Al igual que los pintxos, esas delicias gastronómicas en miniatura, o el buen perfume, que se vende en frasco pequeño, hay historias brillantes narradas en pocas palabras. Como no hacen falta muchos caracteres para escribir grandes narraciones, con el objetivo de fomentar el interés por la lectura y la escritura entre la ciudadanía, el Área de Cultura del Ayuntamiento de Barrika promovió recientemente un concurso de microrrelatos en el ámbito de Uribe Kosta. La temática era libre, con la única condición de incluir la palabra evolución u otra de la misma familia léxica en los textos, que podían estar escritos en euskera o en castellano. La extensión, eso sí, tenía que ser como máximo de 150 palabras incluido el título. Un terreno conciso y directo en el que el getxotarra Joseba Santxo, en la categoría de euskera, y el sopeloztarra Francisco Javier Simón de la Torre, en la de castellano, se han desenvuelto a las mil maravillas y han conseguido ganar el certamen literario.

“Los relatos breves me han fascinado desde hace mucho tiempo. Me enganché a este subgénero con Joseba Sarrionandia (Narrazioak, Atabala eta euria...). Sin embargo, las micronarraciones son aún más cortas, como Oinak de Xabier Amuriza, o Ni ez naiz hemengoa, del propio Sarri. La cosa es que nunca me había dado por cultivar este terreno. Ha sido últimamente, quizás por el uso de las redes sociales, cuando me he aficionado a escribir microcuentos. Y en eso estaba cuando vi la convocatoria del certamen de Barrika”, explica Santxo, delineante industrial, que pasó a ser filólogo para acabar trabajando de editor de libros de texto, aunque el bertsolarismo es una de sus mayores pasiones.

“El microcuento tiene mucha similitud con el bertso, aunque este es mucho más reducido y exigente en cuanto a que requiere métrica y rima. Pero ambos comparten la técnica de usar pocas palabras para evocar, razonar, sorprender, conmover o seducir al receptor. Es por ello que no se me hace difícil componer un microrrelato, acostumbrado como estoy a escribir bertsos de entre 20 y 30 palabras. También coinciden el microcuento y el bertso en que el peso del mensaje suele ir al final, y la narración in crescendo, para que el desenlace deje buen sabor de boca”, destaca.

Por su parte, con un cierto bagaje, aunque no muy extenso, Simón de la Torre, ingeniero de profesión que hace un lustro, justo después de jubilarse, se adentró en el mundo de las letras, se presentó a la convocatoria con la idea de seguir ahondando en su nueva pasión literaria. “Tenía experiencia en microrrelatos, pero para mí lo más difícil siempre es encontrar la idea. Hasta que no sé si el asesino es el mayordomo o el chófer, no me pongo a escribirlo. Aunque cuando lo hago, me puedo tirar horas. Me pongo música y escucho discos enteros mientras le doy a la tecla”, señala. Una corriente de prosa infinita que tuvo que adaptar a la estructura del certamen. “Se trata de sintetizar al máximo, aunque luego siempre acabo quitando palabras. No obstante, me parece mucho más complicado escribir un relato de veinte páginas que un microrrelato, aunque hay gente que dice lo contrario”, sostiene.

Precisamente, Simón de la Torre sabe dar con la tecla para contar tanto en tan poco espacio y enganchar al lector. “En todo microrrelato hay que intentar sorprender. A pesar de su brevedad, al final hay que darle un giro al guión, cambiar el desenlace de lo que el lector esperaba que pasase. Al menos a mí me gusta así”. En concreto, su relato ganador, titulado Dale una vuelta, versa sobre una escritora de reconocido prestigio que presenta su última novela autobiográfica a su editor. “Este le contesta que le falta fuerza y le solicita que le dé una vuelta al texto. Tras modificarlo, se lo vuelve a presentar todavía con la camisa manchada de sangre…”, resume.

Naturaleza inspiradora

Para encontrar esa inspiración que le invite a ponerse a escribir, suele desconectar dando un paseo o realizando un recorrido en bicicleta por Sopela y su entorno. Pequeños momentos de intimidad que le permiten conectar con su vena literaria. “Hay mucha gente que me dice que no escribo relatos, sino acertijos”, manifiesta irónico.

Curiosamente ambos comparten esa necesidad de evadirse a través de la naturaleza, puesto que Santxo se refugia habitualmente en el litoral costero de Barrika. “Se da la circunstancia de que suelo ir a menudo al mirador natural de la cala de Barrika. Mirar a la mar desde allí me retrotrae a épocas remotas. Por eso no me costó mucho plantear un viaje evolutivo en el relato desde los neandertales hasta el presente. Para ello utilicé la prosa poética, que puede hacer que lo ancestral se convierta en atemporal. Jugué con la palabra begi (ojo), tanto formalmente -hice varios juegos de palabras con este término-, como semánticamente ya que toda la narración se desarrolla en un abrir y cerrar de ojos. Al final termino haciendo un guiño de ojo (begi kliska) al sol, desde la complicidad”, detalla.

Sobre esta línea, Santxo compagina su faceta literaria con otras aficiones como la música, que ocupa “una parte importante” de su vida. “Hoy día, a parte de mi dedicación editorial, cultivo microaficiones, valga el término en sintonía con el tema que nos ocupa, y combino investigación filológica, con artículos de prensa, labores de bertsolarismo, cursillos, letras para canciones, etc. Cualquier microproyecto relacionado con el euskera que me pueda hacer tilín. Por eso me autodefino como un vascófilo eternamente automotivado”, concluye.

Por último, en cuanto a los premios, el primero consta de un vale de 125 euros para canjear en comercios y restaurantes de la localidad y el segundo será de 75 euros. La asociación barrikoztarra Gertuko Auzokide Elkartea ha sido la responsable de las valoraciones y la encargada de designar a las personas que han formado parte del jurado.

“Lo más difícil es lograr la idea. Hasta que no sé si el asesino es el mayordomo o el chófer, no lo escribo”

Vecino de Sopela

“Los relatos breves me fascinan desde hace tiempo. Me enganché con Joseba Sarrionandia”

Vecino de Getxo