Cristina Maruri es una apasionada de la literatura, la escritura y de sacar fotos, pero, por encima de todo es una amante de viajar, conocer mundo y captar lo mejor de cada cultura. Así, para crear parte del material fotográfico que da color y vida a la exposición Clara Campoamor Mirando al Mundo, muestra que acoge el centro cultural Clara Campoamor de Barakaldo hasta el próximo día 28, Cristina viajó a Uganda sin saber que allí sentiría la necesidad de echar a andar un proyecto que sirve para iluminar las vidas de quienes lo están pasando mal. Al adentrarse en el Queen Elizabeth National Park, descubrió una pequeña aldea en la que los niños y niñas correteaban y jugaban. La mayoría de ellos estaban solos porque el coronavirus y el VIH están matando a sus padres y madres. “Cuando llegué allí vi un lugar sin recursos en el que una mujer de 28 años, Namuga Shamia, está ayudando a los niños a los que acogía en una chabola. Yo me comprometí a ayudarla y empecé a hablar con amigos para hacer algo por estos niños y niñas”, desvela esta entusiasta viajera y fotógrafa. De ese embrión nació lo que es hoy el orfanato The Lights of Kazinga, centro que atiende a medio centenar de niños que han sufrido la desgracia de quedarse huérfanos.

La primera toma de contacto de Cristina con este punto de Uganda llegó en octubre y, desde entonces, no ha parado de trabajar en este proyecto. Junto a ella, otras cinco personas ponen su talento y empeño para que esta iniciativa salga adelante. Y los avances son más que palpables, ya que en apenas cinco meses se ha pasado de que los niños y niñas estuviesen acogidos en una pequeña chabola a que, actualmente, ya se haya construido una casa para que los pequeños vivan en las mejores condiciones posibles. “En este tiempo hemos recibido el apoyo de varias personas que están aportando su tiempo y su saber hacer a nuestro proyecto y por eso les estamos muy agradecidos”, apunta Cristina. Asumen un reto importante y, como en muchas cosas de la vida, por desgracia, el dinero es fundamental. Por ello, The Lights of Kazinga ya cuenta con su propia página web donde, además de conocer de primera mano este proyecto solidario, también se pueden adquirir camisetas, sudaderas y bolsos que servirán para que esta iniciativa siga afianzándose. “En la web también se recogen los pasos a dar para hacer donaciones. Además, cualquier venta de mis fotografías, de mis libros, ese dinero va destinado al proyecto”, explica Cristina. Al ir contando con mejores instalaciones, la ayuda que dispensa The Lights of Kazinga también crece y, por eso, se ha pasado de atender, en primera instancia a tres niños, a dar protección actualmente a cincuenta. “Empezamos con tres niños y, ahora, atendemos a unos cincuenta. No todos duermen en el orfanato, pero a medida que vamos contando con más dinero y recursos, ampliamos nuestra atención, ya que, además de niños huérfanos, también estamos empezando a dar de comer a los pequeños de las familias de la zona con menos recursos”, amplía Cristina a quien se ve ilusionada con esta iniciativa.

El próximo paso que pretende dar The Lights of Kazinga consiste en poder adquirir unos pollos y unas gallinas para crear su propia granja y, así, vender huevos para seguir dando potencial económico a un proyecto que está creciendo muy rápido.

Exposición

Parte de aquel viaje a Uganda se puede ver en el hall de entrada del centro cultural Clara Campoamor, donde Cristina Maruri está exponiendo hasta el día 28 algunas de sus fotografías de viajes. Uganda, Sri Lanka, Catar.... Lugares muy diversos, cada uno con su cultura y sus particularidades, pero entre los que quiere estrechar lazos a través de sus fotografías. Instantáneas que buscan contar historias, reflejar realidades y en las que la expresividad y la naturalidad de los protagonistas de las fotografías cautivan al espectador. De este modo, en esta muestra se puede ver a un jeque catarí, a un niño víctima de explotación infantil, pigmeos bantúes... Contrastes culturales y de riqueza y pobreza que no dejarán indiferente a nadie y servirán para dar luz a las vidas de los niños de Kazinga con la venta de estas fotos.