Club Deportivo Bilbao, pusieron rumbo hacia la Cruz de Gorbeia y, a su descenso a Zenigorta, según costumbre deportiva de la época, participaron en concursos de lanzamiento de disco, peso, barra y saltos de pértiga, para terminar con una carrera de campo a través. Una más que necesaria y refrescante ducha a base de baldes de agua dio paso al momento más esperado del día: el banquete. En torno a un mantel en el suelo para veinte comensales, degustaron “sopa de pan con caldo de alubias rojas, un apetitoso cocido con tropiezos, bacalao, tortilla con chorizo, chuleta de ternera y postre”, enumera Iñaki García Uribe, investigador ugaotarra que en 2003 ya escribió un artículo sobre este gran festejo de altura para la revista Egunean del gabinete bilbaino Sanz&Saiz Asesores Legales S.L. En un agasajo gastronómico así, no podían faltar selectos vinos y champán, café, copa y puros habanos, “y en la sobremesa dirigió Guridi más cánticos de índole montañero, hasta las 18.00 horas, cuando empezaron a despedirse”, añade.

Para seis huéspedes

Tal despliegue de medios e invitados de renombre y postín, se debió a la fiesta de inauguración oficial del primer refugio privado de montaña en Bizkaia en un ámbito del ahora parque natural que destaca por albergar la mayor concentración de chabolas de todo Gorbeia. “Su propietario fue Jose Mari Rotaeche, destacado ingeniero, quien probablemente lo diseñaría y que, indiscutiblemente, fue el pionero en Gorbeia de muchas utilidades deportivas en la montaña. Todo un señor, del que todavía se escucha su recuerdo”, apunta García Uribe. La llamativa edificación, de mampostería y cemento armado, mantiene el estilo clásico de las viviendas de pastores y su interior, de 20 metros cuadrados de superficie, fue configurado de manera abierta, “sin tabiques, pero organizada con zona de dormitorio para seis montañeros, cocina con gran fogón y área comedor que servía de sala de estar”. En definitiva, “un hotel de cinco estrellas”, a más de mil metros de altura y con unas vistas envidiables.

El refugio de Zenigorta, cuya construcción culminó en diciembre de 1919, fue bautizado con el nombre de Aizpegi -ojo de la peña-, tras pedir Jose Mari Rotaeche asesoramiento al filósofo Resurrección María de Azkue. Su propietario y promotor de la idea, “se encargaba, una vez al año, de ascender hasta allí a todos los miembros de la familia que quisiesen”, con la particularidad de que “las damas eran subidas en carretas de bueyes, pidiendo a los pastores que ensillasen una caballería con la silla de la tía Elena, lo que nos muestra que alguna de las féminas prefería hacer el viaje en mulo, algo más insegura que en carreta, pero con menos traqueteo”, añade el investigador a modo de anécdota.