K. Doyle

Abadiño - Como cada 3 de febrero, los abadiñarras cuentan los días que restan para celebrar la festividad de San Blas. A falta de poco más de una semana para la tradicional muestra agrícola y ganadera, la presencia del abadiñarra José Antonio Bilbao está garantizada. Y es que el ganadero lleva más de cuarenta años participando en la prestigiosa jornada. "Soy el más viejo de la feria; eso es mala señal", explica entre risas añadiendo que "tengo el recuerdo de acompañar a mi abuelo con seis años a vender una cría de burra en San Blas; es lo que he mamado y siempre me ha gustado este mundo".

Residente en Abadiño, José Antonio cuenta con una explotación de 65 cabezas en el barrio abadiñarra de Gaztelua. "Es mi pasatiempo; no sé jugar a cartas ni a nada por lo que disfruto cuidando a las vacas", reconoció con naturalidad.

Para la cita del próximo 3 de febrero, José Antonio acudirá con una decena de cabezas, tanto para exposición como venta. Preguntado por la importancia de la misma, el ganadero insiste en que "para mí la feria de San Blas siempre ha sido la número uno de todas". Echando la vista atrás, recuerda con nostalgia aquellos años donde el Ayuntamiento no instalaba carpas y las vallas se convertían en el único soporte para exponer los animales. A pesar de la limitada logística, las ventas eran importantes. "Todas las ferias han cambiado mucho. La gente viene en masa pero apenas se vende; se han convertido en un punto de exposición para dar a conocer animales y generar contactos. Las ferias son para relacionarte y ver cómo está la competencia; presentas lo mejor y es después cuando te vienen a casa y se cierran los acuerdos", comenta.

Reconociendo que "hay poca gente que pueda vivir de esto", José Antonio lleva toda la vida acudiendo a diferentes concursos y ferias en La Rioja, Reinosa, Potes o Santander, entre otras. Asimismo, en casa también ha podido mover su ganado. "El Ayuntamiento de Abadiño siempre ha mirado por el ganadero. Hemos tenido tres ferias al año: San Blas, San Antonio (Urkiola) y Matiena que se celebró pocos años. Todo esto nos suponía y supone dinero y un poco de ambiente para el sector", agradece el ganadero.

A sus 68 años, José Antonio nunca se ha dedicado exclusivamente a la explotación animal. En su época laboral, compaginaba su trabajo en una empresa de Atxondo con las labores ganaderas. En este sentido, siempre ha contado con la ayuda de su hijo Aitor, de 43 años, que comparte también esta pasión. Fue en el año 2000 cuando pusieron en marcha el pabellón de Gaztelua. "Nos costó mucho dinero pero podemos trabajar en buenas condiciones", valora sobre aquella decisión.

En la actualidad, padre e hijo cuentan con 65 cabezas de ganado; la mitad son vacas de la raza charolesa (francesa) y el resto casinas (asturiana). Asegura que conoce por su nombre a cada una de ellas, sus dos nietos, Manex y Kattalin, de cinco y tres años respectivamente, comienzan a disfrutar con los animales. "Ahora son ellos los que se encargan de ponerles los nombres. El mayor ya suele andar dándoles pienso; me gusta verles disfrutar", afirma José Antonio que de niño también vio a sus padres y abuelos trabajar el ganado. "De pequeños nos escapábamos para no trabajar de esto; con 25 años me casé con mi mujer María Ángeles y decidí coger el relevo", rememora con cariño. Sin descartar la posibilidad de "pasar los bártulos en un futuro", José Antonio pretende seguir con su explotación. "La ganadería siempre ha sido parte importante de mi vida y mientras pueda, quiero seguir disfrutando", zanja el abadiñarra.