"Estamos en un momento crítico aunque aún tenemos tiempo, pero es preciso tomar decisiones. Hay que hacer algo. Sería un homenaje a quienes nos precedieron y también para dejar este legado a futuras generaciones". Es la opinión personal y la recomendación dada por el arquitecto orduñarra Antón Ortega sobre el monumento a la Virgen de la Antigua, situado en el monte Txarlazo. A su juicio "una joya arquitectónica por el momento en el que se construyó y por la tecnología que se empleó". Estas son las palabras que, a modo de conclusión, cierran el trabajo que realizó de cara a la conferencia impartida el pasado 22 de julio en el marco del programa de actos confeccionado en la ciudad para la conmemoración del 75º aniversario de la coronación y que, recientemente, ha sido colgada en la plataforma YouTube para su difusión pública. El equipo organizador de la efeméride "me llamó para colaborar, por ser conocedor de técnicas de hormigón armado y de las características del monumento, así como de los daños que sufre en la actualidad", explica Ortega. El contenido de la charla incluyó también un recorrido por "la historia y origen del monumento, gracias a la información y datos aportados por vecinos de Orduña con los que me reuní", desgrana el arquitecto.

La idea de levantar un monumento en honor a la patrona de la ciudad surgió de don Rufino del Campo, orduñarra de nacimiento y que ocupó el cargo de capellán del Santuario, y comenzó a tomar forma en la 33ª asamblea de exalumnos del colegio de Jesuitas celebrada el 25 octubre de 1903 y a la que asistieron en torno a 400 antiguos estudiantes del centro. Los acuerdos adoptados fueron claros: erigir el monumento con la pretensión de que fuera inaugurado a el 16 octubre de 1904, por ser el 50º aniversario de la declaración del dogma de la Inmaculada, el nombramiento de las Juntas que se encargarían de gestionar la iniciativa y, por último, su localización. "En un primer momento se pensó en una vaguada de Sierra Salvada que pertenecía a la jurisdicción de Orduña. La víspera de la asamblea, un grupo de voluntarios subió hasta allí con un carro de bueyes, ramas, troncos y una silueta de la Virgen realizada con una lona. Colocaron el prototipo, pero no gustó como quedaba y se decidió que la ubicación más adecuada era la cima del monte Txarlazo, a 927 metros de altitud, en un terreno propiedad del municipio burgalés de Villalba de Losa", desgrana el conferenciante.

Los trámites para hacer realidad el proyecto arrancaron en marzo de 1904: petición de permisos para la cesión de los terrenos, búsqueda de recursos económicos, redacción del proyecto€ Finalmente, su construcción fue encomendada al arquitecto barcelonés Claudio Durán, que se desplazó hasta el monte Txarlazo con su empresa y catorce obreros catalanes. Para levantar el monumento, que costó en torno a 150.000 pesetas, "empleó cincuenta toneladas de cemento Portland traído desde Bélgica, diez toneladas de hierro y cal hidráulica comprada en la fabrica de Zumaia".

El resultado fue un monumento de 25 metros de altura, formado por una gran zapata, un tronco cilíndrico con unas ramas que imitan a una morera -árbol sobre el que la historia cuenta que la Virgen se apareció a un humilde pastor- el cuerpo central, la imagen y la corona de la Virgen. Una de sus singularidades es que por el interior del tronco discurre una escalinata por la que se accede a la copa del árbol que alberga un amplio salón con seis ventanales y a una balconada superior situada a la altura de la cintura de la Virgen. Sin embargo, el acceso a estas dependencias está, desde hace años, cerrado por su mala conservación.

Inauguración y reformas

El acto de inauguración tuvo lugar en la fecha prevista, el 16 octubre de 1904, con toda la pompa y boato que una actuación así merecía. "Sin embargo, el monumento por lo visto no estaba terminado del todo. Pasa el primer invierno y se detectan deterioros en algunos revestimientos, sobre todo de la cal hidráulica empleada", indica Ortega en su conferencia virtual.

Tras una serie de gestiones, los remates y mejoras se efectúan a lo largo de 1907, mientras otro hito importante para el ambicioso proyecto llega el 5 octubre de 1946 con la apertura de la ermita construida a los pies del monumento para oficiar misa cuatro veces al año: el ultimo domingo de mayo, las festividades de Santiago y de San Ignacio y el lunes siguiente al primer domingo de septiembre. "Hoy en día solo se celebra la del 25 de julio", recuerda Ortega.

En 1951 se tuvo que acometer ya una reparación de cierta entidad. El 5 de agosto de 1958 "se colocaron reflectores en la parte superior e inferior de la copa para que el monumento pudiera ser admirado por las noches, pero su ubicación resultó muy dañina", así que entre 1974 y 1975 se acometió otra necesaria restauración global. "Se refuerza la estructura y rehace el ramaje así como el raseo de la copa y del manto de la Virgen. Y también se saca la iluminación de la estructura y en su lugar se colocan en el terreno cuatro pilastras de dos metros de altura con focos reflectores". Desde entonces, no ha habido ninguna otra intervención relevante.

A pesar de las restauraciones realizadas, el arquitecto asegura que "el deterioro está siendo progresivo". Aunque la estructura aguanta bien su propio peso y soporta bien las envestidas del fuerte viento y la sobrecarga de nieve que en ocasiones se acumula en la zona superior de la copa del árbol, "su interior está cerrado al público porque algunos elementos están muy deteriorados". En el exterior, hay daños producidos "por los ciclos de hielo y deshielo y la acción del calor que están afectando, sobre todo, al hormigón del manto de la Virgen y a la copa del árbol y su recubrimiento en mortero, donde las fisuras empiezan ya a ser importantes".

La carbonatación, proceso que se produce en estructuras de hormigón por el CO2, está oxidando y generando corrosión en la armadura del monumento, en zonas como las escaleras, el techo de la copa, la rotonda debajo del manto... "Hemos superado ya la vida útil del edificio y, si no actuamos, el daño avanzará hasta el fallo estructural", afirma Ortega para el que aún hay tiempo de solucionar los problemas detectados con una serie de actuaciones, como realizar reparaciones para evitar el desprendimiento del hormigón y reforzar los forjados del suelo, el pilar, las escaleras interiores, la rotonda del manto y de la copa.

El último extremo sería la demolición y restitución de parte o de la totalidad del monumento, algo que en opinión de Ortega puede aún evitarse. "Se merece una reparación global sin tener que llegar a la demolición. Hay que volver a realizar una inspección con estudio técnico, redactar un proyecto y buscar los recursos económicos. Ahora, con crisis sanitaria y económica, estamos en un mal momento, pero hay que intentarlo. Que no se diga que no lo hemos intentando", acaba.