LA sorpresa era mayúscula cuando abrían la puerta de sus casas y allí se topaban con Victoriano Marquínez y Amparo de la Hoz. El primer director del instituto laboral Diego de Ahedo y su mujer recorrieron los barrios para hablar a los vecinos de la naciente oferta educativa y persuadirles de que matricularan a sus hijos. De hacerlo, se les abría otro abanico de posibilidades. Y es que vivir en un entorno rural como Karrantza equivalía a encaminar los pasos profesionales en una línea muy determinada desde la adolescencia: ayudar en las explotaciones agrícolas o de ganado. El primer centro de estas características en ponerse en marcha en Euskadi supuso hace seis décadas una revolución para la juventud del valle y localidades cercanas, toda una transformación social que ha recibido el premio Karrantza Naturala, otorgado por la asociación homónima en su décimo tercera edición.

La Ley de 16 de julio de 1949 “instauró en el Estado español una nueva modalidad de estudio: la Enseñanza Media y Profesional, denominada también Bachillerato Laboral”, según describen desde la asociación Karrantza Naturala. Se trataba de “un bachiller de cinco años en el que, además de disciplinas básicas formativas, figuraba una especialización inicial en la práctica de la agricultura, la industria y otras actividades”. Asimismo, se sumó un ciclo superior de dos años. Este bachillerato Elemental “en lugares alejados de las ciudades y en entornos rurales, complementaba la formación general con prácticas, según la zona, industriales, agrícola-ganaderas, mineras o pesqueras”, detalla Fernando Marquínez, hijo del primer director.

Su padre, Victoriano Marquínez, “había nacido en Gasteiz, y trabajaba en Madrid como profesor de Lengua y Literatura en el colegio de El Pilar -uno de los más prestigiosos de la capital-” cuando le enviaron a Karrantza para arrancar el proyecto del instituto laboral. El entonces alcalde de la localidad, Cesáreo Sainz Nieva, “que era veterinario titular y poseía buenos contactos con la clase política del momento”, según apuntan desde la asociación Karrantza Naturala, puso todo tipo de facilidades para que el instituto recalara en el valle. “Solicitó la colaboración de familias pudientes de la zona y aportó los terrenos”, apostilla Fernando Marquínez, hijo del primer director del instituto laboral de Karrantza. Le acompañaron a recoger el galardón el nieto del alcalde de entonces y uno de los primeros estudiantes, Fernando Ateca.

Las clases arrancaron el 30 de septiembre de 1950 con una extraordinaria acogida. Integraban el claustro docente “el mismo alcalde, que impartía el ciclo especial y talleres, Enrique Arechalde (ciencias), Pilar Pinedo, el director, Victoriano Marquínez, o Juan José Pérez, que daba matemáticas”. “Los primeros cursos fueron muy numerosos la idea contó con el apoyo entusiasta de las familias carranzanas”, indican desde la asociación Karrantza Naturala. Los kilómetros de distancia con las dificultades de transporte añadidas en una época en la que disponer de vehículo propio podía considerarse un verdadero lujo no desmotivaron a los vecinos de medio centenar de barrios. Aquel centro “era más integrador”.

“La mayoría de quienes pasaron por sus aulas atesoran gratos recuerdos y, en muchos casos, allí forjaron las bases de su crecimiento profesional y personal. El instituto fue una obra colectiva, liderada y financiada por el Ayuntamiento en el momento de su creación, pero sostenida más tarde por el esfuerzo de sus profesores y profesoras, por su alumnado y por las familias carranzanas que depositaron su confianza en aquella institución tan propia del valle. Por eso, un reconocimiento al Instituto es un reconocimiento a toda la sociedad carranzana que apostó por la educación como medio para el crecimiento personal y social, un mensaje que sigue siendo de total actualidad”, valoran en la asociación Karrantza Naturala.

No todo fue tan fácil. En ocasiones, había que convencer a los padres de que el instituto laboral podía mejorar las perspectivas de futuro de la juventud. “Se veía como algo normal que los chavales fueran al colegio hasta los 12 o los 13 años y luego empezaran a trabajar inmediatamente en el campo. No solo los de Karrantza, también en ayuntamientos limítrofes como, Villaverde, Lanestosa, Turtzioz, Ramales, Rasines y Ampuero y hasta se incorporó alumnado de Alonsotegi”, cuenta Fernando Marquínez.

Galardón compartido El premio instaurado por la asociación Karrantza Naturala cumple este año trece ediciones. Además del instituto laboral Diego de Ahedo lo recibió también la plataforma ciudadana Lunes sin sol, que denuncia los asesinatos machistas con concentraciones frente al Ayuntamiento y la colocación de lazos en el balcón del edificio consistorial en memoria de las mujeres maltradas y quienes fallezcan socorriéndolas. Por desgracia, ya se aprecian varios que recuerdan que las semanas de 2019 transcurridas están resultando trágicas.

Vecinos y asociaciones galardonados reciben de recuerdo una reproducción del prisma de Ahedo, una escultura del siglo XIII.