ángeles. Volverán, seguro que volverán.