Alonsotegi - Las vacas pastan cerca de la coqueta cabaña de montaña que podría enclavarse en el Tirol en vez de en? Alonsotegi. Javier Rodríguez se cerciona de que a los animales no les falte de nada. Incluso, desde su privilegiada posición “con los prismáticos puedo divisarlas si están en el monte, cerca del Ganekogorta”. Y la relación con el matrimonio propietario de la construcción y el terreno que le han arrendado para cuidar a los animales y poner en marcha un negocio de venta de carne a domicilio no puede ser más cordial. “A las 8.30 horas ya estoy aquí arriba”, así que pasan mucho tiempo juntos, de paseos y cafés alrededor de la mesa. Hay quien dice que la rutina de los ganaderos es esclava, pero “para mí lo esclavo es ir al taller”, asegura el joven, que lleva la contraria a la idea de que no existe relevo generacional en el sector.

Un ERE en la empresa en la que trabajaba después de haber estudiado soldadura abrió los ojos a este bilbaino cuyas raíces carranzanas delata su segundo apellido, Ahedo. “Me di cuenta de que aquella vida no era para mí”, reconoce. El cambio de rumbo hacia la ganadería “con la que he convivido desde niño” empezó en la escuela agraria de Derio. Un día, mientras tomaba un café con unos amigos en el agroturismo Ordaola de Alonsotegi, conoció a Juan Cruz, que le habló de sus terrenos y se entendieron rápidamente. Primero “subía los fines de semana a cultivar una pequeña huerta”.

Encantado con el espacio y la sintonía con Juan Cruz se decidió a dar los pasos para materializar su deseo: “quería vender en el barrio, poniendo en valor la proximidad”. En 2017 “comencé la explotación a mi nombre con 27 vacas y 45 cabras” apostando por una venta directa que “no es fácil comparada con la distribución en masa”. Sin embargo, “gracias al boca oreja” que ha propagado la calidad del producto “ahora mismo no doy abasto”, por lo que las cifras iniciales han crecido hasta las 45 vacas y 65 cabras “a través de la recría y las que compro lo hago aquí, en Enkarterri”. Siete “van cogiendo peso en un cebadero con pienso, agua y paja”, describe. “Les gusta la rutina: en invierno tardo tres horas en darles de comer, en primavera la buscan en el monte”. La extensión del entorno permite a los animales perderse por el verde que rodea la explotación “controladas por un dispositivo GPS y collares que las localizan cada media hora”. “No tengo tractor, el trabajo se realiza a mano y con la desbrozadora y la segadora”, vigilado por las vacas que merodean por la zona y los perros que le acompañan allá por donde se mueve.

Las reses se transportan “al matadero de Oñati con los problemas que hubo en el de Laudio” y, tras dos semanas en cámara, le devuelven “lotes de cinco kilos de paquetes al vacío que contienen tres tipos de carne” que se comercializan mensualmente “a un precio competitivo” de 55 euros.

Matadero Los desplazamientos pueden llegar a convertirse en un quebradero de cabeza. Con el peso de la ganadería en Enkarterri, está convencido de que un matadero en la comarca les facilitaría el trabajo, sin olvidar que “cuanto más próximo esté de la explotación, menos se estresan los animales; en Bizkaia hemos pasado de contar con siete a ninguno”.

“Al 100%” de la producción se le da salida en Bilbao, donde reside Javier, “sobre todo, en Deusto y Rekalde”. En la capital también “bailo danzas y soy educador de tiempo libre en la asociación Gazteleku”, evidenciando que el campo no tiene por qué hipotecar la vida de los ganaderos.