Pastores, leñadores, carboneros, castañeros... El monte ha sido un taller de trabajo donde han convivido, durante siglos, diversos oficios en un mismo espacio. Todos ellos, en mayor o menor medida, han dejado su huella en el terreno donde se ha desarrollado, pero uno de los más desconocidos ha sido, y lo sigue siendo, el de cantero a pesar de que su actividad era imprescindible y necesaria para que los antiguos molinos transformasen el cereal en harina, es decir, para elaborar la materia prima de muchos productos alimenticios básicos como el pan o el pienso para los animales.

Ese vacío histórico, etnográfico y patrimonial se está empezando a llenar de contenido gracias a Javi Castro, químico y miembro del Departamento de Etnografía de la Sociedad Aranzadi que en 2010 inició un trabajo de localización y catalogación de canteras moleras- lugares donde se trabajaban y obtenían muelas de molino- y se incorporó al grupo de investigación Atlas Meulières que, de forma altruista, coordina y lidera desde 2005 Alain Belmont, profesor de Historia Moderna en la universidad francesa de Grenoble.

Si investigar es importante, divulgar los hallazgos es otro de los ejes fundamentales de cualquier estudio y así lo está haciendo también Javi Castro con la publicación en 2019 del libro Las canteras moleras de Oiz, una actividad productiva singular, editado por el Ayuntamiento de Berriz, y con la obra Las canteras moleras de Orozko, realizada conjuntamente con Iñaki García Uribe -miembro también del Departamento de Etnografía de la Sociedad Aranzadi- y financiada por el Consistorio de la localidad.

Orozko, en tercer puesto

El contenido de este segundo libro es fruto de la investigación y trabajo de campo centralizado, desde 2012, en el Parque Natural de Gorbeia y que ha dado como resultado la catalogación de 145 canteras en este ámbito, en concreto 61 en terrenos de Zuia, 51 en Zigoitia y 33 en Orozko, y un total de 596 restos de muelas localizados. Y en zonas cercanas, pero fuera de los límites del parque natural, se han encontrado otras 9 canteras (una en Zuia, siete en Orozko y una en Baranbio), además de 61 grandes piedras circulares cinceladas. Todo ello después de haber visitado “la zona en 108 ocasiones y haber recorrido aproximadamente 18.700 kilómetros en vehículo privado, 880 kilómetros en vehículo 4x4 y 740 kilómetros andando, y de revisar 277 sectores, desde junio de 2012 hasta junio de 2021”, precisa Javi Castro.

En lo que a Orozko se refiere, los resultados han superado, con creces, las expectativas iniciales. “Nos han sorprendido mucho ya que, en un principio, se esperaba catalogar solo 3 o 4 zonas, porque la información bibliográfica no daba para más. Se trata de un oficio que dejó de ser activo en la segunda mitad del siglo XIX, habiendo quedado únicamente como algo residual en la zona del barrio Arbaitza, así que su conocimiento cayó en el olvido rápidamente”, explica el investigador. Ahora, una vez recuperado y ubicado en el mapa este importante legado de 40 canteras y más de 200 restos de muelas, “este municipio vizcaíno se coloca entre las zonas más potentes del mundo en cuanto a este oficio se refiere, concretamente en el tercer lugar después de los cercanas localidades alavesas de Zuia y Zigoitia”, destaca su compañero de trabajo, Iñaki García Uribe.

Encontrar esas cantera con restos no ha sido tarea fácil. El estudio de la geología y de la toponimia del área de investigación es un punto de partida así como la consulta de mapas. “El de Orozko lo he revisado al detalle, utilizando para ello la cartografía que publicó en 2011 el Ayuntamiento de Orozko con Felix Mugurutza y lo que más ha sorprendido es que los canteros hayan estado trabajando en lugares que hoy entendemos como bastantes inaccesibles, como por ejemplo Pozogorri o Erroatx, siendo una señal de que conocían muy bien el monte y que rastrearon el suelo del territorio para conseguir el preciado fruto, la roca para fabricar las muelas, mejor incluso que lo que conocen hoy los cazadores o los buscadores de setas”.

En este tipo de trabajos también son de gran ayuda los datos que puedan transmitir y aportar los vecinos, informantes que, en lo que se refiere a Orozko, “ han sido pocos, pero con muy buena calidad de conocimientos como Luis Isusi, Iñaki Hierro-Olabarria, Santos Bernaola o Josemari Sautua, por citar a cuatro de ellos”, apunta Castro. Pero lo verdaderamente importante y necesario es el trabajo de campo, esas numerosas expediciones que el investigador describe “como buscar la tapa de una alcantarilla en el monte” y en las que hay que “revisar metódicamente el suelo con ojos de ver esas muelas, cubiertas de musgo y otros vegetales en la mayor parte de los casos, que yacen abandonadas desde hace varios siglos”.

Y donde antes nadie había visto casi nada, Javi Castro e Iñaki García Uribe han catalogado y documentado cuarenta canteras, captando y tejiendo una red de medio centenar de ayudantes a los que han contagiado su entusiasmo por este proyecto. “Lo de los colaboradores ha sido una cosa inaudita. Al principio íbamos a explorar tres o cuatro amigos, porque con nosotros acudía desde el primer día Josetxu Figuero y enseguida se sumó al grupo Mikel Isusi. Este ha sido el grueso del equipo, pero con la publicación del tema en las redes sociales por parte de Iñaki, se fueron apuntando más y mas amigos y conocidos suyos que tenían curiosidad por conocer como se realizaba esta investigación”. Tanto es así que incluso “tuvimos lista de espera para poder gestionar a toda la gente que quería venir con nosotros al monte”, aseguran Castro y García Uribe que no han dudado en mencionar a todos esos acompañantes en el capítulo de agradecimientos del libro. “Es gente estupenda que en todo momento ha respetado la metodología del trabajo que íbamos obteniendo y que han divulgado esta investigación como mancha de aceite entre sus contactos, como si fueran ellos mismos expertos en ese antiguo oficio”.

Presentación el día 22

El libro Las canteras moleras de Orozko se presenta públicamente el próximo 22 de octubre, a las 19.30 horas, en la sala Donobane Aretoa de la localidad que lo protagoniza. La publicación, de 168 páginas en castellano y en euskera y que ha contado con el asesoramiento de con el asesoramiento y traducción de Labayru Fundazioa (Derio), comienza con un saludo del alcalde, Pedro Intxaurraga, que “ha estado muy implicado y ha mantenido una actitud muy positiva” tanto hacia el proyecto de investigación como a la propuesta de editar la obra hasta el punto que “hemos ido con él al monte y le hemos enseñado varias antiguas canteras, por lo que ha visto el valor potencial de ese patrimonio etnográfico que nosotros hemos recuperado para conocimiento de los vecinos de Orozko y lógicamente para el resto de gente que sepa apreciarlo”. Respecto a su estructura, el libro incluye una presentación por parte del historiador Juanjo Hidalgo sobre el oficio extinguido de cantero, los resultados de la investigación, un pequeño capítulo dedicado “a una perrita que nos acompañó en la mayoría de las salidas, Satur, fallecida a principios de este año 2021”, las fichas de cada una de las 40 canteras localizadas con el mapa de situación realizado con un programa de sistema de información geográfica, los agradecimientos a los colaboradores y la bibliografía.