S uno de los clásicos de la calle Santa María en el Casco Viejo bilbaino, por mucha imagen vanguardista que proyecte el restaurante Kasko. Es local con piano, a la vieja usanza, por mucho que Rafa Aceves no luzca en las teclas a media tarde como Sam en Casablanca, y no se trate de un auténtico piano Pleyel de la década de los 30 del pasado siglo al que acercarse para pedir que la toquen otra vez, que suene de nuevo As time goes by. Ayer cuando se celebraron sus 25 años de vida, uno pensaba que con esa mano de tres ases -Natxo López, Loren Cuéllar y la pareja de este, Leonor Gómez-en la mesa y tras la barra el tiempo pasará y pasará y el local seguirá en pie.

Valga este recuerdo cinematográfico con permiso de uno de los ayer presentes en la conmemoración, el cineasta Pedro Olea.Es vecino del barrio y le saludaron. como si le visitasen en casa, Jesús Castroviejo, José Antonio Nielfa, 'La Otxoa'; Toti Martínez de Lezea, Joseba Solozabal y Ramón Miras, entre otros. Fueron los primeros reencuentros de la tarde entre gente amiga que tuvieron por testigos al concejal de Cultura, Gonzalo Olabarria, y Cristina Bañales. Unos metros más allá estaba José Antonio Sojo, 'Mazoski'; la presidenta de la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, Rosa Pardo, o Arturo Trueba, atento a que la tarde circulase sin estrecheces pero con el abrazo de los cariños.

El espacio mereció lo que tuvo: una asistencia entregada. No en vano, aporta una corriente de vida artística al barrio, más allá de los acordes del piano, el arte corre por sus venas. Nada más entrar al local se pueden ver lámparas en forma de pez, obra de Dora Salazar, diferentes pinturas de paisajes y retratos, una vidriera de cristal que alberga botellas de vino en su interior y una iluminación que envuelve. No por nada, el espacio fue diseñado por Emilio Puertas, el mismo arquitecto que dirigió la reforma del Mercado de la Ribera. La decoración, por su parte, corrió a cargo de los hermanos Vicente y Fernando Roscubas, autores del mural estilo Miró de detrás de la barra y artistas de largo recorrido. La galería de cuadros ubicada en el ala izquierda del restaurante está reservada para exponer obras de artistas del Casco Viejo, tanto de pintura como de fotografía. Además, cuentan con una exposición permanente titulada Menestra geográfica, de Karen Amaia. Vamos, que no hay momento para el bostezo.

Al jazz que brotaba del piano de Rafa Aceves le acompañaron el contrabajo de Marcelo Escrich y la batería de Hilario Rodeiro, mientras que, con motivo de la celebración de las bodas de plata, se sumaron, por unos instantes, las guitarras de Jorge Gross e Irrintzi Ibarrola. Una voz guasona musitó que, celebrándose ayer el Día Mundial del Rock, no hubiese estado de más un rasgueo salvaje de las cuerdas. No lo hubo. Al menos no a una hora prudente.

Los más asiduos a esa barra insistían en recordar una cocina chiripitifláutica, una gastronomía de fusión que sorprende, basada en recrear recetas de todos los países utilizando salsas mexicanas, italianas o japoneses, pero sin perder la esencia de la cocina vasca y productos de la tierra. Al fin y al cabo son vecinos del Mercado de La Ribera.

Fue una celebración a la vieja escuela. Por ella pasaron los profesores universitarios Fermín Galindo, Javier Zubia y Juan Carlos de Miguel; la actriz Nati Ortiz de Zarate, José Mari Amantes, el directivo del Athletic Goio Arbizu, quien ya vela armas para acompañar al primer equipo en su pretemporada; Óscar Martínez, Julia Diéguez, Julio Aristín, Javier Trueba, Nekane Lauzirika, el maestro jamonero Manu Muñoz, hecho todo un D'Artagnan con el cuchillo; Eider Txarroalde, Julen Arredondo, Pablo Rivas, María José Larrauri y un buen puñado de gente asidua a un espacio que lleva camino de convertirse en leyenda. Ya llevan 25 años intentándolo, que no es poco.

El restaurante Kasko, del Casco Viejo, celebró ayer sus 25 años con unas dosis de jazz y una degustación de su variopinta cocina

El local cumple un cuarto de siglo con una defensa a ultranza del arte en sus paredes y un reencuentro entre gente amiga