- Meterse en la cama con los pies fríos forma parte de su estilo de vida. Ni las condiciones meteorológicas, nocturnidad e ingratitud de las largas horas de espera restan un ápice de entusiasmo a los anguleros de Butrón, como demuestra el hecho de que algunos llevan 49 años disfrutando de esta actividad recreativa. "Es algo que nos gusta fruto de la tradicional familiar, a pesar de que es una actividad muy ingrata. Adaptamos nuestro horario en función de las mareas. Por ejemplo, puedes llegar a las once de la noche si la marea es a las cuatro de la mañana, dormir un poco en el coche, levantarte de madrugada, echar el cedazo y ver si hay suerte", detalla Ugutz Rotaetxe.

Precisamente, el éxito en forma de capturas varía enormemente en función de la época del año y las condiciones meteorológicas o las fases lunares. "Ahora estamos en una época perfecta. El aguaducho, que es cuando está el agua marrón, es idóneo porque el agua dulce que baja de los montes es contrarrestada por la marea que entra desde el mar. Entonces a la angula le cuesta subir por el centro del río y entra por las esquinas, donde estamos esperando nosotros", argumenta.

Con un candil pequeño, para no emitir demasiada luz y advertir de su presencia, en la oscuridad de la noche, preferiblemente cuando el día no está despejado con luna llena, combaten la soledad con el único aliciente de llevar el preciado manjar a la mesa familiar. "Con esto ni mucho menos nos enriquecemos, como mucho, el paladar de la familia", apunta Rotaetxe. Una tradición que perdura en el tiempo y, según dicen no tiene visos de extinguirse. "Todos los años hay angulas en el río Butrón, no tantas como hace 50 años, pero hay", aclaran.