LA pandemia ha marcado un punto de inflexión. También para la agrupación de Protección Civil de Karrantza, que ha aprovechado el dispositivo desplegado en la crisis sanitaria para reorganizarse absorbiendo a los bomberos voluntarios y con la incorporación de una unidad de rescate canina.

La dotación “ha pasado de ocho a 17 personas” en esta transición, según explica su coordinador, Rubén Freire, para ganar tiempo ante emergencias en el valle más extenso de Bizkaia, donde bomberos o Ertzaintza “pueden tardar alrededor de 45 minutos en llegar” también a los principales núcleos de población de la comarca -Balmaseda, Zalla y Güeñes-.

Aunque “nunca hemos dejado de atender una urgencia siendo voluntarios y compaginándolo con nuestros propios trabajos, en ocasiones saliendo para intervenir y regresando después a las ocupaciones laborales, lo que me parece admirable”, los cambios se enfocan a “profesionalizar el servicio con el objetivo de lograr un equilibrio”. En Karrantza, “hemos conformado un grupo maduro en cuanto a la edad con diversos perfiles: bomberos, técnicos en emergencias sanitarias o una persona que ha estado en la red de emergencias nacional de comunicaciones de talkies para garantizar la comunicación por radio si se cae la red digital”.

Con las modificaciones previstas, “estamos avanzando ese pequeño paso que a lo mejor nos puede dar pie a trabajar más”, porque “hasta ahora no habíamos organizado guardias presenciales y el servicio en el parque estaba limitado porque no había tantos voluntarios”.

Dentro de esta estrategia a medio y largo plazo, “queremos instalar vestuarios mixtos, porque contamos con cinco mujeres y plantearemos guardias de cinco personas en circunstancias climatológicas adversas”. Poder planificarse “nos simplifica la logística, ya que si te toca una guardia en día de ciclogénesis ya sabes que cinco personas permanecen en el parque y los demás pueden descansar tranquilos”.

Otra de sus prioridades consiste en adquirir un todoterreno que pueda moverse por las superficies montañosas del valle. “La Diputación nos cedió un camión de bomberos” y a partir de ahí “ponemos pegatinas e imanes en nuestros vehículos privados” que se unen a los recursos municipales.

“El Ayuntamiento está volcado al 100% con nosotros”, agradecen, ya que “carecemos de ingresos y en ciertos momentos hemos aportado dinero para trabajar”. Sus funciones “abarcan un poco de todo”: desde búsqueda y rescate de personas desaparecidas, a las que suman el compenetrado equipo formado por Michel Lastra “un exertzaina con mucha experiencia” y su perra Nur, a incendios, rescate en accidentes de tráfico, caídas por precipicios o ataques de abejas.

En marzo, la escala de prioridades dio un vuelco con la explosión del coronavirus. Se formó un grupo de cinco o seis voluntarios, “dos de los cuales distribuíamos las ayudas del Fondo Social Europeo a unas sesenta familias, otra voluntaria hacía seguimiento telefónico de las personas con covid aisladas o que fueran posibles positivos y adquiríamos comida o medicamentos”. También “llegamos a llevar piensos para animales”. Los otros dos voluntarios “llevaron a cabo intervenciones en las viviendas con EPIS adecuados que nos costó conseguir porque nos pilló de sorpresa, acercamos comida, cambiamos bombillas… todo lo que pudimos porque estamos hablando generalmente de personas mayores confinadas y de barrios apartados que requieren otro tipo de cuidado”. Se ponían en contacto con la farmacia “y nos daban todo tipo de facilidades”. Estos meses “han resultado duros porque nosotros también estábamos encerrados trabajando y desconocíamos a qué nos enfrentábamos”.

La dotación, que cuenta con 17 personas, ha estrenado una puntera aplicación ante urgencias y planea establecer guardias