Galdames - Era una posada de intercambio de caballos. Los jinetes dejaban a los que, exhaustos, no podían continuar camino y se llevaban a otros todavía rebosantes de energía cuando no podían sospechar que una vez verían pasar por la puerta de su casa los automóviles más lujosos rumbo a la cercana Torre Loizaga. Los vecinos les relataron a Ion y Roberto Colino que “esto ocurría a principios del siglo XIX, durante la invasión francesa”. La fotografía del viejo caserío que enseñan contaba con amplios espacios para animales en la planta baja. El edificio ha cambiado no solo en el exterior, con las enredaderas que cubren parte de la fachada, sino también en su actividad. Desde hace dos décadas los hermanos intercambian sus conocimientos sobre agricultura ecológica con los centros escolares que visitan su granja escuela y los turistas que alquilan la casa rural aledaña.

Sin que todavía hubiera despertado la conciencia global en torno al cambio climático, los hermanos ya ofrecían charlas para sensibilizar sobre el respeto al medio ambiente incluso antes de abrir a las visitas el caserío que adquirieron en Galdames. “No se oía la palabra compost”, rememora Roberto cuando en 1993 dejaron sus anteriores trabajos para centrarse en su vocación. Una asociación de jubilados fue el primer colectivo que cruzó la puerta de Areitz Soroa y el colegio Eduardo Eskartzaga de Gordexola, el primer colegio. A día de hoy “pasan por aquí más de 6.000 chavales al año” que con frecuencia animan a sus padres a regresar los fines de semana.

Quedan encantados con las actividades que disfrutan en pleno contacto con la naturaleza aprendiendo el método Babezten, que apuesta por la “labranza cero como si se tratara de un bosque”. Los Colino disponen de 500 metros cuadrados de huerta y en otros 20.000 metros cuadrados crecen más de 400 árboles frutales. Los huertos escolares “que resultan transversales en el plan lectivo de los colegios, son nuestra especialidad”. Por eso, no hay mayor satisfacción para ellos que comprobar cómo el alumnado da continuidad a los consejos aprendidos en Areitz Soroa. En Ibaiondo de Gasteiz introdujeron el proyecto en el currículo escolar y después la iniciativa dio el salto del colegio al barrio, ganando varios premios.

Los estudiantes que visitan Galdames llenan su estancia con más actividades. Amasan pan mientras los hermanos Colino les ilustran sobre la relación de este producto con el pasado y presente del municipio, observan animales, preparan zumo natural, utilizan la lupa o el microscopio, miden y pesan la materia orgánica para realizar compostaje... Tratan de que interactúen con la naturaleza en lugar de verla en los libros.

Compaginan la agenda escolar con el alquiler íntegro para grupos de al menos ocho personas de la casa rural que Roberto ha construido durante 25 años. Hasta allí se desplazan familias y grupos de amigos con intención de dedicar su estancia al turismo activo. Los hermanos Colino acompañan a los turistas que solicitan internarse en rutas de senderismo y trail por los paisajes encartados. Este año han recibido a “muchísimos franceses y rusos y también a peregrinos del Camino Olvidado de Santiago que se desvían de la etapa que termina en Güeñes para conocer esta zona y luego prosiguen su andadura”. A los visitantes británicos “les encanta observar a las aves, hasta de noche”, desvelan. La mayor ocupación de los alojamientos de Bilbao y la ubicación de Galdames a caballo de Bizkaia, las playas de Cantabria y el acceso a enclaves como los Picos de Europa pueden explicar la mayor afluencia .

A todo el que se detiene en Areitz Soroa ya sea por unas horas o varios días, a quienes se conectan a los vídeos que cuelgan en YouTube con consejos sobre agricultura y a quienes se suscriben a su boletín trimestral, Ion y Roberto Colino les transmiten su preocupación por la evolución del clima y sus consecuencias, que ya han hecho acto de presencia. “Estudiamos la biodiversidad de los insectos desde 2008 y ya se notan cambios en las especies”, advierten.