E van a permitir que rompa el protocolo y que recorte parte de la barba que tiene el asunto. En la expresión ilustre de Bilbao, dignidad que tanto honra, pesa más el apellido, de Bilbao, que el nombre propio, ilustre. Todos quienes han recibido la distinción a lo largo de los años expresaron su orgullo de ser bilbainos, de vivir "en la mejor ciudad del mundo (sic)", sentencia una y mil veces repetida. Ayer, cuando el Salón Árabe del Ayuntamiento de la villa se engalanó para hacer entrega de la B de plata que distingue a los últimos cuatro nombramientos, flotó en el aire esa misma sensación.

No fue, como solía, una gran fiesta de celebraciones, tan cercana a la Navidad, sino más bien una ceremonia íntima. Son días de pomadas cicatrizantes, de prevención de riesgos vitales, de profilaxis. Así lo explicó el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, cuando sus palabras sonaron a desahogo. "No ha sido fácil -dijo- organizar este acto porque de nuevo el covid, ese maldito , imprevisible y cruel virus, está golpeando fuerte en todo el mundo". Pero ni siquiera ese mal fue capaz de atemperar la emoción de las cuatro personas elegidas para la distinción este año; cuatro nombres de andar por casa, cuatro de los nuestros.

¿Acaso no le boxeaba el corazón en el pecho a Boni García cuando habló del Casco Viejo que tanto ama, de un oficio, el de hostelero, que lleva en la sangre, de unas tradiciones del Bilbao inmortal que defiende a capa y espada, actualizándoles cuanto puede? ¿No fue hermoso y literario el discurso de Miren Agur Meabe, la escritora euskaldun, estructurado a modo y manera de un travelling cinematográfico, con doce planos -"las horas que tiene un reloj"- en los que desgranó doce pasajes ("los recuerdos son ese sitio donde una vez viviste", dijo, casi en respuesta a aquello que les dijo Aburto en la bienvenida de que "el agradecimiento es la memoria del corazón"...) de su vida (desde el chocolate y pastas merendado antes de entrar a una sesión vespertina en el cine Trueba, hasta el mismo día de ayer pasando, qué sé yo, por las escaleras de La Salve que le hacían sudar antes de acudir a su programa en Herri Irratia, el bautizo de su hijo en El Carmelo y celebrado en Begoña o las clases impartidas en las Aulas de la Experiencia...) ligados a Bilbao?

A Fernando Querejeta también se le oía el tictac del reloj de las emociones cuando hablaba de sus 17 años (allá por 1960...) y "el mejor plan del mundo", los veranos pasados en su Donosti natal y el resto del año en Bilbao, la ciudad que le hacía sentirse "en Nueva York o Las Vegas" poco antes de confesarse "bilbaino consorte al haberme casado con Begoña, del mismísimo centro, en 1967".

Cerró el turno de las emociones la modista Alicia Rueda, con las lágrimas asomándose al balcón de sus ojos. "Bilbao es mi casa -exclamó- desde que vine a estudiar con 16 años. Nunca he querido vivir en otra ciudad pese a que para el oficio de la moda una ciudad más grande da más visibilidad. Pero entonces ya no sería yo, Alicia". Cuando escarbó en los recuerdos y desató los demonios de la pandemia y de un cáncer vencido casi llora toda la concurrencia.

No fueron muchos. Entre ellos se encontraban la diputada foral Lorea Bilbao, la consejera Gotzone Sagardui y quien fuera alcalde de Bilbao, Ibon Areso; concejales como Amaia Arregi, Alfonso Gil, Itziar Urtasun, Koldo Narbaiza, Nora Abete, Gonzalo Olabarria, Xabier Ochandiano, Nekane Alonso, Marta Ajuria, Jone Goirizelaia, Kepa Odriozola, Juan Ibarretxe, Iñigo Zubizarreta, Ana Viñals, Carmen Muñoz, Oihane Agirregoitia o Yolanda Díez entre otros, y gente cercana como Ricardo Pérez Vivanco, Juncal García, Carmen García de Loma-Osorio, Enaitz y Gorane Gorospe, Rubén Gorospe; Coral Olabarrieta, Laura García, Aitor Querejeta, Begoña Uria, Fran Rueda, Ricardo Rueda, María Querejeta, Begoña Querejeta, Iratxe Martínez y pocos más.

Boni García, Miren Agur Meabe, Fernando Querejeta y Alicia Rueda recogen la B de plata que les acredita como ilustres de Bilbao

El Salón Árabe del Ayuntamiento acogió una ceremonia íntima, recortada por efecto del repunte del covid