“Aguaceros continuos copiosos y algún que otro granizo” en abril de 1830. El verano se distinguió en Balmaseda por su inestabilidad en lo meteorológico. Si hoy lo sabemos es gracias a las minuciosas anotaciones que contiene un cuaderno adquirido por el Museo de las Encartaciones que puede brindar una ayuda inestimable a los estudios sobre el clima y su evolución.
Se trata de “uno de los primeros registros sistemáticos” que lo han medido en Euskadi, “un material que recoge con extraordinaria precisión temperaturas diarias, dirección del viento, horas de sol e incluso comentarios sobre las condiciones atmosféricas” décadas antes de que empezaran a funcionar las primeras estaciones meteorológicas.
El museo de Sopuerta compró un conjunto documental de la familia Llaguno de Balmaseda y dentro aguardaba el cuaderno, seguramente escrito por Manuel Llaguno. “No solo representa un testimonio de la curiosidad científica” de un ciudadano de la villa en el siglo XIX, sino también “una herramienta valiosísima para entender cómo ha evolucionado nuestro clima”, señaló el director del Museo de las Encartaciones, Javier Barrio, poniendo en valor “la observación” y la importancia de que se haya conservado.
Empleando como referencia la escala Farenheit, –que también se utilizaba en aquel momento en Europa–, Llaguno dejó por escrito el clima en Balmaseda a lo largo de casi un año: desde el 1 de enero hasta el 8 de diciembre de 1830.
Temperaturas extremas
Por ello “su valor histórico y científico es notable” por ofrecer no exclusivamente registros numéricos, sino también “observaciones cualitativas del clima durante una etapa marcada por temperaturas extremas”.
En este sentido, las mediciones “se enmarcan en un momento de especial interés climático: los años previos a la industrialización generalizada, a finales de la conocida como Pequeña Edad del Hielo y justo antes del estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1840)”. En esta época se conoce que el riguroso clima endureció los episodios bélicos en Bizkaia”.
Así, se registraron unas temperaturas mínimas “especialmente bajas en invierno”. Los días 2 y 3 de febrero figuran anotaciones de hasta siete grados bajo cero traducidas a escala Celsius y llama la atención la cantidad de nevadas a principios de año “hoy casi impensables” en el territorio. En cambio, la etapa estival “no ofreció grandes calores, la media de la estación se situó en 20 grados Celsius”. El más cálido fue el 27 de julio, cuando se llegó a 28,8 grados. Este mismo verano Enkarterri, y, en concreto, Balmaseda, Güeñes y Zalla han liderado los rankings de las olas de calor al marcar cerca de 40 grados.
El Museo de las Encartaciones ha elaborado un cuadro comparativo de los textos originales y su equivalencia en la escala Celsius, “lo que permite contextualizar con claridad la evolución del clima; sin duda, una fuente clave a la hora de realizar estudios sobre el cambio climático. Un valioso material ya al alcance de las consultas en la renovada página web del museo, www.enkarterrimuseoa.eus.