El maestro ferrón Luisma Turuelo acabó ayer baldado tras una intensa jornada en la que la ferrería muskiztarra de El Pobal celebraba la visita Del bosque a la ferrería surgidas tras la propuesta para este año realizada por las Naciones Unidas para valorar la restauración forestal como un camino a la recuperación y el bienestar. Unas jornadas a las que también se une la importancia de los diferentes usos del agua, que en el caso de El Pobal, junto al hierro, el fuego y la madera aparece como recurso inherente a la existencia de la propia ferrería medieval. Una amalgama de elementos didácticos en los que Luisma tuvo un papel relevante ya que además de explicar con detalle a los dos grupos familiares apuntados a la jornada el papel de la txondorra utilizada para la fabricación del carbón vegetal, el combustible de la ferrería y la fragua, participó junto con los más pequeños en la plantación comentada de varios árboles frutales en medio de una bosquete de árboles de ribera. Todo ello sin desatender la demostración que cada sábado se hace del gran martillo pilón que se pone en movimiento gracias a la energía del agua encauzada desde el río Barbadun y la fragua avivada por un enorme fuelle.

“Ha sido una jornada muy especial porque ha servido para poner de relieve todos los elementos naturales que dan vida y alimentan a este complejo molinero y ferrón”, destacaba Turuelo, un consumado carbonero, con raigambre familiar en tierras extremeñas, que explicó cómo en las txondorras de Euskalherria se utilizaban tradicionalmente las entresacas de madera de borto o madroño, de castaño o de encina “porque son maderas de un alto potencial calórico”, apuntaba el maestro apoyado por una maqueta en sección del ingenio. En ella podían verse las filas e hileras, los “rieles” de madera que separan al conjunto de la hierba y como no al “alcalde”, el palo central que marca la altura anchura que cogerá txondorra. “El alcalde es el dueño de la carbonera ya que amalgama la pila de leña entorno suyo y luego, una vez construida, al retirarlo de la txondorra, creerá el hueco por donde se introducen las brasas candentes para que comience el cocido de la leña apilada. Hay que vigilar que la txondorra no saque llama porque si no se quemaría la madera”, describía Turuelo a un público al que sorprendió al señalar que “para sacar un kilo y medio de carbón vegetal hacen falta unos seis kilos de madera. Pueden hacerse una idea de la ingente cantidad de madera que se necesitaba para alimentar la ferrería a pleno rendimiento y lo duro que eso era porque ahora en el siglo XXI tenemos motosierras pero hace 4 ó 5 siglos eso se hacía a golpe de hacha y de tronza para luego acarrearlo una vez elaborado el carbón vegetal”, defendió Turuelo.

Una trabajo que conocen bien los baserritarras y aizkolaris amateurs Natxo Landeta y Santi Monreal que ayer desenfundaron sus hachas gipuzkoanas y su tronzas tradicionales para escenificar el trabajo que desarrollaban los leñadores en los montes vascos. “Queremos contribuir a la divulgación del deporte autóctono como aporte al acerbo cultural vasco en colaboración con eventos como este”, señalaban los aizkolaris de Meatzaldea que tronzaron un abeto. “Lo habitual en las exhibiciones es llevar haya pero con esto del confinamiento que nos ha tenido en dique seco hasta hoy (por ayer) nos hemos tenido que adaptar con este material extraído en nuestros montes mineros”, comentaba Natxo Landeta. Una necesidad de madera que, tal como explicaba Silvia Ruiz, una de las guías de El Pobal, quedaba patente incluso en las herencias de los propietarios de la ferrería. “En el año 1619, Gerónima Ángela de Velasco, viuda de Pedro de Salazar y Muñatones, dejó testado que entre sus pertenencias están, en el sitio del Pobal, dos mil setecientos y noventa y seis árboles castaños y encinas plantados y comprados por la susodicha y los bortales propios que asimismo tenia en el dicho sitio anejo a la ferrería”, señalaba.

Bambusal Pero los dominios de la ferrería con el paso de los años fueron atesorando diferentes ejemplares de árboles. “Actualmente en la ferrería de El Pobal tenemos más de 30 especies distintas de árboles, tanto autóctonas como el castaño, el roble, haya o los alisos de ribera como exóticas: bambú, naranjo amargo, palmera excelsa o acacia negra”, desgranaba Silvia Ruiz. La guía explicó a los visitantes que el origen del bambusal que se extiende en dos parcelas ribereñas del conjunto ferromolinero “está relacionado con un antepasado de los Marqueses de Villarías que trajo algún ejemplar de Filipinas al comienzo del siglo XX. Recientemente ha llamado la atención de la Asociación Ibérica del Bambú a través de uno de sus miembros fundadores a quien se sorprendió mucho de la existencia de este bambusal”, comentó Silvia Ruiz. “Esta actividad que se repetirá el próximo sábado 27 es una propuesta dirigida a mayores y pequeños que pone el acento en la estrecha relación de estos recursos naturales con la industria del hierro y la molinería tradicionales y que nos permite, además, una pequeña aportación para recuperar el arbolado a orillas del Barbadun plantando diversos ejemplares. En este caso hemos decidido plantar frutales como cerezos, perales, manzanos y también plantaremos pobos, similares a los chopos que dan nombre a este espacio ferrón”, avanzó la directora de El Pobal, Marta Zabala.