Las obras para derribar el antiguo instituto de Aiboa, en Getxo, un edificio que, en efecto, ya está hecho añicos –y tantos recuerdos con él– han sido aprovechadas por el Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento de la Diputación para efectuar un simulacro de derrumbe parcial de un inmueble público, con posibles personas desaparecidas. Una gran superficie, escombros, piedras por doquier, agujeros... El escenario, ciertamente, era similar al de una tragedia que nadie desea si quiera posar un segundo en su imaginario, pero para la que los equipos de atención y rescate han de estar preparados.

Simulacro de los bomberos en el antiguo instituto de Aiboa

Simulacro de los bomberos en el antiguo instituto de Aiboa José Mari Martínez

Esa era la consigna de la prueba práctica que tuvo lugar ayer por la tarde y la noche, durante ¡seis horas! Desde las 18.00 hasta las 00.00, más de 60 profesionales, repartidos en dos turnos e incluyendo bomberos, bomberas y mandos de diversas categorías y parques del territorio, ensayaron, aprendieron, tomaron nota, se esforzaron... El realismo se apropió del ejercicio. Todo estaba medido al milímetro. La puesta en escena huyó de los imprevistos. Las personas que intervinieron en el rescate, de hecho, no sabían si se habían recreado víctimas, cuántas podían ser y dónde estaban. “Adelante, SZ-2”, se escuchó por el walkie del puesto de control habilitado. “Se va a iniciar vuelo de dron”, fue la respuesta. Las imágenes de esos bichos voladores se veían a través de las pantallas en este punto de coordinación. “Una búsqueda de estas características se hace primero en superficie, es decir, las víctimas pueden estar sobre el escombro; también se hace una canina, que es muy efectiva; y luego entra la búsqueda técnica”, apuntó Juan Atxutegi, inspector de bomberos de Bizkaia desde la zona cero.

Drones, sonido y calor

“Tenemos drones tanto visuales como con cámara térmica, que desde altura nos dan una perspectiva completa y nos permiten identificar dónde hay calor. También tenemos sensores sísmicos, que son unos micrófonos gigantes capaces de discriminar el sonido de un arañazo sobre el hormigón, diferenciándolo del ruido ambiental que haya. Esos sensores los vamos moviendo por la escena, triangulando y ubicando cuál es el origen del ruido y podemos saber que hay una persona enterrada debajo de dos o tres metros de hormigón; podemos saber que está haciendo ruido aunque sea muy tenue”, explicó. Es asombroso.

“Hay una persona atrapada. Iniciamos rescate de la víctima”, se volvió a escuchar en este escenario real pero ficcionado y ante el que se asomaron muchos curiosos que paseaban por la calle. El simulacro partió de un escape de gas que provocó que el inmueble cayera. “Lo que hemos hecho es recrear una intervención del máximo nivel de gravedad que atendemos nosotros para trabajar todo el mando, las comunicaciones, la gestión de la seguridad en la escena y la organización logística”, precisó el inspector de los bomberos, que admitió que era “un lujo” llevar a cabo esta prueba en este instituto derruido. “Podemos entrenar en nuestros parques día a día las técnicas y herramientas concretas: apuntalamiento, progresar en una estructura de hormigón, el corte, los rescates en altura, pero no tenemos un escenario complejo así. Y eso es un reto. Es una emergencia que ocurre muy pocas veces, pero cuando sucede es muy difícil de gestionar a tanta gente trabajando simultáneamente en un escenario inseguro”, aclaró Atxutegi. Por eso, además de los bomberos, ayer participaron la unidad canina de la Ertzaintza, el grupo de perros de salvamento de Euskadi y equipos de emergencias de Osakidetza.

“Hay una persona atrapada”, alertaron de nuevo en las comunicaciones. Y a ensayar. A tomar nota. Y también, de noche. Cuando oscureció, entró el segundo turno para realizar el mismo ejercicio con las dificultades añadidas de la escasa visibilidad y utilizando iluminación.