EN 1904 concluyó sus estudios de ingeniería. Le aguardaba un puesto de trabajo “en Cementos Tudela”, pero el fallecimiento de su hermano, Justo, que llevaba las riendas de una de las farmacias familiares de Sopuerta, hizo que Miguel de la Colina (1885-1976) se replanteara su futuro, según contaba su hijo, Javier. Aunque no llegó a romper del todo con su formación anterior, ni durante el breve período de tiempo en el que ostentó la Alcaldía del municipio. Compaginó la botica con proyectos arquitectónicos que ayer fueron analizados, con material cedido para la ocasión por sus descendientes, en una conferencia que se enmarca dentro de la exposición sobre arquitectura contemporánea del Museo de las Encartaciones.

El padre de Miguel regentaba una farmacia en el barrio de Mercadillo y su hermano Justo otra en el de La Baluga. Además, “llevaban un botiquín” en el núcleo de Alén, cuya población se disparó en pleno apogeo de la minería. Pero entonces, Justo murió. Otro mazazo para los Colina, ya que el padre había enviudado cuando sus hijos eran solo unos niños. Miguel, “pensando en ayudarle”, decidió estudiar Farmacia “con los libros que había utilizado su hermano”. “En tres años” se examinó “en Madrid y Barcelona y antes de concluir la carrera en Santiago de Compostela”. Desembarcó en La Baluga, donde además de tomar el mando de la botica “a la que trajo a su padre tras cerrar la de Mercadillo, amplió la casa aledaña” para que se mudaran dos tíos que vivían en el palacio Colina de Lanestosa, “su primera obra de arquitectura”. En 1921 contrajo matrimonio. “Le encantaba la carpintería, recuerdo que de pequeño me hacía peonzas y palas para que jugara”, recuerda su hijo Javier. Su formación como ingeniero le sirvió para diseñar “la traída de aguas de Sopuerta en 1928”. Un año después, “por amistad con la familia proyectó el palacio HierroSan Martín en la zona del Castaño Viejo sobre un inmueble anterior, porque en aquella época los ingenieros no podían construir un edificio desde los cimientos”. Ideó “hasta los jardines”. En 1930 creó el chalé Quintana en El Crucero “con un frontón incluido, elaborado a base de bloques de hormigón, por el que le felicitaron en la escuela de arquitectura de Madrid” que economizaba los costes de los equipamientos de piedra por lo que “a esta tipología de recinto se les llamaba frontones baratos”. En ambos casos, sin cobrar. Además, “patentó una viga”, concibió para el cine de La Baluga “una estructura de madera sin columnas” y urbanizó los cementerios de Sopuerta.

En la década de los cuarenta “le obligaron a ser alcalde”, aunque solo permaneció en el cargo dos años “porque le resultaba incompatible con la dedicación que requería la farmacia. Y en un giro del destino su hijo, también farmacéutico, encabezaría la corporación municipal más tarde “por obligación”, cuando tenía 30 años “y decían que era el regidor más joven de España”.

Documentos originales

Hace años que la familia Colina donó al Museo de las Encartaciones mobiliario y utensilios de la vieja botica. Para la actividad de ayer facilitaron libros y planos que pertenecieron a Miguel. De la mano del historiador Gorka Pérez de la Peña, autor de una investigación sobre construcciones de Enkarterri, Ezkerraldea y Meatzaldea erigidas entre 1870 y 1975 las personas asistentes se sumergieron en el proceso que los profesionales seguían desde el encargo de los proyectos hasta que el contenido de los planos pasaba a ser real.

Los archivos de los arquitectos custodiaban “todo lo relacionado con las iniciativas constructivas desde la fase de ideación, que abarca hasta los estudios académicos antes de que empezaran a ejercer”. “Tesoros de los que tan solo quedan una veintena en el mundo” completos, ninguno de ellos en Euskadi.

Los arquitectos “se suscribían a revistas, librerías y publicaciones internacionales” que les mantenían al tanto de las tendencias y también guardaban, por ejemplo catálogos de promoción. “Se asume que por cuestiones comerciales Inglaterra era la principal fuente de inspiración para Bizkaia, pero en realidad las principales referencias llegaron primero de Francia”, rebatió Gorka Pérez de la Peña. El propio Miguel de la Colina “poseía una importantísima biblioteca de ingeniería”.

Un recorrido cronológico por los archivos repasa las tipologías de edificios que abordaron los retos sociales “como las viviendas baratas” de los trabajadores de la industria o la entrada de los electrodomésticos en los hogares que “desde la década de los cincuenta sentaron las bases de las casas actuales”.