Leioa, los hijos del hambre son letras que actualizan y perpetúan “unas vivencias de los años de la posguerra, de los que nacimos entonces, que nos llamaban así y, por eso, lleva este título”, introduce el autor de este libro, Javier Olabarrieta Learra, al calor de un sabroso caldo en una fría y neblinosa mañana en Algorta, su hogar desde hace tiempo. “Pero ejerzo de leioaztarra, ¿eh? Mi corazón sigue siendo de Leioa, aunque nuestro caserío desapareció”, puntualiza. Lo que pasaba en aquellos baserris desperdigados “prácticamente sin agua y sin luz”, y también en esas zonas en las que quedaban los chavales y hacían alguna que otra gamberrada, y, por supuesto, lo que acontecía en las tabernas, ¡qué lugares!, queda capturado en esta publicación con un buen puñado de anécdotas de identidades propias. Porque esta narración traslada, sobre todo, “historietas txirenes”, como afirma Javier. Susedidos de personajes del ayer. Ahí están Grabi, El turko, El burri, Tarra, Pruden, El zacateca, El txinbo, Felistxu...
“Los amigos de Leioa hacemos una comida anual. Yo solía ir con el magnetófono para que me contaran historias”, rebobina Javier. Así, en este libro (Ediciones Beta) aparecen experiencias de sus propios colegas y también de esos “notables de Leioa”, en palabras del autor, que eran conocidos por todos y cuyas peripecias se encumbraban legendarias en el Leioa en blanco y negro. En esas quedadas y en esas tertulias cómplices para recordar viejos tiempos se ponen a la mesa episodios que ahora nutren Leioa, los hijos del hambre. Como el de Grabi, en las laderas del Serantes. Allí fue con su primo, Linito, para comprar alguna vaca. “¿Y son frisonas o asturianas”, le preguntó su pariente. “Son de media ladera”, le contestó Grabi. “Es una raza bien adaptada a los terrenos inclinados y se llama así por tener las patas de un lado algo más cortas que las del otro. Son como los canguros, pero en vaca”, añadió con sorna. A este personaje, que combatió en la Segunda Guerra Mundial por tierras rusas –de allí se vino con muchas batallitas–, le dedica Javier varios capítulos. “Era un zelebre hijo del pueblo”, comenta el escritor. “Un combinado de avispado, gracioso, trapichero y oportunista”, indica. También está incluida en esta peculiar enciclopedia de la época el momento en el que El burri se coló en el camión de piensos, se quedó enganchado en las sogas que sujetaban la carga y fue arrastrado por el suelo durante una parte del trayecto. Menos mal que el conductor tuvo que parar para preguntar. “La trastada acabó con una inyección antitetánica, un montón de curas y varios meses lleno de postillas, sin poder sentarse y el culo dolorido por los rasponazos”, recoge Javier.
Hay líneas del texto para sus amigos, en efecto. Como Palo, Venancio Aurrekoetxea, que también ha ocupado espacio en las páginas de este periódico cuando sus vecinos de San Bartolomé le rindieron un homenaje, y con un sentido obituario al fallecer el pasado mes de junio. Javier evoca en su obra lo que le ocurrió una vez que fue al Ayuntamiento de Getxo, donde Palo trabajaba. “Hombre, y tú ¿qué haces aquí?”, quiso saber. “Ya ves chico, aquí estoy de traidor”, le soltó. “Venancio, tráeme esto, Venancio, tráeme lo otro...”, explicó con gracia. Este leioaztarra, pionero en los herri kirolak en la localidad, conducía un “elegante y brillante” Mercedes, que dejaba aparcado junto al consistorio. “Una mañana llegó a Alcaldía un alto cargo de la Diputación y después de un rato de charla con el máximo edil, ambos salieron al parking. ¡Vaya coche más chulo que tienes, alcalde! No, el mío es ese, dijo señalando un humilde Opel Vectra”, refleja Javier en el ejemplar.
“Hay historias de vecinos de Leioa y de cómo vivimos esos años que la gente tiene que conocer. Simplemente ese es el objetivo del libro”, admite su artífice. Por eso, las andanzas de estos vecinos están salpicadas por descripciones del autor sobre la vida tan revuelta y tan dolida tras una guerra. “Yo, siendo de caserío, no recuerdo haber pasado necesidades, pero sí vivir en una casa con mínimos de agua y luz y alimentarnos solo de legumbres, verduras, talo y morokil”, rememora Javier, que nació en 1941 en el baserri Lukitxune, en el entorno donde ahora está la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). “Lees esto y piensas: ¿De aquí pudo salir algo serio? Pues sí que salió. No lo digo por mí, pero hay ingenieros, maquinistas navales, aparejadores, empresarios... Yo soy maestro industrial”, apunta Javier con modestia, tras aparcar ya un recorrido profesional que le llevó a viajar por Italia, Inglaterra o Yanquilandia, como él califica a Estados Unidos. “La educación era escasa porque las oportunidades eran muy pocas. Yo estudié por mi cuenta. Primero, bajaba hasta la escuela pública, en Altamira, a un kilómetro de mi casa. Con 14 años empecé a trabajar, pero yo seguí estudiando: hice Maestría y después andaba con unos amigos que me hablaban de Engels, Marx, Ortega y Gasset... Yo no tenía ni idea. Hice Bachiller y de ahí fui a la Escuela Técnica de Facultativos de Minas, pero siempre trabajando”, retrata Javier.
Este leioaztarra asentado en Algorta tenía adormecida la inquietud por la escritura, pero hace ya unos años que despertó. “Sí había escrito algunos artículos técnicos para revistas. ¡Y he escrito muchas cartas al director en DEIA! Hasta que un día mi jefe me dijo que mejor lo dejara”, desvela. Cuando se jubiló empezó con los libros, “animado por una amiga y un profesor, que me dijeron que no lo hacía mal y en eso ando entretenido para no defraudarles”, sonríe. De hecho, este mismo año, ha publicado también Eltxo. El pueblo oculto de los agotes (de nuevo con Ediciones Beta). “Es muy bonito”, destaca con cariño. Una mezcla de realidad y ficción que se apoya en la historia de este grupo. “Pertenecían a una estirpe denostada y castigada al ostracismo. Acusados de brujería, de ser descendientes de los cátaros, godos o vikingos, y de portar enfermedades como la lepra, llevaban siglos desterrados”. Así parte la otra aventura literaria de Javier. Y vendrán más, avanza.
El apunte
- Presentación. El libro ‘Leioa, hijos del hambre’ será presentado en Getxo el próximo 2 de abril a las 19.00 horas. En concreto, el acto tendrá lugar en el aula de cultura de Villamonte.
- Otro libro. Javier Olabarrieta ha publicado este año también otro libro: ‘Eltxo. El pueblo oculto de los agotes’, que tomando la historia real de este colectivo marginado, ficciona el relato de unos jóvenes que en 1951 salieron en busca de la libertad y se detuvieron en un paraje apartado y sin ningún vestigio de civilización.