"Aunque ya no esté ejerciendo, siempre me sentiré parte de la Ertzaintza"
Jokin Alfageme, natural de Portugalete, es el último ertzaina que pertenecía a la primera promoción que puso fin a su trayectoria profesional el 19 de marzo
Jokin Alfageme, el último ertzaina en activo que pertenece a la primera promoción de la Ertzaintza, se jubiló el pasado 19 de marzo poniendo fin a una larga trayectoria profesional de 43 años desde que entró en Arkaute en febrero del año 1982. Jokin concede a DEIA su primera entrevista tras jubilarse en la que cuenta cómo ha vivido las más de cuatro décadas como ertzaina y asegura que aunque ya no esté ejerciendo, siempre se sentirá parte de la Ertzaintza.
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¿Qué le llevó a ser ertzaina?
Era muy joven y se habían producido muchos cambios en la vida social, como el Estatuto de Autonomía del 79 y el movimiento social que hubo en torno al mismo y hacia la democracia. Había muchas policías pero no me llamaba, no tenía vocación de policía. Lo que pasa es que con todo el movimiento social, pues siempre te llamaba el poder poner una piedra en la consolidación del Estatuto y en una policía nuestra. Eso fue muy motivante, fue lo que me dio el salto a pertenecer a esta policía. Y yo, como una persona muy deportista y que estaba muy a favor de todo lo vasco, me llamó profundamente la atención por lo que me apunté.
Entró en la Ertzaintza pocos años después de los años de plomo. ¿Cómo los recuerda?
Hay que tener en cuenta que el año anterior a ingresar en la Ertzaintza había sido el golpe de Estado en Madrid y la situación era muy complicada, teníamos muchas dudas de si iba a haber continuidad o si en un momento determinado iban a derogar a la policía vasca. Pero bueno, nosotros teníamos ganas de seguir adelante y de poner nuestro granito de arena. No obstante, esos primeros años fueron muy intensos, había muchos atentados. En un principio se veía como algo ajeno porque parecía que no se metían ni con la clase política ni con la policía del País Vasco. Estábamos expectantes de cómo iba a ser la evolución.
Cuando empezó era joven y veía el revuelo que se estaba generando alrededor. ¿Hasta qué punto fueron unos años duros?
Fue por etapas. En la primera éramos un poco ajenos como decía. Para mí por lo menos porque no venía un peligro inminente hacía nuestra figura como defensores de pueblo y de los derechos del pueblo vasco. Posteriormente, cuando ya fueron aumentando las agresiones y los atentados hacia nuestro cuerpo y compañeros la situación fue de extrema gravedad hacia nosotros. Entonces la preparación y la precaución tuvo que ser mucho mayor. Los años, hasta el 2011, fueron de atentado cada día y teníamos que estar tomando medidas necesarias hacia nosotros, las personas que protegíamos, el ciudadano y nuestras familias. Lo típico, mirando debajo del coche, cambiando la ruta de salida de la vivienda, del trabajo, etcétera.
Todo ello aumentaría el desgaste mental.
Era un extra. Ahí sí que podíamos decir que estábamos 24 horas trabajando porque teníamos que estar siempre atentos a cualquier movimiento que nos resultase raro, sospechoso o que alguien fuera contra nosotros o nuestros protegidos.
Pese a estar jubilado continúa hablando en primera persona del plural.
Tengo un gran sentimiento de pertenencia por la Ertzaintza. Aunque lo haya dejado me sigo sintiendo parte. Lo tuve desde joven, lo ha mantenido durante mi etapa profesional y lo mantendré el resto de mi vida.
Hizo una transición al tráfico siendo el autor del primer atestado. ¿Qué fue lo que le hizo decantarse por esta faceta?
Cuando nosotros entramos en Arkaute nos dividieron en dos partes. La primera salió a los seis meses y fueron a hacer custodia de instituciones. Me gustaba más algo de mayor actividad que eran los atestados de tráfico. No tráfico en sí, sino atestado de tráfico. Había tenido estudios administrativos y eso me venía muy bien porque ya tenía una etapa consolidada y bueno, estuvimos seis meses más. Me destinaron a Bilbao y en Bilbao hice el primer atestado de la Ertzaintza, el cual tiene una copia el museo de la academia de la Arkaute como recuerdo más que nada, porque era un atestado sencillo de todos los que después tuvimos.
No se quedó ahí.
Eso es, también hice accidentes con fallecidos, accidentes graves y muy graves. Recuerdo que me tocó prestar ayuda con los vehículos de la Ertzaintza, que eran furgonetas, en las inundaciones de Bilbao para llevar materiales a los voluntarios y poder, entre todos, colaborar en la limpieza de las calles. Más adelante nos encomendaron ir al accidente en el Monte Oiz a hacer el reportaje fotográfico de la trayectoria del accidente e indicar cómo había sido pero de manera fotográfica.
¿Cómo lo recuerda?
No se me olvidará nunca porque fue muy trágico, fueron unas escenas bastante dolorosas porque desde la antena de EiTB hasta el punto de impacto había una franja en la que estaban todos los árboles talados y el resto del aparato. Llegando al punto de impacto se veían los restos humanos esparcidos por todo el lugar incluso dentro de lo que era la cabina del avión. Aquello fue sorprendente.
¿Cómo fueron esos instantes?
Como anécdota siempre cuento que empezamos en tráfico con la máquina de escribir, la manual, con las copias de calco, hasta que se fue implantando la informática. El accidente de Oiz lo hicimos con las cámaras de fotografía analógicas con carretes. Gastamos más de 200 en hacer el reportaje fotográfico. Mi compañero y yo subimos desde el punto de impacto hasta la antena, haciendo el recorrido para el reportaje fotográfico. Se nos gastaron los carretes y tuvimos que volver a bajar. Tuvimos que sacar fotos de todos los detalles que había en el lugar del siniestro.
Cada detalle era importante.
Eso es y más aún cuando teníamos la duda de si una unidad de tráfico de atestado de vehículos tenía que asumir un atestado de accidente de aviación. Por si acaso sacamos foto hasta del último detalle que vimos.
Regresando al tráfico, uno de cada cuatro conductores que se someten a test de drogas en Euskadi da positivo. ¿Cómo es un control desde el punto de vista de la Ertzaintza?
Al principio íbamos con mucha ilusión a hacer todo tipo de diligencias y, cuando nos tocaban controles de alcoholemia, sí que era verdad que se bebía mucho, más en las fiestas de los pueblos. Era exagerado. En más de uno tuvimos un conato de enfrentamientos porque nos decían que éramos peor que la Guardia Civil. Pero vamos, sin hacer nada fuera de las normal, simplemente montar un control alcoholemia a la salida de un pueblo que había estado de fiesta.
¿Cómo era?
El grado de alcoholemia que la gente llevaba y que no asumían era un riesgo. Era una barbaridad. Menos mal que la gente se ha ido concienciando y las autoridades han ido apretando las tuercas para que no haya tantos accidentes por esas causas. Por otro lado, en aquel entonces apenas había incidencias relacionadas con drogas.
¿Sabían que algún conductor daría positivo sin hacer el test?
Por supuesto. Había gente que tenía una tasa de alcoholemia tremenda. Ya se le veía que no se tenía de pie y que no hablaba correctamente. A la hora de intentar hacerle la prueba de alcoholemia, pues hacía todo posible para evitarla y muchos ni podían porque no estaban en sus cabales ni en su condición psicofísica.
¿Hasta qué punto son efectivas las campañas relacionadas con el consumo y el tráfico?
Son efectivas cien por cien porque la gente se conciencia. Incluso yo como ertzaina cuando voy a comer, si me toca conducir, ni pruebo el alcohol porque estás autoconcienciado. El ciudadano sí está concienciado pero muchas veces, en alguna cita o celebración, nos pasamos un poquito y es cuando hay que estar atentos. Por eso estos planes de tráfico de control alcoholemia o incluso de documentación son más que necesarios.
¿Cuáles son las anécdotas que más recuerda?
Más que anécdotas, lo que recuerdo es que aquí la tasa de peligrosidad subió porque tenía que estar con autoridades como el lehendakari. Teníamos que estar más que atentos. Hacíamos servicio de prevención y teníamos que tener precaución. Hacíamos proyectos de seguridad para evitar atentados. Me tocó la época de Atutxa, estar con él. Es nuestro gran valuarte y todos le tenemos un cariño y un aprecio tremendo. Como si fuera nuestro padre policial.
¿Qué significado tuvo Atutxa?
Socialmente se vivía atentado tras atentado. Y con Atutxa, gracias a la labor desarrollada por el servicio de protección, podemos contar con él porque los terroristas se empeñaron y mucho en querer atentar contra esta persona. Una cuestión muy importante en la época de Atutxa fue una colaboración que hubo entre el Gobierno vasco y el Gobierno de Baviera.
¿Cómo se desarrolló?
Fuimos cinco agentes a ver cómo trabajaban allí e intercambiar experiencias para luego traer propuestas de mejora. Luego vinieron ellos y también hicieron sus propuestas de mejora. Teníamos, tenemos y seguro que vamos a seguir teniendo el respeto de todas las policías, no solamente estatales, sino de Europa. Con cualquiera con la que hemos trabajado hemos estado a la altura y somos uno más.
Entre sus múltiples destinos fue Jefe de la Unidad Canina. Promovió el modelo actual de que cada perro fuese instruido en una especialidad. ¿Es algo que trajo de Alemania?
Tan solo la base, nosotros incorporamos algo más. Aquí dijimos que era más eficaz un guía canino, una sola especialidad. Ese es el modelo que pude incorporar a la Ertzaintza. Entonces el perro de drogas era específico para drogas, el de rescate para rescate, el de explosivos para explosivos y el de seguridad para seguridad.
¿Y el pastor alemán?
Con la experiencia vimos que la eficacia de trabajo era menor que otras razas y que tenían más problemas. Y lo que propuse, y a lo largo del tiempo se fue extendiendo, fue, por ejemplo, para drogas poner la raza labrador que era buenísimo trabajando; para rescate el pastor belga malinois, que es pura energía y puede estar trabajando hasta dos horas, bastante tanto por ciento más que el pastor alemán; para seguridad cambiamos un poco a lo que es el pastor alemán, pero el de la raza checa, que esos aguantan más horas trabajando y tienen menos problemas físicos.
En su último destino se encargó de la gestión del servicio de escolta para la protección de mujeres que han sido víctimas de violencia de género. ¿Cuál es la manera de actuar?
Se hacen unos servicios preventivos de seguridad y, cuando se hace el estudio del nivel de riesgo de cierta víctima y da, muy importante, alto riesgo, se hace una propuesta para que se le ponga un servicio permanente de escolta que es ofrecido por una empresa de seguridad. Nosotros hacemos la supervisión, el seguimiento y el control diario de que las pautas de trabajo se cumplan a rajatabla. En todo momento sabemos en qué sitio está cada escolta, por lo tanto sabemos en qué sitio está la víctima.
¿Cómo ha visto la evolución en estos últimos años en cuanto a un mayor número de denuncias de mujeres, víctimas de violencia de género?
La tendencia en los últimos años desde mi punto de vista sí fue subiendo. Pero, en cambio, la protección a víctimas con escoltas ha ido bajando cuantiosamente, quizás a la mitad en los últimos años. Puedo decir que es un modelo único, no tenemos referencia de que haya un servicio como tal en todo el mundo.
Es un gran aficionado al remo, va a ser su hobbie o, ¿cómo va a ocupar su tiempo?
Si las rodillas me lo permiten seguiré practicando remo. Aunque no sé si tendré mucho tiempo. Ahora que familiares y amigos saben que me he jubilado me llaman todos los días y los voy ocupando con alguna que otra actividad.