"Llevamos dos días enteros a pleno rendimiento", contaba Jonathan Saratxaga. En la panadería horno de leña Saratxaga seis personas trabajaron a destajo para que el pan de Galdames no faltara en las cenas de Nochebuena. Junto a Allende Okindegia y Areitz Soroa elaboraron las alrededor de 400 hogazas distribuidas por el Ayuntamiento en los hogares de Galdames en la mañana del 24 de diciembre. Aunque nada puede reemplazar al mercado del Ogi Eguna en el corazón de los vecinos, "en las actuales condiciones sanitarias vimos que organizarlo resultaba inviable, incluso en el formato más reducido que habíamos previsto, restringiendo los puestos al pan y eso que cuando decidimos suspenderlo todavía no había empezado la explosión de casos que estamos viendo", reconocía la alcaldesa, Raquel Larruskain, quien el viernes madrugó para supervisar el reparto junto con la brigada municipal y monitores.

"En total, nos hemos reunido ocho personas a las 8.15 horas" para asegurarse de acercar una hogaza a cada hogar. Hay que tener en cuenta que "somos un municipio muy disperso" que supera los cuarenta núcleos de población. Por eso, rogaron a los vecinos que intentaran que al menos una persona estuviera presente para la recogida, dado el gran esfuerzo de los tres establecimientos locales, que contribuyeron "cada uno en la medida de sus posibilidades". "En una fiesta con tantísima gente no hubiéramos podido garantizar la seguridad", así que el pan deberá disfrutarse en la intimidad. Lo entregaron dentro de un bolso de cuerdas conmemorativo y con el cartel de la feria que nunca fue, elaborado por Nahia Olazabal. Vecina de Galdames, ella ha ganado también la modalidad en castellano del concurso de cuentos en homenaje a Antonio de Trueba impulsado por las asociaciones Gurguxa de Galdames y Alén de Sopuerta en colaboración con sus respectivos ayuntamientos. En euskera se ha alzado con el triunfo el bilbaino Gotzon Plaza y el premio a mejor cuento encartado ha correspondido a Ana Arenaza, de Sopuerta. En condiciones normales, el acto de entrega se hubiera desarrollado durante el Ogi Eguna.

Areitz Soroa encendió el horno la víspera de Nochebuena. "Habitualmente, las hornadas comienzan precalentando el horno y después fijándolo en 250 grados centígrados para cocer un pan de kilo durante alrededor de cincuenta minutos. Si es de medio kilo, como es este caso, lo dejamos a la misma temperatura durante 45 minutos", describieron Ion y Roberto Colino, que regentan una granja escuela y alojamiento rural que apuesta por la horticultura ecológica en el barrio Arce. Una vez horneado, "se deja reposar y se cubre con un paño durante toda la noche, y a la mañana siguiente se degusta". Un consejo para saborearlo: "nunca en caliente, pues la miga es pastosa y no se sacan todos los valores organolépticos". Este pan artesano "puede comerse durante toda la semana, siempre y cuando se cubra con un paño cada vez que se corte una rebanada". En Areitz Soroa "lo precalentamos con argoma, y madera de pino y lo afinamos con roble, haya y a lo último con laurel para aromatizarlo un poco".

Ciclistas y mendizales

Para cuando los Colino dieron sus hogazas al personal encargado del reparto del Ayuntamiento los más madrugadores, muchos de ellos ciclistas y mendizales, ya hacían cola frente a la ventanilla de la panadería Saratxaga, en el barrio Humaran. Pese al cansancio acumulado de dos días al pie del cañón. "Hay que aprovechar" cuando se presentan rachas de trabajo fuerte, explicó Jonathan Saratxaga. Además de participar en la distribución coordinada desde el Consistorio, "estamos atendiendo encargos de la comarca y de sitios como Bilbao y también vendemos a la clientela que viene al mostrador sin haber reservado". Por la tarde del 24 de diciembre "nos queda preparar los corderos para cenas de Nochebuena" que también funcionan con encargo. Tan sobrepasados que "pensábamos sacar una botella de champán para brindar y ni siquiera nos da dado tiempo", agradecen, sin embargo, la confianza que se traduce en este volumen de peticiones. "La gente se está portando genial con nosotros y lo notamos especialmente desde que nos trasladamos aquí", respondieron.

Otros años suelen ocupar uno de los puestos del Ogi Eguna en una plaza de San Pedro extrañamente desierta para una Nochebuena, un aspecto al que los lugareños no terminan de acostumbrarse. La feria "le da vida al pueblo porque se ha convertido en una tradición más de la Navidad a la que viene mucha gente de otros municipios", recordó Zoraida Portillo, vecina de Galdames, que acudió Allende Okindegia a comprar su pan artesano para un encuentro familiar "más reducido, solo con los que convivimos". Este año "pensábamos que sí se iba a poder llevar a cabo la feria, en otoño éramos optimistas, pero después nos ha pasado por encima este tsunami de contagios", expresó el panadero Txelu Tierra. "Un cliente nos decía que ha pasado el coronavirus asintomático, otro señor no sabía si podría cenar con sus nietos... Todos nos sentimos raros", admitió.

En espera para antígenos

En este sentido, en Galdames también notan furor por los tests de antígenos. "Nos han dado el visto bueno a comercializar los profesionales, que vienen en un pack de diez", precisó el farmacéutico, José María Martínez Duque, que ejerce en el municipio desde hace 27 años con su mujer, Lourdes Rivera. "Voy a llamar a la gente en lista de espera", afirmó, "resignado" ante los vaivenes de la pandemia y con el deseo de que la panorámica desde la ventana cambie en esta misma fecha en 2022. Hasta entonces, recomienda "acostumbrarnos a meter las pruebas de antígenos en el botiquín, pero comprémoslas poco a poco".