E apresura a coger el tren y o no llega a tiempo o, cuando sube, el ferrocarril toma otra dirección diferente a la que ella esperaba. Sorne Gorozika ha trasladado a un cuadro este sueño recurrente que asocia con el tiempo que el trabajo la mantuvo apartada de su vocación artística. Carreteras que se enredan unas con otras hasta el infinito, rascacielos y vías de tren formadas por lapiceros que se van desmoronando... integran esta composición integrada en su primera retrospectiva en el palacio Horkasitas de Balmaseda, que ayer domingo fue clausurada con éxito.

En realidad, han convivido dos exposiciones en una. La primera recogía la faceta más realista de su trabajo, con retratos de animales, niños en actitud desenfadada, el compositor Ennio Morricone, el mago Roque Ayerdi, en cuyas manos Sorne invirtió “muchas horas” para transmitir su importancia para los números o un paisaje semejante a la Toscana que dibujó de forma improvisada “después de escuchar una canción al piano”.

Algunos visitantes se veían desconcertados al llegar al punto de inicio de la otra parte, llamada De las cavernas a la nada, con un hilo argumental basado en “el proceso de desnaturalización del ser humano” porque daba la impresión de que no pertenecieran a la misma mano. Así, los cuadros iban progresando desde la comunión con la naturaleza que literalmente enraiza en los pies de los protagonistas hasta el abandono “por lo que nos han hecho creer que importa: lo externo”, como el sombrero que luce otro de los personajes en una pose muy fotográfica mientras el suelo bajo sus pies arde con un color rojo como si se tratara de un incendio. Son imágenes que “me van viniendo a la cabeza y han formado un guión inconsciente”.

Sorne Gorozika ha creado un estilo propio que comparte en su canal de YouTube homónimo enseñando el proceso de creación. Lo hace a cámara rápida, porque “a veces un cuadro me puede llevar hasta cien horas y diez capas de pintura para lograr los matices y expresiones que quiero”, cuenta esta artista autodidacta que aconseja tomar cierta distancia al contemplarlos para una primera impresión y recrearse luego en los detalles. Residente en Balmaseda desde hace más de veinte años, desde pequeña “siempre estaba dibujando y pintando, lo aprendí antes que a escribir, pero otros niños igual lo van dejando y yo crecí con ello, cuando los demás salían al recreo yo a menudo me quedaba dibujando”, rememora.

Un problema familiar le impidió cumplir su sueño de estudiar Bellas Artes y si “actualmente resulta complicado vivir del arte, en los años ochenta mucho más todavía”. Por no haber podido continuar su formación “ya no entras en ese círculo donde entablas contactos y es más fácil que se te abran puertas”. Ella fue labrándose un nombre presentándose a concursos en los que seleccionaban sus obras para exposiciones, pero la pintura terminó diluyéndose en favor de otra “vocación” que convirtió en su modo de vida.

Trabajo en la hípica

“Me apasionaban los caballos, empecé a trabajar limpiando cuadras y cuidándolos a cambio de mi preparación, luego ejercí de amazona y juez de doma” con un alto desgaste “físico, de tiempo y energía” que relegó los cuadros. Mantiene su caballo y “de vez en cuando sigo haciendo algún trabajo en hípica, pero, por cuestiones condición físicas y de salud no al nivel de antes”.

Volvió a encontrarse en la encrucijada “hace seis o siete años, cuando me dije: es el momento de recuperar esa llamada de la pintura que me perseguía, porque se me estaban amontonando las ideas en la cabeza y tenían que salir de alguna manera”. Tras retomar los pinceles, “ahora es mi actividad principal”, que en la exposición se corresponde con sus últimos seis años de trayectoria. Normalmente, “empiezo los cuadros con una idea bastante clara que tampoco está cerrada, me guío por otras cosas que se me van ocurriendo”. Nunca firma dos exactamente iguales, aunque sí versiones diferentes con ligeras variaciones.

Horkasitas ha proporcionado el entorno perfecto para exhibir sus cuadros. Para Sorne, supone un gran paso dar el salto hacia su primera exhibición individual. No obstante, “no terminaba de decidirme porque quería esperar a acumular una obra suficiente en cuanto a cantidad y calidad en un lugar de este tamaño”. Al final, “he llenado la planta entera y me hace ilusión”. En principio, “hay bastantes cuadros de la exposición que están a la venta”.

A quienes aseguran que “no entienden de este tipo de arte”, les responde que “solo vale si te gusta o no”. Y si la respuesta es afirmativa, apostar por el talento actual, aunque escape a los cánones imperantes. “No hay que olvidar que Vincent Van Gogh murió pobre” y ahora se pagarían millones de euros por una sola obra suya”.