El próximo 11 de febrero se desarrollará en Bizkaia Aretoa el encuentro internacional No habrá paz sin las mujeres, organizado por Asamblea de Cooperación por la Paz. Entre los ponentes participantes se encuentra Marie Lucía Monsheneke, presidenta de Famek Elkartea, asociación de mujeres vascas y congoleñas con sede en Bilbao. Natural de Kinsasa pero afincada en la capital vizcaina desde hace 14 años, esta integradora social con larga experiencia en materia de igualdad y migración reflejará en dicho evento la difícil situación que se vive en su país, la República Democrática del Congo, donde en las últimas semanas se ha recrudecido un conflicto ya crónico. Y también la no menos complicada realidad a la que se enfrentan las mujeres africanas migrantes que residen en Euskadi.
El encuentro ‘No habrá paz sin las mujeres’ girará en torno a una pregunta: ¿Qué es paz para las mujeres? ¿Puede responder a dicha cuestión?
—La paz no es solo la ausencia de la guerra, también una búsqueda y una conquista de la justicia social. La paz para las mujeres es imprescindible, porque en circunstancias de conflicto las que más sufren son ellas. Son quienes generan la vida y las que sufren todo tipo de violencia. Su cuerpo puede ser utilizado como arma de guerra o para humillar a la sociedad. La paz pasa por la mujer.
Habrá ponentes de diferentes países, como Colombia, El Salvador, Senegal o Níger. En su caso, entiendo que estará muy presente el recrudecimiento que está viviendo en estos días el conflicto en el Congo, con la entrada del M23 en Goma. ¿Cómo está viviendo estos sucesos?
Esta guerra nos viene impuesta por este suelo que tenemos, que es como un vía crucis. Un suelo muy rico en un país con una población extremadamente empobrecida. Esta guerra ya lleva más de tres décadas, va y viene. Ahora vuelve a resurgir por los mismos intereses, sabiendo bien de dónde parte este conflicto y los que lo apoyan, la comunidad internacional vía Ruanda. Los que lo sufren son los congoleños. Solo en esta última semana estamos hablando de más de 500.000 desplazados. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta inestabilidad?
Cuando habla de la riqueza del suelo se refiere sobre todo al coltán, codiciado por muchos agentes que quieren hacerse con el control de las minas, ¿no es así?
—Así es. Toda la población lo dice: nosotros nunca vemos el coltán ni el dinero que viene de él. Nos matan por una riqueza que nunca vamos a encontrar. ¿Por qué tenemos que sufrir el combate entre quienes tienen intereses en el suelo congoleño? Es lamentable la injusticia y el silencio de la comunidad internacional, que hace una intervención selectiva. Cuando es otro país, interviene rápidamente pero cuando es el Congo, se calla la boca. Hemos normalizado tanto esta guerra… La Unión Europea aporta millones en ayuda humanitaria para el Congo y al mismo tiempo firma un pacto con Ruanda. Al mismo tiempo que quiere salvar vidas está financiando lo que está pasando, la esclavitud moderna de los niños soldados que mueren para saquear el coltán y de las mujeres violadas cada día.
Las guerras las generan los hombres, pero las que más las sufren son las mujeres. Desde su experiencia como voluntaria en Acnur y en CEAR Euskadi, ¿qué se puede hacer desde aquí para ayudar a las mujeres víctimas de conflictos armados a rehacer sus vidas?
—Nosotras como voz de las mujeres fuera del continente tenemos un doble papel. Por un lado, interpelando a la sociedad donde vivimos, concienciando de que ante lo que está pasando allí no debemos permanecer ajenas ni estar calladas, sino formar parte de ello. Y por otro lado, forjando alianzas con diferentes colectivos para aportar estrategias que den a las mujeres de allí herramientas de mediación para su participación política y para la consecución de la paz. En las manifestaciones de estos días se veían a muchas mujeres enfrentándose a la policía. Antes eso no pasaba. Nosotras aquí también saldremos a la calle para visibilizar lo que sigue pasando.
Trump ha empezado a deportar inmigrantes sin papeles en Estados Unidos, en Europa se fortalecen las políticas para frenar la inmigración, especialmente la procedente de África. ¿El panorama es desolador, no? Y aún más para las mujeres...
—En pleno siglo XXI es absurdo ir levantando muros para intentar frenar la inmigración. La inmigración va a existir. Este mundo necesita ese intercambio. También los vascos migraron en su momento a América. Es algo que se remonta a siglos. Cuando hacemos saltar vallas y alambradas a personas, ¿a quién humillamos? ¿A esta gente que busca una vida mejor? Humillamos a la humanidad.
Si hablamos de conflictos violentos, Euskadi vive en paz desde hace más de una década. Sin embargo, a la vista de la plaga de la violencia machista, de la que Euskadi no es ajena, ¿se puede decir que las mujeres que residen aquí viven en paz?
—Es una buena pregunta. La mujer migrada sufre una múltiple violencia de género. En el caso concreto de la mujer africana, hay una violencia del eterno agradecimiento porque su compañero se ha buscado la vida para traerla a Europa. Primero está la violencia emocional y psicológica al recordarla constantemente que le ha salvado la vida. Segundo, no le deja acceso a espacios para desarrollarse como persona, todo tiene que pasar por el hombre. Tenemos mujeres que llevan 8 años aquí sin saber hablar castellano. Tenemos mujeres esclavizadas sexualmente en su casa, porque el hombre quiere que se quede embarazada y, además, culturalmente el sexo es para el hombre. Si no tienen una red de apoyo para salir de este círculo, nos encontramos con muchas mujeres depresivas. Poco a poco vamos viendo mujeres que llevan años viviendo aquí, que nunca han participado a nivel social y que ahora lo están haciendo. Hay muchas dificultades, porque carecen de una situación económica estable y sabemos el vía crucis que conlleva la Ley de Extranjería… Pero esa participación activa con el resto de la ciudadanía es lo que buscamos, si la mujer participa, conoce sus derechos. Son pasitos en un camino largo. Hay cosas de nuestra cultura que debemos mantener, pero otras que hay que actualizar o, si no funcionan, eliminarlas.