- En la fase final de la desescalada, con un aparente mayor control de la enfermedad, están retomando la labor de oficina que habían arrinconado en la eclosión del coronavirus. Desde Cruz Roja Encartaciones llaman a la “concienciación” para evitar comportamientos incívicos que puedan derivar en rebrotes. “Hemos estado ahí al pie del cañón y hay que ir con cuidado”, previene Nair Luis de la Mata, técnico de intervención social de la organización. Tras el esfuerzo de los últimos meses, “necesitamos un parón”.

¿Cuándo empezaron a intuir que el coronavirus desataría semejante tsunami?

—A principios de marzo. Nos percatamos de que se nos venía algo gordo encima sin saber todavía la magnitud y encendimos las alarmas. Si no recuerdo mal, lo primero que hicimos fue activar los servicios preventivos, acudir a pruebas deportivas con mucho público... Mantuvimos reuniones con ayuntamientos, Mancomunidad y pensamos desde Cruz Roja cómo íbamos a afrontar todo esto.

¿Qué representa el apoyo de las personas voluntarias?

—La actual situación ha supuesto la mayor movilización de nuestra historia a todos los niveles. Ciñéndonos a Enkarterri, se han implicado nuestros voluntarios habituales -muchos de los cuales han continuado durante el estado de alarma y otros no han podido por ser menores de edad o colectivos de riesgo, porque ahora que parece que acaba todo esto es cuando les vamos a necesitar fuertes- y personas que se han acercado a través de la red Bizkaia Gara y simplemente tocar la puerta de nuestra oficina. Ha sido increíble. Hemos trabajado alrededor de setenta voluntarios, 25 de las cuales son nuevos. Con otro grupo de retén hemos hablado, pero no hemos podido incluirlos en la actividad porque tampoco podíamos juntarnos demasiadas personas por las circunstancias, para guardar la distancia de seguridad. Hablamos con ellos, entendieron que si les necesitábamos les íbamos a llamar, pero en estos momentos no se podía.

¿En qué tareas se han centrado?

—Repartos de alimentos, no solo los habituales de Cruz Roja, sino también los que efectuaban otros ayuntamientos u hogares de jubilados que colaboraban habitualmente y están considerados colectivo de riesgo. Hemos colaborado en toda la comarca tanto en distribuciones presenciales cuando era posible como a domicilio. También hemos acercado pañales, potitos, etc. Hemos llevado 69 veces alimentos a domicilio y 52 veces medicación a 44 personas que lo necesitan. En este caso me refiero vulnerabilidad no económica, sino de soledad, porque carecen de una red familiar cercana, no tienen hijos, no los tienen cerca o no se hablan con ellos. Por teléfono nos decían lo que les hacía falta y se lo entregábamos en casa.

¿Han percibido diferencias en cuanto a la demanda procedente de municipios rurales o el corredor del Kadagua?

—No, hemos recibido llamadas de todas partes: Lanestosa, Karrantza, Zalla, Güeñes, Balmaseda, Sopuerta, Gordexola…

¿Qué les ha resultado más duro de esta experiencia?

—La carga de trabajo, porque aparte del tema de alimentos hemos distribuido mascarillas puerta a puerta a personas mayores de 70 años en tres municipios y también nos hemos organizado para desinfectar con ozono edificios consistoriales o dependencias de policías locales, hemos ayudado primero a montar albergues en Bizkaia y después a desmontarlos, hemos repartido comida preparada... Tanto volumen de un día para otro, asimilando cada jornada cosas nuevas y sin descuidar los protocolos como distancia y mascarilla, sin duda nos ha generado estrés.

¿Han llegado a pensar que esta situación que nadie había vivido antes les llevaría a colapsar psicológicamente?

—Hemos ido tirando. Además, cuando una persona necesitaba descansar se podía, porque había equipo, y por eso no nos hemos quemado tanto. Han sido casi 6.000 horas de voluntariado, con turnos de mañana y tarde de lunes a domingo.

¿Qué opinión le merecen las imágenes de concentraciones de gente que no guarda la distancia de seguridad?

—Hemos hablado entre los compañeros de que se ha producido un cambio en la sociedad. Hay quien lo ha interiorizado y quien no y gracias a quienes guardan la distancia de seguridad y usan mascarilla ya se está viendo que los contagios se reducen. Con el esfuerzo de los que estamos concienciados todas las asociaciones involucradas esperamos tener unos meses tranquilos. Si caemos sería duro. Nos levantaríamos y adelante, pero…

Se baraja una nueva ola de covid-19 en otoño.

—Ya nos estamos preparando. Estamos empezando a incorporar a este voluntariado que ha trabajado en el estado de alarma y también a quienes no habíamos podido dar cabida. Asimismo, estamos realizando un análisis de lo que hemos hecho bien y lo que hemos hecho mal, analizando la realidad que hemos vivido sobre todo en estos tres últimos meses porque, obviamente, hay aspectos a mejorar.

¿Qué fortalezas y debilidades están estudiando?

—Sin lugar a dudas, el voluntariado representa nuestra mayor fortaleza. Suponen una inyección muy potente en nuestra comarca y nos dan pie a seguir haciendo cosas, porque muchos han manifestado su intención de continuar. El punto débil no solo nos afecta a nosotros. Hablo de los cambios constantes en la manera de hacer las cosas que nos han trastocado, pero tampoco estaba en nuestras manos. Ahora sí tenemos unas herramientas, todos hemos aprendido a la fuerza.

“Hemos repartido alimentos y medicinas a personas vulnerables en lo económico o en soledad”

“El coronavirus ha supuesto la mayor movilización de nuestra historia a todos los niveles”

“El voluntariado es nuestra principal fortaleza, muchos nos han manifestado que quieren continuar”