La Rugulopteryx okamurae es un alga parda invasora originaria de Asia oriental. Para muchos era una completa desconocida hasta el pasado fin de semana, cuando una gran acumulación llegó a la playa de Noja. Sin embargo, lleva presente en aguas del Estado desde 2015, año en que fue detectada por primera vez en la costa andaluza. En Bizkaia su presencia se confirmó en 2023, en las inmediaciones del Puerto de Bilbao.

Según Nahiara Muguerza, especialista en macroalgas de la EHU, la llegada de estas algas a Noja, y al resto de lugares donde se ha detectado posiblemente debido al transporte marítimo y a las aguas de lastre, y al contener esporas, se han establecido en el fondo marino y se están reproduciendo con rapidez, lo que provoca que en poco tiempo ocupen grandes superficies.

Las algas tienen pequeños sistemas de fijación pero debido a la energía del mar, las olas lo cortan y se sueltan del suelo. Su llegada a la superficie y a las playas se debe a un fenómeno tan común como el oleaje, que las arranca y debido a las corrientes llega a los arenales.

Aunque sobre el futuro de la especie en la costa vizcaina, no hay certezas, pero sí advertencias. “Posiblemente no sea algo puntual, sino un fenómeno que se repita durante años, como ha pasado en el Estrecho y el Algarve. Habrá que ver si las condiciones aquí le son tan favorables como para ocupar grandes extensiones. Pero ya está aquí, y eso significa que en cualquier momento podría aparecer en las playas de Bizkaia”, advierte.

El gran problema es que esta alga es casi idéntica a simple vista a la Dictyota dichotoma, una especie autóctona. “Para diferenciarlas hay que llevar un ejemplar al laboratorio, hacer un corte transversal y observar cómo se disponen las células. En función de esa disposición, sabemos si es una especie u otra”, explica Muguerza, quien añade que "la diferencia está en su comportamiento: la invasora cubre prácticamente todo el espacio, con un recubrimiento casi total, algo que no hace la especie local”.

En Bizkaia, el seguimiento realizado en seis zonas submarinas revela que en dos de ellas Rugulopteryx okamurae cubre el 100% del fondo rocoso hasta los diez metros de profundidad. En otras áreas aparece en parches dispersos, e incluso se ha detectado en un tramo de costa natural cercano, expuesto al oleaje.

Disminución de la diversidad

Las consecuencias ecológicas son claras. “Al recubrir todo el espacio, está provocando una disminución de la diversidad de otras especies de algas y desplazando a las comunidades típicas de aquí”, advierte la especialista. Según los datos recogidos en un estudio publicado en 2024, en las zonas más afectadas la diversidad de macroalgas ha pasado de entre 40 y 49 especies antes de 2021, a solo 12–16 especies en 2024.

El impacto no se limita al medio marino. Si grandes cantidades de esta alga se desprenden y llegan a la orilla, pueden generar problemas. “El olor a descomposición es bastante más desagradable que el de las acumulaciones típicas de otoño, porque al ser algas pardas contienen fenoles. En agosto, con temperaturas altas, la descomposición se acelera y la sensación es mucho peor”, detalla.

La erradicación es prácticamente imposible. “Por su forma de reproducción, cuando la retiras puedes estar favoreciendo la dispersión de esporas en el agua. Ahora mismo no tiene un hervíboro que se lo coma, aunque en el Estrecho de Gibraltar algunos erizos la consumen si no tienen otra cosa”, explica la experta.