RINCIPIOS del siglo XX. Un trasatlántico. ¡Un superbarco! Una tragedia. Un hundimiento. Cientos de muertes. Pasó con el Titanic, sí. Pero también con el Príncipe de Asturias, un gran buque de vapor capitaneado por un vecino de Plentzia, José Lotina. En el museo Plasentia de Butrón, en el casco viejo plentziarra, luce actualmente una maqueta impresionante de aquel barco, el considerado, precisamente, como el Titanic español. Es solo una de las piezas de la exposición temporal que surca por la historia de los navíos vinculados con la villa de Uribe Kosta.

Amaia Elgezabal guía este paseo por los mares desde las paredes del museo, reabierto tras el confinamiento y adaptado a las marejadas del covid-19: no hay visitas guiadas y el aforo está limitado a tres personas en cada una de las dos plantas. La muestra actual, que previsiblemente se prolongará hasta final de año, recoge maquetas, fotos, cuadros, mapas, documentos, objetos de embarcaciones y mucho más “sobre barcos relacionados con Plentzia, bien porque el capitán era de aquí o porque lo eran algunos de los miembros de la tripulación o porque se construyeron aquí, como el Magdalena, que fue el último que salió de los astilleros de Plentzia”, señala Elgezabal, que cumplirá en agosto cinco años trabajando en el museo.

El Príncipe de Asturias forma parte de un recorrido naval por el pasado de la localidad. “Es una tragedia poco conocida porque Hollywood no ha hecho de esto una peli, pero fallecieron 500 y pico personas y seguramente fueran más, porque eran momentos en los que muchos italianos huían de la Primera Guerra Mundial y viajaban como polizones en los barcos de la época”, asegura Elgezabal. El Príncipe de Asturias era un gran buque de vapor, de correo y pasaje, perteneciente a la Naviera Pinillos. En la que sería su última travesía, desde Barcelona a Buenos Aires, se hundió cerca de las costas brasileñas, en Punta Pirabura, el 5 de marzo de 1916, tras chocar contra arrecifes debido a la niebla y a un posible error de navegación. De las más de 600 personas que, teóricamente, viajaban a bordo solo se salvaron 143. Su capitán, José Lotina, vecino de Plentzia, murió; el segundo oficial, Rufino Onzain, que también era de la villa sobrevivió. Además, la tripulación contaba con dos vecinos de Gorliz.

“Había una competición entre navieras y, en España, era entre la de Pinillos y la Trasatlántica; tenían una especie de guerra entre ellas para ver quién se superaba y quién era mejor”, incide Elgezabal. En la exposición del museo Plasentia de Butrón se encuentra la llamativa reproducción de este barco, minuciosa, laboriosísima, que fue realizada en el municipio en 1941 y restaurada en 2016 por el museo. “Es obra de un tal Mota. La tenían las nietas del capitán Lotina, estaba en la casa familiar, allí guardada, tapada, y era una pena”, desvela Elgezabal. Así que ahora está en este espacio cultural y forma parte de una exposición que incluye también un retrato del capitán, planos e información técnica del buque, fotografías originales, instrumentos de navegación y objetos de la época.

La otra “gran historia”, como precisa Elgezabal, a la que da voz esta muestra es la del Bonifaz. Otra embarcación con fatídico desenlace. “Mientras el petrolero Bonifaz agonizaba y se hundía irremediablemente en las aguas del océano, tres hombres, el capitán, el oficial radiotelegrafista y el timonel, permanecían en el puente de mando sin querer abandonar el buque, lo que tuvieron que hacer en el último momento cuando ya el agua del mar les llegaba a la cintura. Sucedió el viernes 3 de julio de 1964, pasadas las 22.00 horas, cuando dos petroleros, uno español y otro francés, colisionaron frente a la costa de Galicia, a nueve millas de Finisterre. El Bonifaz se hundió en aguas del Atlántico. Perecieron cinco personas y desaparecieron veinte. Entre el pasaje había tres mujeres, esposas de tres tripulantes”. Así resume lo acontecido Francisco García Novell, que llevó a cabo una exhaustiva investigación sobre el suceso para su libro Donde se posa el resplandor del sol, que el propio autor acudió a presentar a Plentzia en 2016. Y es que ese bravo capitán que se negaba a abandonar el barco era de Plentzia: José Miguel Amezaga Bilbao, que falleció en 2015. “Se le atribuyen valores de heroicidad por su comportamiento”, apunta Elgezabal. Un cuadro del petrolero, que tenía 172 metros y cinco años de navegación cuando ocurrió el accidente, es la principal referencia al Bonifaz en el museo plentziarra, que también hace guiños al Magdalena, el último barco que nació en los astilleros de Plentzia, cuya historia también está explicada en un texto que exhibe este espacio. Debido a la excelente calidad y cantidad de la madera de sus bosques, la existencia de astilleros se conoce desde los inicios de la villa, en el lugar donde actualmente se halla la plaza así denominada, tal y como aparece en el grabado de Delmas de mediados del siglo XIX. Los astilleros desaparecieron tras la Segunda Guerra Carlista, en el último tercio del mismo siglo.

Mapas, elementos de navegación, detalles del hermanamiento con la localidad canadiense de Placentia, etc. engordan esta exposición en el primer piso del museo.

La exposición, que estará previsiblemente hasta final de año en el museo, ha tenido que cancelar las visitas guiadas debido al covid-19

Maquetas, fotografías, cuadros, material de navegación y más objetos donados o prestados forman parte de la muestra

José Miguel Amezaga capitaneba el ‘Bonifaz’, que chocó contra otro barco en 1964, con cinco muertos y veinte desaparecidos

El plentziarra José Lotina era el capitán del ‘Príncipe de Asturias’, que se hundió en 1916 y en el que fallecieron más de 500 personas