Casi cinco años de esfuerzo y, cuando se disponía a volar a Estados Unidos para participar en el certamen de ciencia y tecnología más importante del mundo... le perdieron la máquina que iba a presentar. Se las ingenió para localizarla y se llevó otra desagradable sorpresa: estaba destrozada. ¿Qué hizo? Pasar treinta horas arreglándola en vez de tirar la toalla y marcharse al hotel. Al final, se alzó con el premio, una muestra de que el camino que ha emprendido para desarrollar un dispositivo que prolonga el periodo de conservación de los alimentos y reduce en un 75% la cantidad de microorganismos es largo y no exento de dificultades. Así lo contó en sendas charlas ofrecidas recientemente en el colegio Mimetiz y la kultur etxea de Zalla en las actividades organizadas por el Ayuntamiento con motivo del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Habló con entusiasmo de cómo compagina sus estudios de tercer curso de Medicina con intención de especializarse en Oncología y cursar un doctorado "porque es fundamental reunir equipos multidisciplinares y la puesta en marcha de una pequeña empresa con su familia que le sirva de soporte para poder sacar la máquina al mercado en el futuro. "Estamos en el proceso de la validación de los análisis de su eficacia por una entidad de prestigio independiente previa a la comercialización", señaló. Aunque dar este paso "ha supuesto un riesgo y nos ha pillado la pandemia de por medio", no merma su ilusión. Es más, ya está dando vueltas a la posibilidad de adaptar el modelo, que "funciona con aire tratado de manera sostenible", para que pueda desembarcar en los hospitales. Y, "aunque saliera mal, me quedo con todo lo vivido y aprendido". Las perspectivas son esperanzadoras, a juzgar por los galardones que ha obtenido gracias a su invento y la expectación que ha despertado en entidades ajenas que "se han interesado" en hacerse con él.

En este proyecto "encontré mi vocación" al cuestionarse la cantidad de comida despilfarrada, "hasta un tercio de la producción mundial de alimentos", en contraposición a la tragedia del hambre, que "mata a un niño en el planeta cada cinco segundos". La bombilla se le encendió "un día que desayuné hamburguesa sobrante de una barbacoa para no tirarla a la basura".

Utilizó "un ventilador y un trozo de persiana rota" y otros utensilios que encontró en casa para armar una máquina algo rudimentaria. Visitó fábricas y consultó "con profesionales" hasta que a los 16 años "logré el primer prototipo que funcionara". A partir de ahí concretó una versión para pequeñas empresas y otra para las de más envergadura.

Maitane extrae varias enseñanzas de su andadura. "Hay que perder el miedo a equivocarse, yo misma cambié la carrera que iba a estudiar la víspera de que terminara el plazo de matriculación" y aún se sonroja al recodar cómo una de las hamburguesas que había transportado a otra feria para ilustrar los beneficiosos efectos de su máquina "explotó por la cantidad de microorganismos que acumulaba". Se considera "afortunada de haber encontrado lo que me apasiona bastante pronto en la vida, pero hay que normalizar los fracasos y animar a los niños a que peleen por lo que les gusta aunque les digan que no", revela. Como en la participativa sesión en la que el alumnado de Mimetiz compartió sus inquietudes con ella, anima a "cultivar la curiosidad y preguntar porque tenemos mucho que decir, pese a que a veces nos corten conforme vamos creciendo". Un asteroide y el laboratorio de un colegio de Bilbao llevan el nombre de esta joven de enorme potencial.

"He creado una empresa con mi familia con idea de sacarla al mercado en un futuro"

"Estamos en proceso de validación de los análisis de su eficacia por una entidad de prestigio"

Investigadora