HABÍA temor en que la fiesta se descontrolara. Que durante el día de la Magdalena, una celebración que une a las localidades costeras de Bermeo, Elantxobe y Mundaka cada 22 de julio, se dieran imágenes poco gratificantes de aglomeraciones en tiempos de rebrote del coronavirus. Sin embargo, las fuertes restricciones en materia de sanidad y el notable incremento de los controles, tanto por carretera como por mar, hicieron que la jornada discurriera por los cauces preestablecidos. Fue una Madalena en dique seco, ciertamente atípica, la más tranquila en décadas, vivida sobre tierra más que sobre el mar. Y que se cerró sin incidentes que reseñar.
Sin lugar a dudas, fue una Madalena diferente. Ya desde el propio hecho de que Bermeo refrendó su posesión de Izaro pronto. Para las 9.30 horas estaba lanzada la teja proveniente del edificio del Patronato de Bienestar Social de la localidad en las inmediaciones de la isla, cumpliendo con la tradición y entonando la conocida frase "Honaino heltzen dira Bermeoko ituginak–Hasta aquí llegan las goteras de Bermeo", con la que se confirman los límites del pueblo. Fue el único acto oficial del día, además de izar la ikurriña y la bandera de Bermeo en el islote, ya que la comitiva –compuesta por unos pocos concejales– puso rápidamente proa de vuelta hacia la villa marinera. Ni el Alkate soinua de los txistularis, ni paseíllo previo, ni siquiera visita alguna ni a Elantxobe ni a Mundaka.
Así fue. Las tres localidades sobre las que pivota el día de la Magdalena vivieron un día "más familiar". Nada mejor que trasladarse a Elantxobe para darse cuenta de ello. "Da gusto que te sirvan en el mismo puerto en vaso de cristal", se felicitaba un elantxobetarra que salía del bar Santi sobre las 13.00 horas. No en vano, "parece un día más de verano que de Madalena", incidían. Apenas unas pocas familias disfrutaban de un día que antes equivalía a "masificaciones, líos, suciedad, incidentes... Que dejaba un buen dinero, sí, pero también tenía su parte negativa". Cerrado el acceso por carretera y por mar –con sendas patrullas de la Ertzaintza–, e incluso sin servicio de Bizkaibus hasta la angosta localidad, la orden era evitar contagios de covid-19 a toda costa. "No voy a poner en riesgo a la población, que en un 40% son mayores de edad", afirmó el alcalde, Patxi Egurrola, los días previos. No hubo problemas.
El tercer vértice del día de la Magdalena se encuentra en Mundaka, ya por la tarde. Pues bien, la estampa fue similar. El mahón, vestimenta típica de una fiesta marinera como la de ayer, era el color dominante, pero la llamada a evitar concentraciones, bajo la amenaza de disolver cualquier masificación que facilitara contagios indeseados, se cumplió. De hecho, las inmediaciones del puerto y la plaza Lehendakari Aguirre lucían como cualquier otro día de verano. Así se cerró el círculo en una Madalenainusual, enfocada en cumplir la tradición pero, sobre todo, en evitar el coronavirus.
Apenas una docena de embarcaciones se juntaron frente a Izaro, mientras que en los puertos la gente se arremolinó en las terrazas.
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