A sus 71 años y más de medio siglo dedicándose al mundo del arte, Michel Tytgat tiene muy claro que “la perfección no existe y si hubiera pintado el cuadro perfecto, ya no pintaría más; el más bonito está por venir”. Una pequeña parte de sus obras puede verse estos días en la sala de exposiciones Ezkurdi. Bajo el título 50 años, 25 obras, la muestra repasa una pequeña parte de sus trabajos marcados especialmente por la variedad con estilos impresionistas, abstractos o realistas en acuarela, óleo, acrílico, lápiz, entre otras técnicas. “Esta pequeña exposición que puede verse en Ezkurdi permite ver la diversidad de mis obras. Soy una persona a la que no le gustan las etiquetas; mis cuadros son estilo Michel”, defiende con sentido del humor.

Recuperándose de un ictus que sufrió en septiembre del año pasado, el arte sigue jugando un papel fundamental en la vida de Michel Tytgat. Prueba de ello es que rara vez es el día que no dedica un rato a pintar algo. En este sentido, tiene claro que “lo principal en el arte es la creatividad y la imaginación”.

Titulado en Bellas Artes, Michel dejó hace más de cuarenta años Lille, localidad francesa donde nació y lo hizo por amor. Una vez finalizados sus estudios en Valenciennes y París decidió llevar a cabo un viaje que marcaría el rumbo de su vida. “Viajando a dedo a Portugal, el destino quiso que me encontrara en Deba con una mujer eibarresa que vivía en Durango y hablaba francés, Maite. Me enamoré de ella y es la razón por la que vivo aquí”, rememora con cariño el artista viudo desde hace 13 años.

Con cariño también recuerda sus inicios en el mundo artístico. Y es que con apenas 16 años, y animado por sus padres, decidió estudiar Bellas Artes porque tuvo claro que quería dirigir su futuro laboral en esa dirección. Una vez licenciado, y con Maite viviendo en Francia, sus dotes artísticas le permitieron trabajar de profesor de artes plásticas. Fue en 1976 cuando la pareja decidió vivir en Garai para después hacerlo en Abadiño. “Recuerdo que cuando llegué, las opciones de dedicarse al arte eran mínimas empecé a dar clases de francés en empresas de la comarca”, repasa sobre su trayectoria este profesor que también dedicó su tiempo laboral a impartir clases de pintura en las casas de cultura de Matiena y Abadiño. Asimismo, puso en marcha su propia academia en la villa “pero no funcionó”, lamenta.

Maite siempre presente

La muestra está abierta hasta en la Sala Ezkurdi y Tytgat señala que está satisfecho porque “las críticas de momento están siendo muy buenas y eso siempre gusta”, del medio centenar de cuadros expuestos, uno es de Maite. “En este resumen de mi obra quería hacerle un homenaje. Maite tenía que estar; para mí es las tres cuartas partes de mi vida”, reconoce con cariño y nostalgia el artista.

Con cuadros suyos repartidos en Alemania, Francia, Bélgica y Colombia, entre otros muchos rincones del planeta, Michel, francés de origen belga y madre checa, tuvo que renunciar a la nacionalidad francesa en 1989 para conseguir la española y reconoce entre risas que “vivo en el mejor país del mundo: Kalebarria”. Feliz viviendo en la céntrica calle durangarra, espera poder exponer algunos sus trabajos en el Museo de Arte e Historia de la villa. Asegura que “no” tiene “prisa para ello”, el artista piensa única y exclusivamente en seguir disfrutando de la pintura y “me estoy animando a escribir mis memorias”, adelanta con ganas de seguir completando líneas de su vida.

Padre de dos hijos y con cuatro nietos, Michel se siente muy agradecido a su familia porque “me animan a seguir pintando; si nadie te hace caso abandonas”. Lo que deja muy claro el artista en todo momento es que tiene ganas de seguir disfrutando de su día a día en Kalebarria sin dejar de lado su gran pasión: la pintura.

“No me gustan las etiquetas. Lo principal en el arte es la creatividad y la imaginación”

“Esta pequeña exposición permite ver la diversidad de mis obras”

Artista