A las siete menos cinco de la tarde, cuando ya casi todo el mundo se había sentado en Bidebarrieta Kulturgunea, llegó Eduardo Mendoza. En plena forma a sus 81 años, el autor barcelonés tenía aire de diplomático en día libre y vestía el sport contenido de quien ha abandonado la esclavitud de la corbata. Se había dado un paseo por el Casco Viejo. “Vengo a menudo a Bilbao, de incógnito”, bromeó el premio Cervantes y, sin duda, una de las plumas más importantes de la literatura en castellano del último medio siglo.

Presentaba su decimonovena novela, Tres enigmas para la Organización. Charló sobre la obra durante casi una hora con la periodista del área de cultura de Radio Euskadi Idoia Jauregi, antes de abrirse a un coloquio con la concurrencia y pasar a la firma de ejemplares.

El aforo no se completó por muy poco. Una hora antes, a eso de las seis, comenzó a formarse una cola de asistentes que terminó dando la vuelta completa a la hermosa escalinata de la biblioteca bilbaina. El interés por Mendoza era apreciable.

Abundaban fans que peinaban canas. O autodenominados forofos, caso de Enrique Ezpeleta, que presumía de guardar en sus estanterías casi todos los libros del autor “incluso un ensayo sobre la arquitectura de la Barcelona modernista que escribió con su hermana”. Aprovechó para adquirir el nuevo.

Beatriz Pérez aseguró que su Mendoza preferido era Sin noticias de Gurb, mientras que María Juárez se inclinaba por El laberinto de las aceitunas. También pasaron por el punto de venta que montó Librería Universitaria, María Eugenia Arranz y Andoni Pastor, quien subrayó, que todas las novelas del autor de La verdad sobre el caso Savolta son buenas sin excepción.

Asistieron personalidades de la cultura, como el director del FANT, Justo Ezenarro; Carolina Ontivero, de Ja! Bilbao; José Antonio Martín, de Editorial Planeta; la programadora Bego Morán, o las escritoras Ana Díez Varela y Rosa Arcos. Esta última, bancaria jubilada y coetánea del propio Mendoza, acudió sabiendo que lo pasaría bien porque ”es muy txirene el hombre”.

Tampoco se quisieron perder la presentación Maribel Goitia, Marije Enciondo, las hermanas Marian y Esther Domínguez, Óscar Salazar, César Ochoa, Puri de la Sota, María Cristina López, Aida Artigas, Idoia Gerediaga, Imanol Francisco y Elvira Otxoa de Oribe, el rapsoda José Luis Cuesta, Sara Lamas, Florencia Cuesta, Carmen Urruela o las amigas portugalujas Isabel Rodríguez, Itziar Sorando y Elene Etxarte.

Un porcentaje importante de las personas que ocupaban las localidades del coqueto salón de la biblioteca eran mujeres. Pedro San Sebastián, que sabe del asunto porque gestiona una librería, indicó que “en torno al 65% de quienes leen son mujeres, y no me refiero a Mendoza sino en general”.

Este dato venía a dar la razón a una de las frases que pronunció el novelista desde el estrado. “Todos los hombres estamos averiados, las mujeres, ninguna”.

Mendoza no defraudó en su conversación con la periodista Inés Jauregi. Con su sutilísimo acento catalán, mostró la misma frescura y dotes para la ironía que cuando escribe. Puro humor inglés para retratar lo carpetovetónico. Humor tan fino como profundo, regularmente interrumpido por un coro de sonoras carcajadas bilbainas.

“Yo quería ser como Agatha Christie, que escribía mal y, sin embargo, sabía mantener la intriga”, confesó. “No lo he logrado. Escribo mejor, pero no soy tan inteligente, por eso me salen siempre parodias de historias policiacas. No soy capaz de crear verdaderas historias de misterio”, lamentó bromeando.

Desde luego que, si la presentación de ayer tarde puede servir como test para pronosticar el recorrido de Tres enigmas para la Organización, será un éxito.