NO, por mucho que se escuchen llantos y quebrantos, por mucho que se anuncien los funerales del libro, agonizante por falta de lectores, la verdad es que no. La verdad es que, como ayer mismo festejó María Dueñas, aun hay gente joven que escribe más allá del a k h. kdmos del WhatsApp, gente joven capaz de contar una buena historia por encima de la jaula de oro de los 280 caracteres de Twitter. El libro, al que le cantan responsos y letanías, ha sobrevivido incluso a las monsergas de las plañideras y a los negros vaticinios de los funestos pájaros de mal agüero. La verdad es que no, que el libro no goza de tan mala salud como le atribuyen. El quid de la cuestión es el mismo de siempre desde que Johannes Gutenberg fabricó aquel prodigioso ingenio: si hay una buena historia que contar el libro tiene futuro.

Valga toda esta diatriba como preámbulo de una nueva edición (ni los padres fundadores se ponen de acuerdo en si son 22, 23 o taitantas ediciones...) de los premios Farolillos de Papel, el hermoso y literario galardón (Cristina Besga dio en el clavo con el diseño...) que entrega, en su tradicional gala del libro, la Asociación de Libreros de Bizkaia. Elegida para la gloria en la presente edición fue la ya citada María Dueñas, consagrada desde que rompió el molde con aquella novela, El tiempo entre costuras, hace casi diez años. El premio de ayer le corresponde por su novela Las hijas del capitán, una novela ambientada en el viejo Nueva York de los emigrantes de los años 30 del pasado siglo. Les decía antes que Dueñas habló, en su discurso de aceptación, de la juventud en la literatura, del detalle de Bilbao de recibirla con un día soleado como el de ayer y de esa suerte de cordón umbilical que son los libreros, que hermanan a los escritores con sus lectores. Junto a Dueñas recogieron también sus merecidos galardones el escritor donostiarra Ibon Martín, autor de la tetralogía con la que dio rienda suelta a la investigadora Leire Altuna, protagonista, también de su última novela, La jaula de sal. Martín se abre paso en la novela negra aunque uno de los presentadores de la gala, Félix Linares (le acompañó en el atril Itziar Jauregi...), recordó que también tiene escritas novelas históricas y de viajes. Martín agradeció que el primer premio de su vida se lo entregasen en Bilbao, siendo donostiarra. Poco después Asier Muniategi, hombre fuerte del libro por estas tierras, le replicó pidiéndole que un día de estos Donostia premie a un escritor vizcaino. Para rematar el podio, apareció en escena la lekeitiarra Nerea Arrien con su novela Atrapa Eguna, ilustrada por Estibaliz Jalón, también premiada por su trabajo sensible y bien definido.

Leer libros. Ese es el reto en un tiempo de tempestades. Porque leer exige tiempo, paciencia y tranquilidad en una vida apresurada, nerviosa y agitada. Lo saben bien los ayer presentes, desde Joserra Taranco, emisario de Laboral Kutxa, entidad mecenas de la gala; a Andrés Fernández, Alfonso del Río, autor estrella de La ciudad de la lluvia; Kepa Torrealdai, presidente de la Asociación de libreros de Bizkaia; José Manuel Díaz, presidente del gremio de editores de Euskadi; Fernando Zamora, Fernando Fernández, el librero enamorado de los libros; Iria Blake, Idoia Amo, Félix G. Modroño, José Javier Abásolo, Inma Roiz, Antón Arriola. Inmaculada Boneta, Lorenzo Portillo, Matilde Elexpuru, Ana Ezkurra, Pedro Ugarte, José Fernández de la Sota, Yolanda López, Jon Arretxe, Olatz Soraluze, Juan Infante, J. A. Iturri, Juan Carlos Idigoras, Arturo Trueba, Elena Marsal y una legión de hombres y mujeres del libro; hombres y mujeres que escriben, editan y aconsejan libros (la consecuencia, venderlos, es posterior a sus consejos...); hombres y mujeres que aman el libro por encima de todas las cosas. ¡Cómo hablar de funerales corriendo tanta vida por sus venas!