El confinamiento de Javier Garai, párroco de Algorta, es ajetreado, bastante multitudinario y, sobre todo, de muy buena fe. Y es que el cura getxotarra decidió acoger en su casa a 24 personas necesitadas: un grupo de jóvenes no acompañados del Magreb, una familia venezolana, y dos mujeres víctimas de violencia machista con sendos hijos. “La manera de que funcione es la organización y la cooperación”, reconoce Garai.

Y, efectivamente, el día se pasa con el reparto y la realización de las tareas de limpieza y de comida, con un poco de estudio, algo de ejercicio y el entretenimiento que se pueda. “Hemos querido aprovechar todos los salones parroquiales. En uno, hay unas pesas, gomas y cuerdas que eso motiva a los chavales; en otro sitio, hay ordenadores, porque algunos de ellos están estudiando Formación Profesional y así pueden seguir cursos on line; también hay un espacio polivalente que sirve de aula, porque damos clases de castellano, y en el que también hay televisión…”, describe el sacerdote. Y es que la casa parroquial de San Nicolás es amplia y permite que un grupo tan numeroso de personas pueda estar bajo un mismo techo. Por eso, Garai quiso llevar a cabo esta acogida tan significativa. “Todo empezó porque es una casa muy grande y me quedaba yo solo, ya que las actividades, reuniones, encuentros… que hacen grupos aquí no se iban a realizar, claro. Entonces me parecía que estaba desaprovechada: hay dos pisos y luego está la parte de abajo con locales, donde hay un txoko y un albergue y ahí durante el año vienen familias”, señala el párroco. “Ahora, al tener que estar todo el mundo confinado, había una necesidad muy grande para la gente de la calle y de los albergues, que pasan allí las noches, pero tienen que salir a las mañanas; hay situaciones que han ido cubriendo las instituciones pero es una realidad muy grande difícil de atender. Así que pensé en montar esta especie de comuna y aprovechar esto”, sonríe el cura.

Por todo ello, ahora están junto a él 24 personas de distintas edades: un matrimonio con dos hijos, uno de 13 años y una niña con una enfermedad genética que tiene 5; dos madres solteras con un niño pequeño cada una; y el grupo más numeroso, con chicos que van desde los 18 hasta los 34 años. Y bueno, la convivencia va “bien”, aunque la situación se empieza a hacer “un poco larga y pesada”, admite Garai. “Hay ciertas rutinas que son difíciles de mantener, porque, por ejemplo, las clases de castellano, que las hacemos un poco como podemos, van perdiendo constancia. Todo esto se va notando”, comenta el párroco.

Novedad

Al menos, acaba de entrar un cambio en el día a día de esta gran familia, porque los jóvenes magrebíes y musulmanes están de Ramadán. “Les hemos dejado un espacio para rezar, porque igual durante el año no son muy practicantes, pero ahora sí están más implicados. También es una manera de meter una novedad y romper con la rutina anterior”, constata Garai. El otro ingrediente nuevo surgirá hoy cuando los peques puedan salir a dar un paseo.

De esta manera se va tejiendo el calendario en cuarentena de la casa parroquial de San Nicolás, acompañado por risas, mucha compañía, entretenimiento, momentos más amargos cuando se habla de los problemas... “Estamos cogiéndonos cariño. Algunos seguiremos en contacto después, porque esto se ha hecho con la colaboración de la Fundación Harribide, que tienen un pequeño albergue en Bilbao pero no hay tan buenas condiciones para estar todo el día. Algunos tendrán que marchar luego a otros sitios. Ya haremos alguna fiesta todos juntos cuando se pueda”, desea Garai.