Para Guillermo Ugarte las tardes se eternizan a raíz del cambio al horario de invierno. “Tenía que hacer algo” ahora que, jubilado disponía de tiempo de sobra. Echó mano de sus anotaciones fruto de 35 años trabajando en la Ertzaintza y pensó: “¿por qué no?”. Animado por el también balmasedano Sergio Pérez, autor de la exitosa trilogía Los hijos de la fe, las cinco páginas iniciales crecieron enseguida “a cincuenta” que gustaron al grupo de allegados que pudo leer aquel primer borrador.

Cobraron vida “el mundo forjado en mi imaginación” del investigador Fernando Cuesta, de la comisaría de Balmaseda, “con una vida complicada” encargado de resolver el asesinato, aparentemente con tintes rituales, de un vecino de la villa en su lujosa casa –la finca de Zoko Maitea, que en la ficción recuperar su esplendor pasado en contraste con el estado de ruina del edificio– junto con el metódico juez de Gordexola José Antonio Fernández de Ubieta, que aporta el contrapunto a su personalidad. La acción arranca en plena celebración de las fiestas de San Severino el 23 de octubre, con su concurso de putxeras.

Año y medio para hilar el argumento y la cabeza ocupada a pleno rendimiento para que todas las piezas del puzzle encajaran con naturalidad. “Me absorbió por completo. Desde la cama seguía dándole vueltas, se me ocurrían cosas y me dormía dándoles vueltas. Mientras caminaba por la calle, si escuchaba comentarios que me gustaban lo anotaba en el teléfono móvil”, rememora.

Las pesquisas les transportarán sucesivamente a “Bilbao, Sevilla, Gasteiz...” mientras los crímenes atrapan en una tela de araña a figuras prominentes de la sociedad vizcaina. A medida que escarban en los secretos de los sospechosos la hipótesis inicial se irá diluyendo en una acción trepidante plagada de diálogos “para que los lectores no se aburran”. La villa últimamente omnipresente en obras de ficción de autores locales, “vuelve una y otra vez en casi todo el recorrido”, pero también salen a relucir “las leyendas de la brujería de Zalla y la importancia que adquirió durante la Segunda Guerra Mundial el balneario de Karrantza. Además, prenderá la chispa del amor entre el protagonista y una compañera. Y es que su tierra natal “se presta a la novela negra, con la Balmaseda medieval, Karrantza con su montaña y el misterio que emana del valle, he metido Gordexola y sus mansiones de origen indiano, que resultan como más desconocidas incluso dentro de Enkarterri...” En este sentido, “quería poner en valor mi comarca que desde fuera se ve un poco alejada: cantidad de gente sabe que estamos aquí, pero no ha venido nunca, como mucho, les suena de algo”. “Existe el concepto de distancia psicológica”, sentencia porque “nos encontramos más cerca de lo que piensan”.

Búsqueda de una reliquia

Aunque el final queda cerrado por completo, no descarta seguirles la pista a los personajes porque “dan para ello”. El título Con este signo vencerás alude a una reliquia que se menciona: la lanza de Longinos, que se atribuye haber atravesado el costado de Jesucristo durante su crucifixión. Los protagonistas deberán dar con ella y descubrir por qué manos ha pasado para desentrañar el misterio de los asesinatos. Además, las vidrieras que aparecen en la portada del libro pertenecen a la iglesia de San Severino, que representa un papel crucial en la novela.

Lo comentaron en una visita guiada por escenarios de la novela impulsada por la asociación cultural Pro Balma, de la que el propio escritor forma parte. Un modelo que se estrenó en primavera con Sergio Pérez y El ritual de los caminos, el libro que inauguraba sus tres obras también con tintes de novela negra que recorren la comarca.

A la hora de publicar “me decanté por la autoedición, contacté con varias, a todas les gustó y me decanté por Caligrama” contento por el trabajo disponible en librerías de Balmaseda, en grandes establecimientos bajo demanda y en plataformas digitales. Satisfecho con la experiencia, ha emprendido la escritura de otra historia “aún en fase preliminar”. “He sentido un poco síndrome del impostor confiesa, “pero a mi edad ya me importa poco lo que digan los demás”.

Durante el verano presentó su debut en Gordexola y a principios de septiembre repitió en el palacio Horcasitas de Balmaseda, con ganas de compartir su proceso creativo y el argumento allá donde requieran su presencia.

Los años de plomo

“¡Si escribiéramos todo lo que estamos viendo sería un best seller!”, comentaba con sus compañeros, así fue tomando apuntes de una trayectoria en la Ertzaintza con sus luces y sombras. “Durante los años de plomo trabajé como inspector en la comisaría de Balmaseda”, recuerda de aquella época aún con una produnda tristeza el asesinato del zallarra Txema Aguirre a manos de ETA en el museo Guggenheim antes de su inauguración en 1997. “Compañero de la zona, trabajé con él, fue muy fuerte. Supuso un shock que nadie esperaba que ocurriera tan cerca y de repente mataron a Txema, pusieron una bomba en la Casa del Pueblo en el Juzgado de Balmaseda… Política y personalmente me dejó marcado”, reconoce.

En el otro lado de la balanza, “anécdotas más graciosas, me han ocurrido un montón”. Por ejemplo, en cierta ocasión “un coche se precipitó por una pista forestal y volcó sobre unos árboles”. Para tratar de llegar hasta el vehículo accidentado atajaron el problema por la vía rápida. El cabo “se presentó, cogió la motosierra y se puso a cortar árboles, pues poco después recibimos una demanda del dueño y otra del Ayuntamiento porque habíamos destruido unos árboles centenarios”.