Ermua - Orgulloso de que dos de sus esculturas puedan verse en las calles de Ermua, Ángel Gil siempre ha estado muy ligado a la vida artística del municipio. No en vano, durante treinta años, fundó y dirigió la Escuela de Cerámica local formando a cientos de personas que mostraban interés por el mundo del arte. Desde hace dos décadas, “la escultura, además de mi profesión, es mi hobby y punto de fuga”, explica el artista de 58 años.

Nacido en Burgos y residente en Ermua desde que tenía un año, Ángel siempre mostró especial interés por el arte. De niño disfrutaba dejando volar su imaginación y “tengo libros de cuando iba al colegio y todas las pastas están llenas de dibujos”, comenta recordando con cariño su infancia donde descubrió su pasión por el arte. Fue tras completar la Formación Profesional Artística en Eibar, cuando decidió especializarse en la escultura completando varios cursos en Girona.

Uno de los momentos que guarda con especial emoción fue cuando en 2002 se colocó su escultura de homenaje a Don Teodoro Zuazua, quien fuera párroco de la villa ermuarra. Realizada de manera altruista por el artista y corriendo con los gastos de creación el Ayuntamiento, Ángel quiso realizar una escultura a tamaño natural como muestra del afecto que todo el vecindario tenía al párroco. Además, el artista incorporó a una niña recogiendo caramelos de mano del cura, gesto muy característico que tenía con los pequeños. “Al poco de inaugurar su escultura Don Teodoro falleció; él ya me dio las gracias por haberle puesto con los niños, su jersey y junto al Hogar del Jubilado. Durante mucho tiempo todavía había alguien que dejaba caramelos en la mano de la escultura y los niños de Ermua seguían recogiéndolos”, rememora su creador.

La segunda escultura que puede verse en Ermua se inauguró el pasado mes de julio. La cooperativa de viviendas Galivivienda, con los cooperativistas de las nuevas viviendas de Residencial Aldapa Norte, solicitaron a Ángel Gil la creación de una escultura dinámica, original y con contenido, que además de servir como seña propia de su identidad a la zona, personalizara y humanizara un lugar de encuentro con los demás vecinos del barrio. “La escultura es un punto de encuentro para el entendimiento entre los diferentes modos de afrontar la vida, ya sea desde un punto de vista social, político, ideológico, o cualquier otro que propicie la convivencia entre vecinos”, detalla su autor.

Sus trabajos Además de en Ermua y diferentes puntos de Euskadi, Ángel cuenta con numerosas obras escultóricas en vía pública en localidades de Burgos, Madrid, Cantabria o La Rioja, entre otros lugares. Su primera escultura pública la colocó en Briviesca con un busto del príncipe de Asturias, hoy rey de España, en el parque de la Florida. Le siguieron numerosos trabajos como un mural de cuatro metros en el castillo de Burgos, una escultura del poeta Zorrilla en Lerma, cuatro de sus trabajos recalaron en Getafe y en Haro se proclamó ganador de un prestigioso concurso, y un botero y una hortelana reflejan los oficios típicos de la zona.

Mención especial también a sus trabajos en Mecerreyes, localidad burgalesa donde nació el artista. Y es que se están creando esculturas con escenas de los años 60 como podían ser niños sentados en el pilón con el tirachinas, una mujer limpiando en la poza con la tabla o el tradicional carretero. “Con la idea de repoblar el pueblo son esculturas de época para recordar esas costumbres y vivencias que han desaparecido y quedan plasmadas en las calles en pleno siglo XXI”, explica.

Reconociendo que “los momentos de crisis son muy creativos para los artistas”, Ángel es incapaz de enumerar los trabajos realizados durante todos estos años. En este sentido, “no puedo quedarme con una escultura porque todas te llenan por algo”, reconoce este artista que mantiene las ganas de seguir diseñando.