Hacía tiempo que no sabía de Julián, pero sí que tenía 95 años. Ha sido duro recibir la noticia por parte de uno de sus buenos amigos, el retuertarra Koldo Zuloaga, otro maestro para mí.

La estampa de quien naciera en Ugarte, Trapaga, era la del prototipo de vasco, calzándose muy bien la txapela, nariz puntiaguda, mirada directa, sonrisa perenne, altivo, delgado, humano. Si en algo destacaba era en atender a todos los que íbamos a darle la chapa a su caserío ´Monto´ de Gorostiza.

Este edificio que no llegaba a tener los dos siglos era un museo etnográfico que no lo hay en toda Bizkaia, atesorando más de 3000 piezas en un ajuar único y a su vez, insólito, con 400 hachas, algunas de más de cinco siglos.

Desde hace 20 años, todos los lunes, a petición de su Ayuntamiento, recibía a escolares en un programa llamado ´Ezagutu Barakaldo´. Los pequeños se asombraban con la dulzura con la que les explicaba cómo se trabajaba con las herramientas del campo, les cortaba un tronco, en fin, hacía lo que nadie que yo sepa ha hecho.

El 16 de mayo de 2015 monté una visita al baserri en compañía de unos cuantos amigos, coordinada con su sobrino Juan Ramón Larrea, muy amigo del que esto escribe. Fue una lección magistral de todo lo que tenga que ver con el deporte rural. Julián era especialista en la mayoría de las modalidades, pero destacaba en el aizkora y la tronza. Campeón de campeones con el hacha, pasión que transmitió a su hijo y nieto. Este último, siendo entonces un crío, nos hizo una demostración en la zona baja del caserío, antes de cruzar el río, para ver los cerezos que tan buenos frutos le daban y así los exhibía en El Regato en la única fiesta que existe en la Bizkaia cerezal.

Pero no sólo dominaba esto que os cuento. Era un especialista en la artesanía de madera. Gubia en mano, a golpe de hierro, sacaba tajadas para darles forma a recipientes, utensilios, elementos decorativos o lo que os podáis imaginar. Su sobrino Juanrra me contaba cómo le transmitió su firma de tallar. Le decía que antes de empezar a tallar miraría lo que las vetas de la madera transmitían y así lo hace hoy día, siendo un gran tallador.

Amante de los perros y la caza fue el primer campeón de España de esta modalidad allá por 1968. Un referente como se puede ver, pero, sobre todo, un gran amigo de sus amigos y también de los que conocía ese mismo día. Con una memoria extraordinaria, Larrea te miraba de frente y, en parte, sabías lo que te quería contar. Sus ojos eran el espejo de su alma, y el hacha, su firma.

En 2020 tuvo a bien el Ayuntamiento fabril concederle el prestigioso premio ´Jolin Saria´. Imaginaros la plaza de Los Fueros como rompía en aplausos, pues todos los vecinos de Barakaldo conocían a Julián, y él a ellos.

Me emociono al terminar de contar algunos datos de quien era este hombre bueno. Me apena su ausencia, pero como cristiano me quedo contento de su trabajo con la sociedad, con todo lo que nos aportó, de lo que nos enseñó, de una manera tan sencilla como la que él era.

Querido aizkolari, que nos esperes con el aizkora afilado en el cielo para cortar un queso de Gorbeia a tajadas que te llevaré cuando nos veamos. Me dejaste huella. Koldo, antes citado, me contó muchísimas cosas de él que no muchos saben, era amigo íntimo de su aita, Luis Mari, y muchas lomas, veredas y paramos pisaron juntos.

Transmitió siempre su sabiduría, pero sobre todo hacía gala de un sentido común inusual en los tiempos que corren y otra de sus virtudes era que poseía un sentido del humor inigualable.

Gracias Julián. Eskerrik asko Larrea. Goian bego laguna. Nunca te olvidaré, siempre estarás en mi recuerdo y no tengo más palabras para agradecerte lo que has hecho con tanta gente mostrándoles el mundo rural y artesano.