ENGO una frase para usted que puede gustarle. La tecnología sin ciencia es escultura. ¿Está bien, verdad?”. La voz le vino de cara y le lanzó el guante a Joaquín Sevilla, físico, doctor en Física Aplicada y profesor en la UPNA/NUP. Aún andaba Joaquín preparándose para la presentación junto a Juan Ignacio Pérez, biólogo, catedrático de Fisiología, profesor de la UPV/EHU y coordinador de la Cátedra de Cultura científica de la UPV/EHU, habida cuenta que ambos firman el libro Los males de la ciencia, presentado ayer en el espacio Bidebarrieta Kulturgunea bajo la supervisión de Eva Caballero, periodista de Radio Euskadi y directora del programa de Ciencia e Historia La mecánica del caracol. Joaquín sonrió y dijo “sí, está bien” y cada uno se fue a sus puestos.

Como instigador de este encuentro al coordina la cátedra de cultura científica, Juan Ignacio cogió el primer turno de palabra, no sin advertir a la concurrencia que a él le gusta decir que la moderación de Eva es “una suerte de pastoreo”. Como réplica, si me permiten usar la expresión, Eva sacó tanto parecido al trabajo que realizan el físico y el biólogo en sus respectivos campos -docencia, gestión, investigación, divulgación...- que comentó “aparte de no vivir juntos no sé en qué otra cosa se diferencian”. Fue una divertida manera de romper el hielo de la presentación.

Uno escuchó el título, Los males de la ciencia, y se acercó al salón de actos de Bidebarrieta con la prevención y presto a vivir una escena de despelleje. Juan Ignacio y Joaquín, sin embargo, son dos caballeros de la vieja usanza, un punto socarrones pero sin entrar en las cloacas. Arrancó el biólogo viajando hacia atrás en el tiempo para recordar los problemas que tuvo con un grupo del Reino Unido para publicar un manuscrito en una revista prestigiosa. “Vi que no dependía de la calidad del artículo sino de otras cosas y aunque era joven ya me di cuenta de que algo no iba como debiera”.

Entremos en harina. Gracias a la ciencia la actual es la época histórica en la que la gente vive en mejores condiciones. Pero, la ciencia, al igual que los organismos vivos y los entes sociales, está expuesta a amenazas procedentes del interior y peligros del exterior. La ciencia, como empresa colectiva, se encuentra sometida tanto a riesgos externos como a peligros internos. Estos últimos son los más insidiosos y conciernen de forma directa a quienes forman parte del sistema.

Estos peligros son los que aborda la obra. Los males de la ciencia comienza con una descripción somera de la ciencia y sus valores (“Quienes nos dedicamos a la investigación científica queremos desentrañar los secretos de la naturaleza, conocerla, entender los mecanismos subyacentes a lo que estudiamos (...)”) y repasa los males que la aquejan, que se inician con la desigualdad de oportunidades para su disfrute y ejercicio. Continúa con sus problemas de funcionamiento y, en particular, del sistema de publicaciones. Vienen después las malas prácticas, la falta de integridad y sus consecuencias: la mala ciencia. Asimismo, los autores analizan las implicaciones éticas de la actividad científica, su relación con la política y la comunicación.

Testigo de todo cuanto les cuento fueron el viejo alcalde Ibon Areso, acompañado por su hermano Javier Areso, Miguel Sevilla Montero, María Lezana, Iñigo Pérez, María Sauleda, Pedro Tarrazeta, Rafael Sanz, Beatriz Sevilla, María Montero, Josu Olea, Miren Begoña Urrutia, Aintzane Fernández, Esther Vicente , Uxune Martínez, Eduardo Arnaiz, librero de Elkar Iparraguirre, Iñaki Alonso, Begoña Iriarte, Alicia Martín, Francisco Ortega, Luis Antón, Alberto Iglesias, Javier Armentia, Javier Álvarez, José Luis Ballesteros, Ignacio Allende, Gloria Sánchez, Salvador Martínez, Aingeru Olabarria, y otra gente con curiosidad.

Bidebarrieta Kulturgunea acoge la presentación del libro ‘Los males de la ciencia’ firmado por Joaquín Sevilla y Juan Ignacio Pérez

La cita congregó a un sinfín de gente interesada en el proceso científico con Eva Caballero como ‘pastora’ del encuentro