Gatika - Cuando era pequeña acostumbraba a llevarle el bocadillo a su aita al monte. Aquellas ocasiones hicieron mella en ella puesto que supusieron su primera toma de contacto con la naturaleza. Un estilo de vida al aire libre que ha labrado su porvenir durante los últimos 35 años, a raíz de hacerse cargo de la explotación familiar en Gatika. Itziar Etxebarria cogió el testigo de sus padres y heredó su pasión por la fruticultura.

"Siempre me había gustado la agricultura, pero estudié otra cosa. Con 19 años, viendo los frutales que había plantado mi aita, me lo empecé a plantear, no podía dejar que todas esas frutas se estropeasen", relata. Quería darles salida y que la gente disfrutara con su dulzor.

De este modo, con el esfuerzo y la dedicación que supone atender el campo, superando los reveses de la vida, ha logrado convertir sus cultivos de fruta en un auténtico reclamo en todas las ferias a las que acude con sus cestos de manzanas, sidra y txakoli. Junto con su marido David Torre, gestiona trece hectáreas de terreno con perales, manzanos, pero también cítricos, kiwi, caquis y nogales, entre otros.

Cuenta también con un vivero y una bodega de sidra. Elabora cerca de 25.000 litros de sidra con Eusko Label. Además, en 2013, junto otros tres productores, fundó la bodega Butroi, con la que elaboran cerca de 100.000 botellas al año. En este sentido, recientemente fue reconocida en los premios Laboral Kutxa-Lorra que premian la excelencia entre las explotaciones agrarias de Bizkaia.

En concreto, Itziar fue galardonada con el premio Ekinaren Ekinez a la trayectoria profesional de una mujer. El jurado valoró el crecimiento del negocio familiar hasta llegar hoy en día a gestionar más de seis hectáreas de frutales de manzano de sidra, manzana de mesa, entre otros, así como cuatro hectáreas de viñedos que transforma a través de la bodega Butroi. "Recibir este premio es una gran alegría. Es un reconocimiento a la labor de toda la familia. La ceremonia fue muy emotiva", señala.

Un trabajo en equipo como el que realizan todos los integrantes de la familia. Cada uno arrima el hombro y entre todos y todas contribuyen al enriquecimiento agrícola de la explotación.

"Tenemos la suerte de que a todos nos gustan las frutas. Disfrutamos de lo que producimos y somos los primeros consumidores de los productos de casa, lo autóctono. Nos hace ilusión. Para nosotros unas manzanas tienen más valor que unos plátanos", explica.

"Es un valor añadido al producto, el valor sentimental de haber creado algo uno mismo", sostiene. Asimismo, incluso la llegada de un nuevo integrante a la familia les ha motivado a incrementar su cartera de frutales. "Hemos plantado una pequeña plantación de fresas porque a la nieta le encantan", afirma.

Evolución Sobre esta línea, Itziar valora la evolución en los cultivos desde sus inicios. "Hace 30 años tener un cítrico requería grandes cuidados, taparlo, estar muy pendiente, etc. Hoy en día no, siempre y cuando lo orientes al sur te puede funcionar de maravilla", detalla. No obstante, -advierte- ahora también sufren "más plagas y enfermedades que antes". "Tenemos el lado bueno y el malo", agrega.

Respecto a la explotación familiar, Itziar destaca que siempre han apostado por reinvertir los beneficios. "Siempre hemos apostado por invertir lo poco que se gana en el agro en adquirir maquinaria para facilitar" el nada fácil trabajo diario, tal y como indica.

Por último, si hay una cosa que ha aprendido con los años es a relativizarlo todo un poco más. "Antes veía unas manzanas en el suelo y me agobiaba, era un problema, ahora ya no me disgusto tanto por esas cosas", concluye.